En una pequeña ciudad, muy distante de la capital, vivía una joven de nombre Martina, quien contaba con veinticinco años de edad, y que en su niñez había pasado grandes momentos junto a su abuela paterna, a quien no había podido visitar como de costumbre, desde que ingresó a la universidad y esperaba poder hacerlo durante las vacaciones. Sin embargo, ya está vez no podría ser, no al menos como Martina anhelaba, ya el destino se había opuesto a ese nuevo encuentro y esa reunión no volvería a suceder, al menos no con ambas en vida, ya que desafortunadamente su abuela falleció y aquello le dejó muy desconsolada y llena de tristeza.
Nadie había imaginado en que la abuelita fallecida, había dejado un testamento escrito en el que repartía sus más valiosas posesiones a quienes consideraba que las merecían entre sus familiares y amigos, lo cual resultó ser una sorpresa a la hora de lectura de aquel documento que contenía su firma, y en el cual dejó a Martina una pequeña caja, con un contenido que prometía ser tan brillante, como los recuerdos y las enseñanzas que ella le había obsequiado en vida. Algo que resultó ser muy inesperado, pues no esperaba recibir nada a cambio, y no deseaba obtener nada de las posesiones de su abuela, aunque el testamento de aquella mujer estaba escrito muy claro, que solo ella sabría apreciar el valor de esos objetos.
Al abrir la pequeña caja que contenía los objetos heredados de la abuela, Martina se encontró con una impresionante colección de prendas de joyería: collares brillantes y deslumbrantes, anillos con piedras de colores y pulseras engalanadas con diamantes de imitación que destellaban con cada movimiento. El corazón de la jóven, obtuvo un poco de alegría y se llenó de asombro, pensando «Esto debe valer mucho dinero" e imagino cómo podría usar cada una de ellas, en las ocasiones más importantes de su vida para honrar la memoria de su abuelita. No obstante, como a cualquiera le hubiera sucedido al tratarse de objetos de valor, su entusiasmo pronto se transformó en curiosidad.
Ese sentimiento, hizo que Martina quisiera conocer el valor real de aquellas prendas, optando por llevar a valorar las mismas en una joyería y casa de empeño bastante conocida en la pequeña ciudad. Pero, allí no obtuvo los resultados deseados, ya que no todo lo que brilla es oro, descubriendo que muchas de las piezas habían sido compradas en mercadillos o en tiendas de segunda mano, y en lugar de ser raras gemas, eran imitaciones muy elaboradas, que fácilmente podrían parecer muy valiosas ante ojos inexpertos. Esa situación la dejó confundida y decepcionada.
Martina, recordó las palabras escritas en el testamento de la abuela, dónde aquella doña expresaba que “sólo ella sabría apreciar” el valor de esos objetos, y no pudo evitar sentirse muy triste y culpable por haberse comportado como alguien materialista e interesada. Al llegar a casa, se encerró en su habitación y comenzó a llorar desconsolada, la tristeza que sentía era tan abrumadora, que sin querer la caja que contenía la joyería de su abuela, resbaló de sus manos y cayó al piso, lo que hizo que todas las prendas se esparcieran por el lugar y que se abriera un doble fondo que había en la pequeña caja, revelando un pequeño cuadernillo con cubierta de cuero, que nunca imaginó que estuviese oculto allí.
Cuando Martina levantó del piso aquel cuadernillo oculto y lo abrió, se dió cuenta que eso resultó ser un tesoro de más valor, pues en realidad era un diario con escritos cortos con la letra de su abuela. En él había mensajes que hacían mención a momentos y recuerdos, a través de los cuales ella le otorgó valor a esas prendas de joyería. En él pudo leer lo siguiente:
30 de julio de 1965: “Hoy estuve en el mercado de pulgas. Allí encontré un collar que, aunque es bastante sencillo, me sirve para recordar este mágico verano junto a Pedro. Las perlas del collar son de imitación, pero quién necesita del brillo de algo valioso, cuando el corazón está lleno de amor”.
Martina, sonrió al leer aquellas palabras, recordando que su abuela siempre había valorado más los buenos momentos, que cualquier posesión material.
3 de noviembre de 1972: “Hoy fue nuestro aniversario de bodas. Pedro me regaló una preciosa pulsera, que aunque se que es barata, no me importa, porque no hay nada más precioso que la historia que hemos vivido”.
15 de diciembre de 1985: “Hoy encontré un hermoso broche con forma de mariposa en una pequeña tienda. Aunque es una baratija, no me importa porque tiene el mismo color del vestido que usé el día de mi boda con Pedro. Me hizo recordar mucho nuestro día… Cuánto te extraño”.
Después de eso, Martina no pudo seguir leyendo y cerró el diario, pero con una forma de pensar muy distinta. Aquellas joyas que había heredado de su abuela, aunque eran imitaciones, simbolizaban la pureza de los sentimientos que ella había atesorado, y decidió conservarlas no por su valor material, sino como símbolo de amor y herencia familiar.
- Imagen ilustrativa generada con Bing.com y editada con InCollage App.
Wlin. Me encanto tu reflexión en donde enmarca lo valioso de la amistad y las relaciones entre las personas. Lo material es necesario, . En este articulo la enseñanza de la abuela hacia su nieta es el valor que debemos tener todos como personas.
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Saludos. Es un gusto saber que esa reflexión fue de su agrado. Feliz dia
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