Les cuento que hace una vez muchos años años ya...pero que bastantes... conversaba con un amigo a plena luz del día, en medio de una de tantas calles en las que he estado, cuando de repente, se nos ocurrió ver al cielo... y mira que allá arriba, estaba nada menos, y nada más, que la luna.
Siendo cosa de las 10am, claro que nos pareció raro porque siendo tan óvenes como eramos, solo habiamos vista la luna en horas nocturnas...nunca de día. Estuvimos discutiendo el suceso un buen rato y, finalmente, llegamos a la conclusión de que la luna había optado por aparecer de día porque se había quedado a buscar a algien. Por supuesto, ese alguien necesariamente tenía que ser alguno de nosotros dos...
El tema era como averiguar quien de los dos era el aludido por la luna..y no tardamos mucho en elaborar un plan para averiguarlo. Simplemente, ambos alzaríamos la mirada hacia la luna y caminariamos en direcciones opuestas, sin perderla de vista. La luna seguiría al que se quedó a buscar. Al menos, eso suponíamos. De manera que mirando hacía la luna empezamos a caminar en direcciones opuestas...
Luego de unos 100 metros nos detuvimo y nos regresamos a reencontrarnos. Entonces, las discusiones empezaron, porque ambos asegurabamos que la luna nos había seguido a cada uno.
Lamentable, pero así era. Nos siguió a los dos...
No se extrañen de que existan situaciones muy parecidas en las relaciones humanas, donde un hecho imposible ante la lógica, puede ocurrir tranquilamente de la manera mas inverosímil posible...