(Inspirado en el film “El Curioso Caso de Benjamin Button”)
En nuestro vivir diario es muy común escuchar la célebre frase “la vida es corta, es un ratico”, la usamos en toda ocasión y en variadas circunstancias, para justificar acciones propias que creemos indebidas, para manipular decisiones ajenas que puedan favorecernos, como consejo cuando no se nos ocurre una respuesta más personalizada y creativa que dar, en fin, le hemos dado tantos usos que se ha convertido para nosotros en una especie de “comodín” que nos permite mover nuestras acciones y evadir respuestas concretas sobre las mismas, ¿respuestas? ¿a quién? a nosotros, claro está, sino no tendrían sentido.
La vida no es corta ni es larga, eso depende de nosotros; una chica de dieciséis (16) años que tenga dos hijos, a quien quizás hayan forzado a casarse o tal vez haya tenido que asumir la responsabilidad sola y que posiblemente antes de duplicar su edad termine siendo abuela, podría decir con toda propiedad que la vida es corta, pues no habrá quemado todas las etapas que le correspondía vivir antes de asumir el roll más hermoso e importante que puede asumir una mujer: ser madre, esto no quiere decir que ya no pueda alcanzar la felicidad pero, se habrá perdido de tantas cosas…
Por eso ratifico, no es cuestión de lamentarse por la fecha de vencimiento que trae la vida (si ni siquiera la conocemos), la esencia de ésta se resume, para mí, en dos aspectos trascendentales: “lo que nos llevamos” y “lo que dejamos” (excluyendo indiscutiblemente los bienes materiales). Siendo lo primero, el conjunto de experiencias a modo de aprendizaje que nos hace madurar, entendiendo por “madurar” a nunca dejar de ser niños; y lo segundo, las huellas que dejamos en los seres con quienes tuvimos la dicha de interactuar, no existe mejor aval de que tu vida fue de provecho que la forma como te recuerdan esas personas, la enseñanza que les dejaste. “Eres diferente a cualquier persona que haya conocido antes…” esta frase está presente en la producción cinematográfica “El Curioso Caso de Benjamin Button” y entraña fielmente el sentido de vivir, ser los mejores en cualquier cosa que decidamos hacer, en aquello que adoptemos como misión, mi madre siempre me decía que si yo decidía vender empanadas en la universidad, ideara la forma de que fueran las empanadas predilectas de los consumidores, así sería yo la creadora de “las mejores empanadas de la universidad”.
Si en algún momento nos cansamos de vivir, si nos sentimos agotados de espíritu o no encontramos sentido a lo que hacemos, es indispensable cambiar de rumbo, pues lo que sea que hayamos estado haciendo hasta el momento, no está dando los frutos necesarios. Es de vital importancia no temer a los cambios, pues de éstos depende nuestro crecimiento y evolución, nunca sabremos qué nos espera detrás de una puerta desconocida si no la abrimos, así pues, se me viene a la mente una frase ícono de una popular novela de Mónica Montañés trasmitida en un conocido canal de televisión nacional “para ser feliz lo que hay es que atreverse” y es que el miedo es el obstáculo más letal que podemos encontrar. Aparte, para superar el miedo lo primero es definirlo, saber exactamente a qué tememos y de esta forma conocernos a nosotros mismos; lo segundo, utilizando nuestras fortalezas, enfrentarlo cada quien a su modo pero siempre apoyándonos en el amor, que es para nuestro espíritu como el agua para nuestro cuerpo. Para lograr conocernos y tener claras nuestras capacidades y limitaciones, es necesaria una constante revisión de lo que hacemos, de las oportunidades que se nos presentan, de cuáles aprovechamos y cuáles dejamos pasar por debajo de la mesa, ya que, como se plantea en el film mencionado, “Son las oportunidades las que nos definen, hasta aquellas que hemos perdido”.
García Márquez decía: “le probaría a los hombres cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse”. Si dejáramos de preocuparnos por lo que nos depara al envejecer, por cuándo o cómo moriremos, y nos dedicamos a admirar los detalles que generalmente no vemos, si saboreamos cada aroma que respiramos y palpamos cada melodía que oímos, si sentimos un sismo en el pecho con cada abrazo que damos, si se nos contrae el estómago cuando reímos, si se propaga por nosotros una reconfortante calidez cada vez que sorbemos un beso, en fin, si entendemos que moriremos como nacimos o que nacimos como moriremos pero que lo importante son las sensaciones que experimentamos en el andar, entonces, sólo entonces, estamos vivos.
Osaly Gabriela Hurtado Montes de Oca.
Imagen tomada de: https://elsygonzalez.wordpress.com/2015/02/28/91/