VENEZUELA LA NUEVA CIUDAD DE BABEL

in informationwar •  6 years ago 

Durante la realización del Congreso por Venezuela (participé en la mesa de Comunicación) allí pude presenciar como una dama abogado (había más juristas, docentes y locutores que comunicólogos) de manera candorosa e impúdica, afirmó que patria, nación y país, son sinónimos.

Esa aberración y otras similares que nos conseguimos en el día a día, son el resultado de un sistema educativo cuyas fallas en la enseñanza del castellano se arrastran desde la fundación del Instituto Pedagógico de Caracas en 1936 (denunciadas por Ángel Rosenblat en 1960) Las mismas no son exclusivas de Venezuela y plagan a los países de habla hispana.

Resulta que una palabra puede poseer muchos significados (polisémica) también puede ser usada en diferentes contextos (multidimensional) y puede estar presente en todas partes (ubicua). Además puede ser compartida y divulgada en diferentes formas (multimedia), lo que contribuye a incrementar la emergencia de nuevos significados.
Estas características de por si complejizantes, se complican más cuando las personas poseen un léxico limitado como resultado de no leer (en Venezuela la gran mayoría no lee para su formación continua, pues se asocia la lectura con la escolaridad, de manera tal que muchas personas una vez que obtienen un título de técnico o una licenciatura, no vuelven a tocar un libro durante el resto de sus vidas).

El asunto adquiere aspecto de rompecabezas cuando a lo anterior agregamos que el habla de la calle es dinámica y cambiante pues inventa y agrega nuevos significados cada día, proceso al que se suma la contribución de las nuevas tecnologías para el procesamiento de la información, las cuales incorporan neologismos de origen técnico que a su vez son reinterpretados y deformados en el habla de la calle. En ese proceso, es fácil comprender que una palabra que hace cien o cincuenta años tenía un significado, ahora sea interpretada con uno diferente.

A lo anterior es necesario agregar la carga de subjetividad racional y emocional que cada persona le agrega a las palabras, las cuales van matizadas con los conocimientos, convencimientos, creencias, ideologías, juicios, prejuicios y experiencias particulares de cada quien.
Puestas así las cosas, resulta fácil comprender que en una conversación, frente a la emergencia de la palabra “carro” (en España y otros lugares esta palabra refiere un carromato de madera o carreta. Pues por allá, se usa coche o automóvil) cada participante visualice un modelo o marca diferente de vehículo automotor acorde con sus patrones, paradigmas y neuroprioridades. Lo mismo sucede con el resto de las 88.000 palabras del diccionario y las ciento cincuenta mil del habla castellana.

En medio de esa selva de significados, el lenguaje lejos de cumplir su función que es proporcionar certidumbre a las acciones humanas nos ha sumergido en la incertidumbre, la confusión y el caos. Lo cual arropa y tiñe al resto de las acciones humanas. Pues, hay palabras que por el significado que poseen en nuestro cerebro, nos llevan al auto engaño. Lo cual es de una gravedad mortal si pensamos que el buena parte de la humanidad experimenta lo mismo y combate con el resto para imponer su interpretación.

Es verdad que las palabras son empleadas para convencer con razón o sin ella. Las palabras engañan porque fueron hechas para persuadir, para que cada quien escuche y lea lo que perciba más agradable, escriba lo que entienda y se enrede con ellas. Sabemos que las palabras engañan pero son las que tenemos, las que usamos. Sabemos que todas se prestan a engaño, pero algunas más que otras. En este contexto, la sociedad venezolana que era cuasi rural hasta los años sesenta, ingresó al siglo XXI en una discusión política más confusa que nunca y más enredada que los libros de Marx.

Ha sido por las razones expuestas que desde el 2003 después de analizar el discurso populista y neo fascista (unión cívico militar) de Chávez presentado como socialista (para darle formalidad) y bolivariano (para usar los iconos y creencias sembradas en mentalidad venezolana) que he venido planteando la necesidad de resemantizar (otorgarle otro significado) el castellano que se habla en Venezuela. Pues, la mayoría de las palabras han perdido su significado original y el adquirido con el tiempo, se ha convertido en una debilidad que los vivos emplean para engañar y perpetuar el autoengaño. Verbigracia las palabras pueblo, patria, soberanía, independencia, estado, oligarquía, imperio, democracia, partido, burguesía, éxito, respeto, honor, ética, libertad, rico, moral, civil, prosperidad, militar, ciudadano, entre muchas otras.

Particularmente creo que habría que empezar por repensar las palabras que usamos, a partir de preguntarnos cómo y para qué las usamos. Pues, cuando digo libertad muchos entienden o lo interpretan como anarquía. De igual manera cuando digo esclavitud, la mayoría imagina a un negro encadenado. Cuando digo civilidad, muchos entienden urbanidad, cuando digo moral otros traducen “pacateria” o modosidad y, cuando digo educación la mayoría comprende modales. Esto se complejiza aún más en la actualidad, pues la gran mayoría de venezolanos confunde comunicación con información, informática con computación, sistemas con cibernética y conocimiento con data.

Creo que deberíamos comenzar a ponernos de acuerdo sobre ciertos sentidos y significados. O, por lo menos, empezar a cuestionar los que damos por ciertos y que defendemos por estar seguros de lo que significan. Esto es urgente y necesario, porque no nos estamos entendiendo dentro de la familia ni en la comunidad, ni entre los liderazgos y mucho menos entre los partidos. Lo cual explica quince años en un callejón, aparentemente sin otra salida que no sea la violencia y la afrenta lavada con sangre.


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Muy cierto, se implantó un desdén por lo concreto y un afán por la imprecisión, se desarrolló un cambio en la forma de ganar una discusión, en que prevalece el populismo bruto y emocional sobre un discurso lógico y racional.

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