Cuando reelabora y rediseña planteamientos de autores soberbios, siempre es fructificante verles y leerles.
Ver unas relecturas de los clásicos, los pre, modernos y post modernos es valiosos; y desde allí planteo una búsqueda de patrones que empezaron a recibirnos para la adquisición de nuestras propias categorías en las que nos vale poco el planteamiento más común, y nos busca dentro de todo lo conocido eso novedoso que es único, valiosamente discontinuo, diferente, irrepetible y finalmente cambiando todo lo anterior de lo que ya no queda semejanza sino que es la base de la representación de la originalidad más única y apetecible, desde los intelectual y como ejercicio mental.
Este libro expone críticamente el primer tomo de El Capital como una herramienta para estudiar la realidad histórico-social, tanto pasada, como presente y futura. A diferencia de muchos partidarios e impugnadores de Marx, el autor sostiene que su validez, así como sus dificultades, siguen siendo las mismas, tanto para su tiempo como para el nuestro.
Por eso, este libro encara diversos problemas de El Capital, sin buscar “adaptarlo” a las transformaciones que el capitalismo ha experimentado. Más bien vuelve a examinar el argumento de Marx, transformando con sus mismas herramientas inclusive la visión que él tuvo de su propia época, para luego explicar el curso posterior.
Esto ha sido logrado al desenterrar y articular varias categorías cuasi ocultas en el texto de Marx; entre ellas, el trabajo privado y las condiciones generales de la producción, y colocando a la reproducción como un momento analítico propio. Ello ha implicado rehacer las conclusiones de Marx, derivando hacia una sorprendente coincidencia con la historia seguida hasta hoy por el capitalismo central. Por ello y hoy más que nunca que estamos en la llamada época de la información esta crece, se reproduce, se apropia de patrones de sistematicidad que ele son más propias a las organizaciones vivas que a los sistemas mecánicos o de física clásica.
Wolff
Por ello, toda esta riqueza bibliográfica es invalorable. Así se cierran las divergencias entre teoría e historia, tantas veces denunciadas por los críticos, mientras repotencia a El Capital como instrumento de investigación. Y que él, como genio y crítico de los comentarios más duros contra su propio maestro y con quien seguramente compartía más de común que las diferencias que han dejado hacer sentir sus obras.
No deja de ser el enano o pigmeo subido a los hombros del gigantes más poderoso del pensamiento: Hegel, pero este enano, realmente como conocemos los del mundo de Blizzard, era un verdadero héroe o campeón de aquellos que haría temblar al mismo jefe de guerra de tránsito de la horda o al comandante de la alianza. Porque su valor, su aplomo, su fortaleza, su piel pétrea, son más que suficientes para resistir a las punzantes pero ineficaces dosis de venenosos pinchazos de sus enemigos.
Padres intelectuales del genial profesor de Könisberg.
Entonces si se reafirma no solo en las obras que plantean al pensador del Siglo XIX, por un lado su tradición de crítica como la comprensión más dura y mejor dada del capitalismo que Marx formuló hace siglo y medio, aunque por caminos que a muchos marxistas les será difícil aceptar. Desaparecen los mitos a los que habitualmente se asocia al Marx “profético”, pero mostrando la inestabilidad inherente a la sociedad capitalista, y la necesidad de encontrarle alternativas de raíz.
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