Tres décadas después de la caída del muro de Berlín, las dos superpotencias del siglo XXI parecen lanzadas hacia una nueva guerra fría. Estados Unidos y China avanzan en una espiral de amenazas, sanciones y acusaciones de espionaje de consecuencias imprevisibles, para ellos mismos y para el resto del mundo. Desde la confrontación en los ámbitos comerciales y tecnológicos hasta la competición armamentística y la lucha por la influencia en los distintos continentes, los dos gigantes protagonizan un pulso por la hegemonía global repleto de peligros y de final incierto.
Un régimen autoritario contra una democracia. Un enorme abanico de hostilidades en todos los ámbitos, geográficos o sectoriales. Espionaje, propaganda, músculo militar, símbolos. La historia, dicen, se repite; parece ser verdad. La Guerra Fría del siglo XX entre el Kremlin y la Casa Blanca amaga con volver en el siglo XXI
Hay, sin embargo, una diferencia radical con respecto a la Guerra Fría que se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XX. La antigua URSS nunca fue la potencia económica que es China, y los dos países entonces enfrentados no se encontraban tan interconectados financiera y productivamente como lo están ahora las dos mayores economías del mundo. “Para mí, eso significa que esta guerra va a durar al menos tanto como aquella o más incluso.
La pandemia de covid-19 ha hecho saltar ese proyecto por los aires, y ha sacado de nuevo a la luz las tensiones que la firma del acuerdo comercial había escondido debajo de la alfombra. Unas tensiones basadas en una enorme desconfianza mutua, de raíces históricas e ideológicas y que las recriminaciones en torno al origen y la gestión del virus han puesto de nuevo en el primer plano. La rivalidad, ha quedado claro, es sistémica y se extiende a todo tipo de áreas.
ambos chocan en el mar del sur de china , donde peikin reclama la mayor parte de las aguas teniendo china entonces una clara superioridad maritima