Por las trochas de la fantasía y la ecocrítica en Latinoamérica

in literatura •  7 years ago 

Un mundo sin animales, plantas, árboles, montañas, picos nevados, ríos, mares, heladas pozas o lagos con relámpagos misteriosos, sería un mundo alucinado, vacío. Desde siempre, los narradores han vivido arrebatados por el poder de la fantasía, inventando protagonistas, lugares o situaciones, retratando paisajes. Ese afecto entre el ser humano y su entorno natural, es necesario.
Es responsabilidad mundial proteger el entorno natural al cual también pertenecemos. El tema de la biósfera llega en un momento especial, después de la adopción del programa de desarrollo sostenible 2030 y del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Ahora es el momento de empezar a asumir acciones concretas para cumplir con los compromisos adquiridos.
Las reservas de biosfera son un modelo único dentro del sistema de las Naciones Unidas. Desde la ciencia, educación y cultura, se promueven valores asociados con la biodiversidad y la diversidad cultural.
La literatura constituye un modo privilegiado de aplicar las convenciones internacionales y dar respuesta a los desafíos del siglo XXI, por su capacidad única de sensibilizar al lector en la necesidad de reunir una red voluntaria e interdisciplinaria para la protección de los ecosistemas de todo el planeta.
Sin duda, este lado del continente ha sido un descubrimiento para los naturalistas, ilustres viajeros o exploradores desde los tiempos de la conquista o más tarde, con Darwin, Alexander Von Humboldt, Aimé Bonpland y el británico Eduard Whymper, entre otros, que realizaron numerosas exploraciones en toda Latinoamérica, para ampliar sus estudios sobre geografía.
Elaboraron cientos de dibujos de la flora, fauna, de los minerales, así como de las costumbres indígenas y del resto de la sociedad. Muchos de ellos, como devotos peregrinos recorrieron lugares desconocidos. Muchos todavía lo hacen a través de la palabra escrita.
Las novelas, poemas, cuentos y relatos, son viajes, desafíos de la imaginación, exploración de paisajes que reafirman la idea de Tzvetan Todorov, el lingüista, filósofo, historiador, crítico y teórico literario búlgaro que dijo que: «La literatura existe para decir lo que no dice ni puede decir el lenguaje corriente; si significara lo mismo que ese lenguaje corriente, la literatura no tendría razón de ser».
Hay un hilo que une la literatura con la naturaleza. El terror del hombre frente a sí mismo y también frente a la naturaleza se percibe en las tramas de Dostoyevski, Faulkner, Gallegos, Otero Silva, Vargas Llosa, García Márquez, por citar algunos autores. El miedo ancestral por la desaparición del hombre de la faz de la tierra, la lucha del hombre que pretende frenar los procesos de enajenación cultural, natural y de colonización, la oposición civilización-barbarie.
Hans Jonas, el filósofo alemán que es principalmente conocido por su influyente obra El principio de la responsabilidad en la década del setenta, centrada en los problemas éticos y sociales creados por la tecnología, insiste en que la supervivencia humana depende de los esfuerzos para cuidar el planeta y su futuro.
Si algunas veces la historia pierde la brújula y por ende la memoria, los escritores suplen con imaginación esa pérdida, recordando con sus textos que hay belleza en el entorno. La literatura ayuda a verla, a entenderla, proponiendo una mirada diferente. Pobre del medio ambiente si no existiera esa mirada extrañada para ver las otras posibilidades de la vida, las más sutiles: los susurros producidos por los árboles en medio de la noche, el canto de las sirenas, el ulular del viento entre las hondonadas o el aroma de la lluvia.

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