La sensualidad de su voz tenía el encanto de quien se lo juega todo:

—Hola, perro —dijo de nuevo.

Caminó en círculo y levantó la cola, dejando al descubierto su mejor encanto.

Aquella danza y aquella voz que abordaban al perro como nunca nadie lo había hecho, confundió sus sentidos y estemeció sus instintos.

—Pero, ¿qué me pasa? Yo nunca he estado con una gallina. Perro es con perra. Esto sería una locura —pensó —así que entre ladrido y sacudida le dijo:

—¿Qué te pasa, vale?, ¿tú estás loca?

—¡Ay, no, pero qué tímido eres, chico! ¿Tú como que me tienes miedo?

Acto seguido lo rozó en una de sus patas con la más delicada de sus plumas, giró de nuevo en círculo, levantó la cola y lo miró fijamente con su ojo derecho.

Mucho reto, demasiada provocación para su personalidad. No pudo más, acercósele despacio, la olfateó profundamente, le pasó la lengua por las plumas del cuello; entonces pensó: "Un plumaje es más agradable que una pelambre".

Ella se sintió erizada, estremecida hasta las más íntimas de sus plumas. Es cierto que en un momento tuvo la intención de demostrar algún pudor, pero no, más pudo el deseo y la pasión que la arrastraba hasta su más caro sueño.

Por costumbre, por instinto, flexionó sus delgadas rodillas, se inclinó hacia adelante y esperó con los ojos cerrados, como si estuviera soñando. Pero la voz del perro la despertó:

—No, chica, no te pongas así que no llego; empínate, cielo.

Se extendió hasta más no poder, luego volteó para verlo, no pudo evitar decirlo:

—¡Bárbaro, pero qué grande es!

Era el momento de arrepentirse o de ser del tamaño del compromiso: temblaba, sus uñas se aferraban a la tierra como raíces. Él comenzaba a convulsionar: rucu, rucu. Su boca húmeda dejaba caer copiosamente las huellas de su deseo.

—Cuaaaaaaa... cuaaaaaa...

En el patio se escuchó un lamento, más que un lamento era un quejido largo y quejumbroso. Sonido que cuenta historias de dolor y placer.

Cc. @cruzamilcar63