Un concejal de Los Ángeles, Mitch O’Farrell, al más puro estilo chavista, arremetió contra Cristóbal Colón y exigió, también a lo Chávez, que se retire de un parque de la ciudad la estatua que fue instalada en 1973 por iniciativa de un grupo de inmigrantes y descendientes de inmigrantes italianos del sur de California.
Esa agresión a Colón, fruto del resentimiento y el complejo de inferioridad de quienes pretenden ser “mejores” que los españoles que colonizaron casi todo el continente americano, ha despertado una polémica, nada nueva en el mundo, pero muy reciente en California y en los Estados Unidos. Es el antiguo enfrentamiento de la Leyenda Dorada y la Leyenda Negra. La Leyenda Negra, propiciada por los ingleses, sostiene que los españoles, encabezados por Colón, fueron terribles genocidas y acabaron vilmente con las civilizaciones que existían previamente a su llegada.
Así lo proclamó O’Farrell tras un acto público en el que exigió el retiro de la estatua, y al que acudieron ciento y tantas personas, entre ellas, descendientes de indios que chillaban y tocaban sus tambores en apoyo de la tesis antiespañola. Pero la Historia, sobre Colón, refleja algo muy distinto: “Es una figura que hasta ahora no había sido contestada gracias a sus logros en la navegación, por colonizar un nuevo espacio y porque supuso una globalización”, afirma Carlos Martínez Shaw, profesor emérito de Historia Moderna de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y miembro de la Real Academia de Historia.
Aunque sí es cierto que los conquistadores causaron la muerte de millones de indoamericanos, por las armas o por enfermedades para las que no tenían defensa. Sin embargo, no se puede acusar de genocidio a quienes no tenían en lo absoluto intenciones de asesinar a masas de seres humanos. Actuaron conforme a las ideas de su época y movidos por razones políticas y económicas.
La Leyenda Dorada, por el contrario, trata de edulcorar la gestión de los españoles, enfatizando que gracias a ellos hoy hablamos en la antigua América española un solo idioma en vez de unos 500, lo cual es rigurosamente cierto. Y aunque por razones religiosas en muchos casos frenaron el progreso de los españoles de este lado del charco, como bien señala Consuelo Valera, doctora en Historia de América e investigadora de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos del CSIC, “España fundó la universidad en Perú en el siglo XVI (Lima 1551); mientras que los ingleses fundaron Harvard en 1636 y en Brasil no la hubo hasta principios del XX, cuando ya era independiente”.
Acusar a Colón de genocida no es sino un despropósito, hijo del resentimiento y de la inferioridad real. Colón fue un personaje importantísimo de la Historia, y merece el reconocimiento de todos los americanos, los del norte, los del sur y los del centro.
Eduardo Casanova