EL TESORO DEL CONQUISTADOR (NOVELA) (I)

in novela •  6 years ago 

PRIMERA PARTE

1

Un instante en la memoria, un sonido en la distancia... La vieja costa levantina se aparecía en el horizonte mismo de su existencia, situada en algún punto indeterminado de la vieja mar latina, que ahora suspiraba por un regreso a su otrora glorioso pasado, ya superado por las grandes naves que surcaban, liberadas, las aguas infinitas que las conducirían a Nuevos Mundos nacidos de manos íberas y sajonas. Sí... Su cárcel estaba allí, perdida en algún lugar recóndito de aquellas tierras (todavía) salvajes, inexploradas... Inexplotadas.

Olvidadas.

El otrora marino militar Martín Figaredo se veía a sí mismo como un espíritu de cambio, de profunda reforma. Un alma santificada, que daría, y devolvería a aquellas láminas azuladas el viejo esplendor que su pasado como historia antigua les confería. Sin embargo, pese a sus intentos desesperados por extender los brazos, o las piernas (¿las tenía?) hacia aquella costa mística que los fenicios visitaran, siglos atrás, no podía moverse.

No, era incapaz. ¿Por qué? ¿Cuál era la razón de aquella prisión invisible que lo retenía flotando sobre aquellas mareas infinitas? ¿Qué razón guardaba tal confinamiento indeseado? No lo sabía. Quería volver allí, a la vieja España, donde su hijo, tal vez, suspirara, un día sí, y otro también, por su regreso. Pero sus pretensiones chocaban contra un muro de viento invisible. No podría volver.

No, aún no. Todavía no... Su misión no estaba cumplida. Aún se debía al honor de su tierra, y al de su propio cometido, en aquella planicie infinita que parecía desear devorarlo, en sus propias entrañas, hasta el fin de sus días. Pero, ¿dónde se situaba? Mientras su cuerpo transparente se iba desvaneciendo, progresivamente, frente a las tan añoradas costas que un día sus ojos se cansaran de mirar, el recuerdo de un paraje infinitamente verde comenzaba a apresar su memoria con tanta intensidad, que ni el mismo marino entendía su porqué.

Su cuerpo regresaba a un más allá aparentemente eterno, y salvaje. Y el sonido de extrañas especies animales impactando en sus orejas, lo devolvían a una realidad que, ciertamente, no deseaba revivir. Pero en éso, sin duda alguna...

Ya no tenía elección.

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