Hoy quiero contaros un cuento. Muchos lo conoceréis en alguna de sus versiones: diversos príncipes venidos de lejanas tierras compitiendo durante cien días por el corazón de una princesa, o en una versión aún más simple, el de un humilde plebeyo, en ocasiones un pobre soldado, perdidamente enamorados esperando esos cien días con sus cien noches por conseguir el amor de su vida.
En la película Cinema Paradiso, el viejo y ciego Alfredo le cuenta al enamorado Totó esta historia:
– Quiero hacerte feliz, Totó. Ahora te contaré una cosa:
Una vez un rey celebró una fiesta. A ella fueron las princesas más hermosas del reino. Un soldado que hacía la guardia. vio pasar a la hija del rey. Era la más bella de todas y se enamoró al instante, pero ¿qué podía hacer un pobre soldado en comparación con la hija del rey? En fin… un buen día logró encontrarla y le dijo que no podía vivir sin ella.
La princesa quedó tan impresionada por su fuerte sentimiento que le dijo al soldado: “Si sabes esperarme cien días y cien noches bajo mi balcón, al final, seré tuya.” ¡Vaya! De inmediato el soldado se fue allí y la esperó un día, y dos días, y diez, y luego veinte… Y cada noche, la princesa le observaba desde la ventana, pero él no se movía. Nunca. Con la lluvia, con el viento, con la nieve… siempre estaba allí. Los pájaros se le cagaban encima y las abejas se lo comían vivo, pero él no se movía.
Después de noventa días, se había vuelto totalmente seco y blanco… Le caían las lágrimas de los ojos sin poder parar. Ya no le quedaban ni fuerzas para dormir. Mientras, la princesa no paraba de mirarle…
Y, al llegar la noche noventa y nueve… el soldado se incorporó, cogió la silla… y se largó de allí.
Y Totó salta incrédulo:
– ¡No me digas! ¿Al final?
– Sí. Justo al final, Totó. No me preguntes cuál es el significado, no lo sé. Si lo entiendes, dímelo tú.
Y Alfredo, simplemente, se levantó y se marchó…
En este punto es importante que cada uno de nosotros pare y llegue a su propia conclusión, ¿por qué, tras tanto sacrificio, cuando estaba tan cerca ver su sueño cumplido, se va? ¿Acaso tira la toalla? ¿No la ama como pensaba? ¿Qué sientes tú? ¿Qué habrías hecho tú en su lugar? ¿Cuántos días, cuántas noches esperarías?
Tiempo después, Totó, desconsolado, llega también, solo, a una conclusión y le cuenta cabizbajo a Alfredo:
– Totó: ¿Te acuerdas de la historia del soldado y la princesa? Ahora entiendo por qué el soldado se fue al final. Sí, con sólo una noche más la princesa habría sido suya, pero ella… ¿Y si no hubiera mantenido su promesa? Habría sido terrible. Se habría muerto. Así, al menos, durante noventa y nueve noches, vivió la ilusión de que ella estaba esperándolo.
Sin embargo, en este punto, ya con tu propia conclusión y con la de Totó sobre la mesa, dejadme acercaros otra que con frecuencia sirve como final del cuento, cuando no son un solo hombre, sino muchos compitiendo por poder pasar el resto de su vida junto a la princesa. Finalmente, tras noventa y nueve días y noches de penurias, sólo queda uno. Tan sólo uno poseedor del amor más puro, ha sido capaz de soportar. Sin embargo, al llegar el último día, simplemente se levanta y se va, y su madre le pregunta:
– Hijo, querías tanto a la princesa… Estuviste allí noventa y nueve noches y noventa y nueve días y el último te fuiste. ¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿De verdad no pudiste aguantar un día más?
– Madre, me enteré de que me había visto, que le había dicho a su padre que se iba a casar conmigo… Y a pesar de eso ¿no fue capaz de evitarme una sola noche de dolor? Alguien que no es capaz de evitarte una noche, una hora de sufrimiento no merece tu amor, ¿verdad? espero que le guste...