El camino al cielo. #sv-escritura #historia LUNES 29/01/24

Anita era la hija adoptiva de Juliana, tenía 12 años cuando perdió a sus padres y 13 cuando perdió su vida. Como flashes de muchos colores, ella recuerda aquel día donde la maestra se hacerco a ella para indicarle qué debía ir a dirección. Una niña educada, disciplinada, tranquila, era imposible un castigo. Quizá se trataba de las buenas calificaciones y una felicitación privada por ello. ¡Pero no! Fue solo un silencio y las palabras fúnebres. ¡Tus padres han sufrido un accidente!

¿Que hace una niña con esa información?
12 años recién cumplidos en una fiesta llena de familia, amigos, regalos y fotos, pero ahora ¿que pasará? Ninguna respuesta, muchas preguntas. El doctor no fue piadoso, quizá tenía 40 horas de puro trabajar, pero sus palabras no tenían forma de ser mejores: ¡han muerto!

¿Y ahora, estoy sola? Sin amigos, sin familia, sin maestros, sin padres, sin todos, sin todo.

¿Cual es el camino al cielo qué lo quiero recorrer, cual es el camino a casa que lo quiero conocer, cual es el camino a mis padres que los quiero ver?

En las despedidas no hay letras pequeñas que te advierten de los peligros de despedirte, no hay marcas ni etiquetas de caducidad, no hay máquinas que le exijan al tiempo, parar.

Ana miraba el suelo, miraba el vacío de los pensamientos de una niña qué no tenía más que eso, sus pensamientos y el tortuoso recuerdo de un pasado inexistente e irreversible. Miraba la bondadosa marca de la realidad que atravesaba su cuerpo como un látigo fatigante, pero invisible, que dolía como todo, pero existía como nada.

Dos pies adultos se posaron frente a ella, penso "alguien más vino a decir que lo siente" pero, en verdad no puede sentir la muerte que Ana lleva adentro. Una mujer, Juliana, adulta mayor, sobreviviente, con carácter, sin miedo, dijo: jamás nadie sabrá lo que hoy vives, sientes y quieres, solo tu y eres dueña de eso. Pero también, solo tu sabes, lo que ellos darían por verte vivir feliz. Y esa felicidad, puede ser la forma para que siempre tengas a tus padres presentes. Porque ya no eres feliz solo por ti, sino también por ellos.

Una año de lágrimas, de noches oscuras, de fatigas y miedo. Juliana siempre estuvo allí. Un tiempo de lágrimas, de dolor, consumida en pensamientos y juliana siempre estuvo allí. Hasta que comenzó a faltar el aire y la respiración comenzó a ser débil, hasta que los ojos ya no se abrían en la mañana con facilidad, hasta que el calor del cuerpo comenzó a experimentar el invierno.

Anita despertó un día y ya no estaba el desayuno en el comedor, ni la ropa lavada, mucho menos se lavaron los platos, Juliana se quedo dormida, Anita fue a su cuarto llena de preguntas y ella le dijo: hija probablemente yo también me voy a estar un tiempo con tus padres. Yo se que es muy rápido, muy reciente, no entendiste esa despedida repentina, no te pediré que entiendas esta partida planificada, pero la petición es la misma ¡Quiero que seas feliz!

¿Como ser feliz con tanta muerte, con tanto dolor? Pregunto ella en su mente y juliana como buena madre, supo leer sus pensamientos para decirle: yo no me estoy muriendo hija, se mueren los que no tienen vida y yo tengo mucha, porque te tengo a ti. Solo me voy al cielo para descansar. Luego cuando tu termines aquí de amar y vivir, podrás ir conmigo y tus papás.

Anita no lo entendió y con 13 años murió, murió junto a la tumba de Juliana su segunda mamá, que el cielo le arrebato. Confundida, sin saber que hacer con su vida, Anita se prometió que conseguiría el camino al cielo, para ir por ellos. Después de muchos intentos el camino nunca lo encontró.

Vivió pensando eso mientras caminaba por el colegio permanente, todos volvían a casa, pero Ana ya estaba allí. Pasaron los años y se graduó, pero seguía sola, aun cuando se levantó para esbozar uno de los mejores discursos, delegado a la mejor alumna.

Al salir del colegio, Anita fue a la casa vieja, llena de recuerdos y tormentos. Aquella casa había conocido a sus 2 mamás y a su único papá, pero ninguna de las paredes recordaban a aquellos antepasados. Estaba todo tan cambiado que ni siquiera Ana podía recordar con claridad aquellas tragedias.

Fue al cuarto de sus padres y miro un cuadro qué se iluminaba tenuemente como escondido, allí estaba el boceto de un retrato ilustrativo de Anita en su infancia; riendo, señalando al vacío. Eso la hizo recordar que su padre le hacía caras graciosas para sacarle una sonrisa mientras su madre la dibujaba.

Luego regresó a la habitación de Juliana y encontró una carta bajo la almohada, sin remitente, sin dirección, una carta escrita al viento. Ana, Ana, mi querida Ana. Mi niña hermosa y amada, feliz siempre debiste vivir, pero la tristeza a tu vida, vino a interrumpir. Hoy le pido al eterno que me permita respirar, para el camino al cielo poderte enseñar.

Lagrimas abundantes, ganas de gritar y correr. Ana salió de allí como caballo que corre en el campo, sin respuestas, herida y llena de recuerdos.

Por el camino escucho a una niña que lloraba y sus pasos se detuvieron. Ana con curiosidad busco hablar, busco tener la oportunidad de ayudar a la niña. Se llamaba Anabel, como un augurio del parecido que existiría en sus vidas.

Ana le dijo: jamás nadie sabrá lo que hoy vives, sientes y quieres, solo tu, eres dueña de eso. Pero si me das la oportunidad puedo ayudarte a cargar el peso de tu dolor. Anabel tenía 15 años y fue abusada. Sus padres habían muerto y estaba sola. Ana y Anabel comenzaron a cargar ambas con el destino trágico mientras traban de vivir "felices"

Pronto las lágrimas se convirtieron en risas y el dolor en recuerdos momentáneos, Ana era como la mamá de Anabel y cada día vivían mejor que el anterior.

Un día Anita recordo las palabras de Juliana, que le quería enseñar el camino al cielo y dijo: creo que ya he llegado a mi cielo y el camino fue el Amor. Un Amor compartido en el dolor, el amor sin preguntas ni condiciones, el amor la condujo a Anabel y sanando su dolor, el dolor de Ana también sano.

¡Imagen propia, creada en Canva pro!

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