Frases y otros...

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Una idea a modo de resumen, dado que son los datos bíblicos los que sitúan a la conciencia en un doble plano: como sede de la interioridad y como función concreta de discernimiento para lo referido al del juicio moral sobre lo que se debe hacer o evitar.

Haciendo una profundización teológica, se puede observar que los planteamientos de autores eclesiásticos, en primer lugar, de los padres de la Iglesia. Que recurren a distintos términos para referirse a la conciencia moral como interioridad de la persona donde irradia toda la actividad moral del cristiano, sintetizada en los siguientes términos: corazón, conocimiento y ley de Dios. Para los padres de la Iglesia; la conciencia manifiesta la voluntad de Dios. En segundo lugar, los autores latinos clásicos como Cicerón, para quien la conciencia es un conocimiento común a varios, para San Cipriano es un hecho, “sub populi adsistentis conscientia”.

Tito, dice que es un conocimiento interior, que actúa con fuerza “concientia virium nostrarum et suarum”. Así, Plinio, dice: “cum haberent conscientiam conditionis suae”, pero esto es en un sentido más psicológico. Tertuliano indica que la conciencia es un conocimiento íntimo, “propia conscientia animae”. Sin embrago, Cicerón es el que le otorga al concepto de conciencia un sentido cristiano. Puesto que, la considera como “lucidez por la que el ser humano no solo sabe lo que hace, sino que se le añade como juicio moral en el bien o en el mal. Lactancio lo relaciona con las faltas litúrgicas.

Los escolásticos, son los que revisten a la conciencia de un carácter más especulativo e intelectual. Para San Tomás, es una especie de realizar de manera personal, la búsqueda de la verdad. Por eso, la distingue en: sindéresis, es decir, una “conciencia originaria”, fundamental, habitual, capacita a los primeros principios universales y los valores morales. La conciencia es el acto que aplica a las situaciones concretas. En el siglo XVII y XVIII, la conciencia, tiene como única función es mostrar la obligatoriedad de la ley. Pero, esto cayó en el empleo de la casuística. En el siglo XX se olvidó de su carácter funcional y de la libertad, cae en el subjetivismo y en el legalismo.

En el Concilio Vaticano II se reivindica a la conciencia no solo como juicio práctico, sino centro de la interioridad de la persona. Por ese motivo, en el Catecismo, encontramos tres momentos bien marcados, a saber, el juicio que la conciencia está llamada a realizar, la afirmación de la conciencia como objetiva de una realidad trascendente, y la necesidad de decidir moralmente en conciencia. Por lo que, el Catecismo de la Iglesia ofrece una síntesis basada en lo enseñado por el Concilio Vaticano II. De llegar a ser modo, la conciencia es considerada como núcleo más secreto y la conciencia como juicio sobre el actuar humano del hombre. Para completar la breve visión intentaremos capturar las concepciones sobre «conciencia» en algunos filósofos mordernos y contemporáneos .

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En ese sentido, Descartes, comprende a la conciencia como una realidad esencialmente cognoscitiva. Para Kant es el tribunal interno del hombre, y así, Hegel, piensa que es el Todo, el absoluto. Lo cual es rechazado por S. Kierkegaard, porque la comprende como interioridad. Karl Marx, piensa que la historia es el instrumento de la actualidad, así la conciencia es comprendida como histórica y no trascendente. (Señalando al Marx adulto y discrepando del nobel Marx)

Por otro lado, Nietzsche y Sartre afirman la libertad como camino de «la conciencia moral». Husserl, cree que la conciencia es salir fuera de sí mismo, trascenderse, en ello, garantiza su unidad.

Para, S. Freud es el “súper yo”, y para Carl Jung, discípulo de Freud, la conciencia era la parte del psiquismo que la persona conoce en forma directa. Pero, para Heidegger, es una llamada de la preocupación, desde la postración de la existencia a su más alta posibilidad de ser.

Karl Jaspers piensa que la conciencia es una voz que es él mismo, por eso exige una decisión como respuesta.

Por eso, una visión más psicológica, como la de John Watson, indicador del “conductismo”, que llega a afirma que todo está en el comportamiento, por ello, la psicología humana puede prescindir de la noción de conciencia. Además, Ludwig Wittgenstein, al defender una unidad íntima entre lo corporal y lo mental, es decir la unidad de la persona humana, alcanza a afirmar que los estados de conciencia, deben aplicarse a la unidad del ser humano. Así, para poseer la llamada autoconciencia no es necesaria la autoobservación, sino más bien dependería únicamente de la relación con las demás personas.

Julián Domingo.

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La filosofía no sigue necesaria a rajatabla el método científico.
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