Desde que tengo el conocimiento de alimentarme sanamente, recuerdo que mis padres decían que los bananos con sus nutrientes naturales como el potasio, siempre va a aportar al organismo bienestar al instante; en mi tiempo de ciclista, era muy común la ingesta de varias piezas; antes, durante y después del pedaleo; por aquello de prevenir calambres; lo mismo han recomendado a los nadadores.
Yo creería que mamá gorila, le enseño lo mismo a sus hijitos; de ahí que ellos vivan cerca de donde hay palmas bananeras; sin embargo, me causo tristeza la historia que cuenta Mario Mendoza en su libro -Buda Blues- acerca de cómo los cazadores les ponen la trampa a los gorilas jóvenes, con relación a los bananos de nuestro actual compartir. Iniciemos con este poema, que quizá el gorila atrapado tararee:
El gorila en su dolor dice:
sólo con pelarte, te disfrutaré,
todita sabrosita, ah, pero no te soltaré”
La trampa: en el tronco de un árbol, los astutos cazadores hacen un agujero, geométricamente perfecto, abandonan una deliciosa banana dentro; el gorila, salta y observa a todos lados, no ve a nadie, sumerge la mano con cuidado y agarra la fruta; el puño con la banana no logra salir del agujero.
Hay sólo una forma de sacar la mano: -consiste en soltar la banana y juntar los dedos- entonces, regresaría al árbol y a la libertad; pero no lo hace; el suculento banano es su deseo, su apego, el cual lo mantiene prisionero. El cazador llega, golpea al gorila en la cabeza, pierde el conocimiento o muere agarrado a su banana. -Esa es mi tristeza: el gorila paga con su vida el amor por una suculenta banana-
*Nota: Está publicación pertenece al mismo autor del blog:
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