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in la •  7 years ago 

Unda o la novia del mar (Unda; or, The Bride of the Sea) es un poema marítimo del escritor norteamericano H.P. Lovecraft (1890-1937), compuesto en 1915 y publicado en la edición de febrero de 1916 del periódico The Providence Amateur.

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Unda, o La novia del mar evidencia la fascinación que H.P. Lovecraft sentía por las profundidades del mar; recordemos, residencia del soñoliento Cthulhu, Dagón y otros tantos dioses de su mitología.

Sin embargo, Unda o La novia del mar no es un poema de los Mitos de Cthulhu; pertenece a una faceta más tradicional de la obra de H.P. Lovecraft donde se observa la influencia de poemas notables como La balada del viejo marinero (The Rime of the Ancient Mariner) y Christabel (Christabel), ambos de Samuel Taylor Coleridge, y el ambiente gótico de Lenore (Lenore), de Gottfried Bürger.

Unda o la Novia del Mar

Negro telar de riscos, tierras altas detrás de mí,
Oscuras son las arenas de la distante costa;
Sombríos son los caminos rocosos que me recuerdan
Con tristeza los días perdidos en el Nunca Más.

Suaves, las olas del océano acarician las rocas,
Dulce y familiar es aquel sonido hondo;
Aquí, con su cabeza sobre mi hombro
He caminado con Unda, La Novia del Mar.

Brillante fue la aurora de mi juventud cuando la conocí,
Dulce como la brisa que sopla sobre la hierba.
Rápido fui capturado en las más sólidas cadenas del Amor,
Era feliz estando aquí, y Ella era feliz conmigo.

Nunca le pregunté por dónde había vagado,
Nunca me preguntó por mi pasado:
Felices como niños: no pensamos ni soñamos,
Sólo disfrutamos de la abundancia de la tierra y el océano.

Cuando la luz de la luna tocó su suave melodía,
Alta en el acantilado, sobre las aguas que contemplamos,
Su cabello fue atado con una guirnalda de sauces,
Desplumado en la fuente de un bosque encantado.

Extrañamente, ella miraba aquel vaivén repentino,
Deslumbrada ante la luz, encantada por el sonido:
Entonces las olas de salvaje aspecto la reclamaron,
Severas como el océano y crueles como la noche.

Fríamente ella me dejó, sorprendido y llorando,
De pie, en soledad, entre las legiones que ella bendijo:
Hacia abajo, siempre abajo. A medias cayendo, a medias volando,
La dulce Unda robó los secretos malditos del mar.

La calma creció sobre las aguas, y los azotes tumultuosos
Fueron un monótono balanceo mientras Unda, la Hermosa,
Pasó por las arenas húmedas con afectuoso saludo,
Oculta para mí, ya nunca estuvo allí.

Largos años vagué por las rocas donde ella se desvaneció,
Altas lunas ascendieron y cayeron otra vez.
Gris rompió el alba hasta que la triste noche fue desterrada,
Mi corazón permaneció allí, con su infinito dolor.

He recorrido el amplio mundo en busca de mi amada;
Vagué por el lejano desierto y las distantes aguas.
Hasta que sobre una ola, mientras la tormenta rugía,
Vislumbré un rostro que me embargó de calma y felicidad.

Nunca en mi inquietud he tropezado
Al buscar los pálidos destellos de mi camino.
Ahora me he extraviado donde las olas tiemblan,
De vuelta en el escenario del ayer abandonado.

¡Mira! La luna se alza roja sobre las brumas del mar,
Se eleva en una ominosa grandeza, digna de contemplar;
Extraño es su rostro, como mis torturados ojos que ven
Sobre el inabarcable reflejo de la luz y el azul.

Directo desde la luna, hasta la orilla donde estoy suspirando,
Surge un puente brillante, hecho de anhelos y diamantes.
Frágil puede ser, pero qué sencillo resulta intentarlo:
Vagar desde la tierra hasta el orbe de los sueños olvidados.

¿Qué rostro aparece bajo el luctuoso ojo de la luna?
¿He encontrado por fin a la doncella que huyó?
Sobre el puente delicado mis pasos se acercan,
Su fantasma de ternura acelera mi marcha.

Las corrientes me rodean, y suave me balanceo,
Lejos, sobre el sendero de la luna finalmente la veo.
Impaciente, a medias cayendo, a medias rezando,
Avancé hasta alcanzar aquella visión de la Gracia.

Las aguas murmurantes se cierran sobre mi,
Suave, la visión se acerca con ternura.
Mis hechos han concluido. Mi corazón reposa sin lugar,
A salvo eternamente con mi amada: La Novia del Mar.

Unda or The Bride of the Sea

Black loom the crags of the uplands behind me;
Dark are the sands of the far-stretching shore.
Dim are the pathways and rocks that remind me
Sadly of years in the lost nevermore.

Soft laps the ocean on wave-polish’d boulder;
Sweet is the sound and familiar to me.
Here, with her head gently bent to my shoulder,
Walk’d I with Unda, the Bride of the Sea.

Bright was the morn of my youth when I met her,
Sweet as the breeze that blew in o’er the brine.
Swift was I captur’d in Love’s strongest fetter,
Glad to be hers, and she glad to be mine.

Never a question ask’d I where she wander’d,
Never a question ask’d she of my birth:
Happy as children, we thought not nor ponder’d,
Glad with the bounty of ocean and earth.

Once when the moonlight play’d soft ’mid the billows,
High on the cliff o’er the waters we stood,
Bound was her hair with a garland of willows,
Pluck’d by the fount in the bird-haunted wood.

Strangely she gaz’d on the surges beneath her,
Charm’d by the sound or entranc’d by the light.
Then did the waves a wild aspect bequeath her,
Stern as the ocean and weird as the night.

Coldly she left me, astonish’d and weeping,
Standing alone ’mid the regions she bless’d:
Down, ever downward, half gliding, half creeping,
Stole the sweet Unda in oceanward quest.

Calm grew the sea, and tumultuous beating
Turn’d to a ripple, as Unda the fair
Trod the wet sands in affectionate greeting,
Beckon’d to me, and no longer was there!

Long did I pace by the banks where she vanish’d:
High climb’d the moon, and descended again.
Grey broke the dawn till the sad night was banish’d,
Still ach’d my soul with its infinite pain.

All the wide world have I search’d for my darling,
Scour’d the far deserts and sail’d distant seas.
Once on the wave while the tempest was snarling,
Flash’d a fair face that brought quiet and ease.

Ever in restlessness onward I stumble,
Seeking and pining, scarce heeding my way.
Now have I stray’d where the wide waters rumble,
Back to the scene of the lost yesterday.

Lo! the red moon from the ocean’s low hazes
Rises in ominous grandeur to view.
Strange is its face as my tortur’d eye gazes
O’er the vast reaches of sparkle and blue.

Straight from the moon to the shore where I’m sighing
Grows a bright bridge, made of wavelets and beams.
Frail may it be, yet how simple the trying;
Wand’ring from earth to the orb of sweet dreams.

What is yon face in the moonlight appearing;
Have I at last found the maiden that fled?
Out on the beam-bridge my footsteps are nearing
Her whose sweet beckoning hastens my tread.

Currents surround me, and drowsily swaying,
Far on the moon-path I seek the sweet face.
Eagerly hasting, half panting, half praying,
Forward I reach for the vision of grace.

Murmuring waters about me are closing,
Soft the sweet vision advances to me:
Done are my trials; my heart is reposing
Safe with my Unda, the Bride of the Sea.

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