“Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?”
Juan 6:67 RVR1960
La vida cristiana es difícil. Solamente por la fortaleza divina, podemos resistir las tentaciones, pruebas, persecuciones, ataques, provocaciones, burlas, entre otras situaciones que se enfrentan a diario. Con todo, hay un premio final, y el privilegio de poder llamar Padre al Creador del universo. Pero esto no es obligatorio. Debe partir de una decisión propia, de convicciones fuertes y firmeza en la fe.
En el contexto de este pasaje del evangelio según Juan, vemos que Cristo había comentado asuntos referentes a la salvación y la relación que existiría entre Dios y los hombres, mediante el uso de comparaciones y metáforas, que no fueron comprendidas y se tomaron literalmente. En un momento dado, las personas que seguían al Mesías, llegaron a decir que dura era esa palabra, que quién la podría recibir, y muchos se fueron. Jesús entonces le preguntó a los doce discípulos: ¿quieren acaso irse también ustedes? Las cosas que tenemos que hacer y enfrentar los cristianos son difíciles. Dios nos demanda cosas que pueden ser complejas de cumplir, como amar a los enemigos. Pero hay una razón para ello. Cada cosa que se nos dice que no hagamos, cada acción o actitud establecida como pecado y cada demanda para nosotros, solo nos evita problemas, nos aleja del hacer el mal y acerca más a Dios.
Pero Él no nos obliga a seguirle y obedecerle. Es nuestra decisión si preferimos hacer el mal, si decidimos rechazar la salvación, si queremos más las tinieblas que la luz, y si deseamos tener condenación eterna. Podemos rechazarlo, traicionarlo, y abandonarlo, pagar el bien con mal. Pero los que verdaderamente sabemos lo que ofrece Cristo, que da vida en vez de muerte, solo podemos decir como Pedro: ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
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