Micro novela "PECADOS Y PECADORES" para los amantes del suspenso y lo sobrenatural ; )

Nadie está libre de pecado en la sociedad moderna, sin embargo una brillante joven estudiante procedente de una humilde familia parece ser ajena a todo ese mundo oscuro y banal ella es inocente, pura, sencilla y espera seguir siéndolo... o al menos eso creía ella antes de descubrir accidentalmente un secreto muy perturbador en su "impecable vida"

El sol comenzó a entrar por la diminuta ventana de aquella vieja casa donde vivía desde los 7 años, la ubicación de la cama en la habitación era la precisa para que los primeros rayos de sol le dieran justo a la cara y por eso la inocente Tamara no usaba despertador... Era primavera y ese día cumplía 20 años.

Se levantó de la cama con calma, despacio porque esos dolores corporales no la abandonaban ni en este día tan especial, al colocar sus pies sobre la mullida alfombra rosa exclamó: - Feliz cumpleaños a mí - Una delicada sonrisa se dibujó en su rostro pálido, Tamara era de tez muy blanca, labios rosados y carnosos, sus ojos café tenían un brillo extraño y su mirada una profundidad difícil de explicar, su cuerpo era bien formado cintura angosta, caderas anchas y pechos firmes y redondeados, que lástima que todo eso permaneciera oculto en los vestidos tan anchos, largos y rectos que esta chica usaba.

Ella no era la típica jovencita de 20 años, alegre y fiestera... Más bien era la típica nerd, aunque no usaba gafas si era la más brillante de la clase y tenía según su mamá decía una inteligencia superior. Ahhh claro su mamá, ella era la ama de casa perfecta su vida dedicada en exclusiva a la crianza de su única hija, Tamara era la luz de sus ojos y cada segundo del día mamá estaba para ella tal vez por eso no había abierto los ojos al mundo (o eso nos hacen creer).

Tamara estaba en el baño cuando escuchó a su madre entrar a la habitación - Feliz cumpleaños mi conejita - exclamó, mientras colocaba sobre la mesita una bandeja perfectamente decorada y servida con el desayuno favorito de su hija. Tamara salió del baño, abrazó a su madre, agradeció el desayuno y mientras comía le dijo: - Ya tengo 20 años mamita, como pasa el tiempo - a lo que su madre contestó: - Para mí siempre serás mi conejita chiquita - una mirada tierna entre las dos, una sonrisa y Tamara terminó de devorar el delicioso desayuno para terminar de vestirse, tomar su bolso y salir.

- Nos vemos en la tarde mamita - Salió de la casa caminando a su paso, los dolores corporales de los que sufría desde que era una adolescente le impedían correr o caminar muy rápido, varias personas le habían sugerido a su madre que la llevara al médico e incluso un vecino le había hablado de una enfermedad llamada fibromialgia pero su madre siempre se negaba y decía que era algo cincunstancial. Tal vez ahora que Tamara estaba cumpliendo 20 años los dolores desaparecerían o tal vez llegó el momento de saber realmente que los ocasionaba.