En el camino hacia la tolerancia y el respeto por las libertades individuales, hay que lidiar con esas “viejas vacas” atravesadas en las trochas de las cabeceras municipales. Esas que yacen desde la comodidad que les brinda la impunidad. Tipos como Miguel Ángel Bermúdez, Edgar Perea, Hernán Darío Gómez o Pablo Armero; cobardes que no entienden de decencia.
Las declaraciones del ex Senador Gabriel Camargo, pueden ser en el fondo verdad, pero a él no le ha sido impuesta ninguna investidura para cuestionar o exponer la condición sexual de una persona. Excusarlo porque “Se trata de un adulto mayor que tiene arraigados valores católicos”, o decir que “expresó lo que muchos pensamos pero no nos atrevemos a declarar”, es evidenciar misoginia en el carácter. Una cosa es respetar las creencias (por anticuadas y obsoletas que sean) y otra muy diferente es vulnerar los derechos particulares, me pregunto: ¿Estará preparado este país cavernario para el debate que se genere cuando la población transgénero (En uso de derecho) ingrese a la practica del deporte profesional?
Pero miremos, ¿Fue una declaración casual o es el reflejo de una conducta interiorizada en la vida personal de Camargo…?
Para el historiador José María Samper, el calificativo de “gamonal” está destinado a aquellos personajes con ínfulas de señor feudal, a esos tipos que consideran que el aire que respiran los seres humanos de su entorno, es un bien privado por el que deben agradecer con su servidumbre. En este universo paralelo vive la pareja de empresarios avícolas, Gabriel Camargo y Leonor Serrano. Estos emprendedores cundiboyacenses forjaron su capital desde el crecimiento de su finca en Fusagasugá, hasta encumbrarse hacia las altas esferas del poder político.
Tras la constitución del 91, el país -lejano de las intenciones de los verdaderos dueños de los hilos del poder-, soñaba con que el “Bienvenidos al futuro” de César Gaviria significara una renovación de las viejas costumbres políticas del Frente Nacional
-nada mas alejado de la realidad-. Lo que parecía un escenario propicio para la diversidad democrática, terminó por abrir espacio a figuras cuestionables, una de ellas fue el empresario Gabriel Camargo Salamanca.
Recuerdo que en los años del “apagón” una de las alternativas para no incursionar en la delincuencia juvenil, era un programa de radio fuera de lo convencional, fue quizás el espacio que empezó a abrir los ojos y a generar inquietud política en las masas. En La Luciérnaga uno de los personajes era la “Senadora Pio Pio” (Apodo cortesía de Edgar Artunduaga) esta clara alusión a Leonor Serrano de Camargo estaba derivada de la acusación del delfín del octogenario promotor de “la corrupción en sus justas proporciones”, evidentemente me refiero al ex presidente Turbay que aún hoy en día es protagonista de chistes que involucran nobleza o simple ingenuidad, pero que suavizan la imagen de un tipo que encerró ciudadanos en una plaza de toros y los ajustició. Turbay Jr. acusaba a los Camargo no de regalar tejas, cemento o tamales como los políticos tradicionales, ellos ofrecían pollos a cambio de votos y por eso se decía que eran los reyes de la “Pollitiquería”.
Rápidamente revisemos como se comporta esta pareja: En el 2003, la Senadora Serrano, presenta un novedoso Proyecto de Ley: Reproducción humana asistida, la iniciativa presentada por la política “liberal” pretendía impulsar la comercialización del genoma humano (básicamente). En ese mismo año promueve la cátedra de convivencia, (En la que debía incluirse la tolerancia por las diferencias) pero al no recibir respaldo en primer debate retira la propuesta. Como colofón a su actuación legislativa, incorpora en el Plan de Desarrollo una proposición que busca favorecer a la Alianza Summa (Avianca). En el último intento por revalidar la curul, fue traicionada por su ex secretario Carlos Ferro (Seguro lo recuerdan mejor por su participación en el secuestro y homicidio de Martha Catalina Daniels o por su actuación estelar en el escándalo de “La comunidad del anillo).
Por su parte Camargo, desde su primera etapa con el Tolima (años 80) ha tenido una estrategia: Declararse insolvente para esquivar el pago de los intereses por los créditos adquiridos. En otras palabras, hace “berrinches”. Por ejemplo, en el 2013 “puso contra la pared” al alcalde Luis H. Rodríguez y consiguió exoneración de arriendo del estadio, garantía de compra de boletería (con recursos de la Alcaldía), exención de impuestos de industria y comercio durante 10 años y gestión de publicidad para el equipo. Cuando en 2015 el nuevo alcalde Guillermo A. Jaramillo (Tipo cuestionado por su Gobernación del Tolima y su Secretaria en Bogotá) quiso corregir la desfachatez administrativa de su antecesor, amenazó con sacar el equipo de la ciudad, incluso jugó algunos partidos en el estadio de Techo en Bogotá (acá si sin poner peros y pagando todas las obligaciones).
Cuando al ex Senador Camargo alguien le refuta o cuestiona, corre la suerte del periodista Alejandro Rodríguez (vetado por publicar información sensible). Al contar con el respaldo de las bases políticas de la ciudad, un amplio sector del periodismo radial y desde luego, los enceguecidos fanáticos del equipo (quienes se benefician de la boletería regalada que no declara impuestos) se siente a sus anchas: Es Don Gabriel, es el eterno Senador Camargo, es el señor feudal de la capital musical.
Ese personaje vetusto y de proceder mafioso, es el reflejo de una sociedad en descomposición, heredero de una escala de valores radical para imponer su opinión, pero muy flexible para sacar provecho de las oportunidades brindadas por el detrimento del patrimonio y los recursos públicos, representa a la Colombia obsoleta, la Colombia que no asimila las libertades individuales, la Colombia que cree en cartillas homosexualizadoras, la Colombia que se asombra por el beso de una del mismo sexo; pero no por indicadores crecientes de padres heterosexuales que abandonan a sus hijos.
A estas alturas del partido no entender que simplemente todos somos seres humanos y tenemos por naturaleza el derecho a decidir, es seguir viviendo en 1830. Cuándo alguien me exhibe sus argumentos para coartar estas libertades, le recuerdo que hubo un momento de la historia en que se creía que los negros, los indios y los esclavos no tenían alma.
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