El día ha finalizado
y otra fútil batalla se ha perdido,
una lucha ante un adversario que jamás ha perdonado,
un rival que minuto a minuto nos deja mortalmente herido.
No notamos la valía del daño ocasionado
hasta no ver pocas piezas en la mesa,
notamos la fragilidad de un rey acorralado,
ante peones que con cada movimiento mas y mas lo apresan.
Algo tan valioso que dinero alguno ha comprado,
algo que jamás vitrina alguna ha exhibido,
algo que nunca nadie ha recuperado,
pero algo que todos, absolutamente todos hemos perdido.
Aunque en esta guerra nunca nadie ha ganado
no queda más que luchar con valor, con gallardía
y cuando el ultimo y oscuro día haya llegado,
perder con la cabeza en alto y el corazón repleto de alegría.