“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Juan 3:16 RVR1960
Finalmente es navidad, momento tan esperado por los niños del casi todo el mundo, en el que se levantan temprano para ver que regalos recibieron. La navidad es una celebración de carácter religioso que se observa hasta en países no cristianos, con excepción de determinadas naciones musulmanas. Hoy en día, es una fecha de un marcado sentido comercial. Muchos negocios prosperan debido a la venta de adornos, árboles, regalos, comida, todo en función de esta época del año. Sin embargo, lo que nadie tiene en cuenta es el inmenso e inconmensurable amor que se evidenció en este acontecimiento que esta fecha simboliza.
Cada padre quiere lo mejor para su hijo. Y ninguno pondría voluntariamente a su único hijo en condiciones de humildad absoluta, despojándolo hasta de la naturaleza que le corresponde por derecho de nacimiento, menos aún por personas que lo desprecian a uno. Por el contrario, le da lo mejor que tiene, y lo muestra a todos como su orgullo. Sin embargo, Dios hizo por la humanidad lo que ningún padre habría hecho, y es expresado magistralmente por Juan cuando dice: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Jesús fue despojado de toda naturaleza divina, y vino a nacer de la forma más humilde posible, en la que nadie habría imaginado para alguien con un origen tan asombroso, en un establo.
La navidad no es acerca de los regalos que se intercambian, ni tiempo familiar juntos, sino de que Dios creó un puente que unía el abismo que existía entre el hombre y Él mediante Jesucristo. Es el mayor acto de amor del que el mundo ha sido testigo. Cristo cambió la manera en que los seres humanos nos relacionábamos con el Altísimo, dio la posibilidad de salvación, acceso a la vida eterna y nos libró de las cadenas del pecado. Cuando estemos con nuestra familia, tengamos un momento para agradecer este amor materializado en el nacimiento del Hijo de Dios, que tuvo como primera cuna un pesebre.
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