LA NATURALEZA HUMANA
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En un artículo de mi querido amigo Arnaldo García Pérez, el hace alusión a una creencia de John Locke, Filosofo y Medico inglés, (29 de agosto de 1632 – 28 de octubre de 1704), en la cual establece que, al nacer, la mente era una pizarra en blanco. Al contrario de otras teorías, la cartesiana, —basada en conceptos preexistentes—, sostuvo que nacemos sin ideas innatas y que, en cambio, el conocimiento solamente se determina por la experiencia derivada de la percepción sensorial, producto, claro está, de la experiencia de vida.
Como es ya un habito en mí, todo lo que leo en referencia a la conducta humana, y esto es casi todo lo que sucede en nuestro entorno, necesariamente lo ubico en el contexto de lo que estamos viviendo social y políticamente hablando, en este gran y hermoso globo terráqueo regalo de una Entidad Superior. Y en este caso lo voy a situar en lo que ocurre con el venezolano, sobre todo, aquel que escogió la vía del autoexilio como solución (¿probable?) a la gran destrucción no solo de un país, en el que primero destruyeron el sentido de pertenencia, que debe ser consustancial con todos los naturales no solo de una nación, sino que lo debe ser también de una cultura, producto de esas experiencias de vida que hemos estado experimentando en nuestra historia, ni mucha ni poca, ni larga ni corta, es la que tenemos.
Yo me pregunto entonces ¿Dónde queda la memoria histórica de un país cuya experiencia no data de más de quinientos años, si la ubicamos desde que fuimos “descubiertos” por Cristóbal Colon? Entonces, ¿nuestras mentes han nacido como tabula rasa, o sea, en ellas no hay nada escrito de nuestras experiencias como país? ¿No tenemos maneras de recordar que nuestras batallas por la independencia, con dejos de pillaje y aventuras que ayudaban también a matar el hambre, ocurrieron poco más de doscientos años? ¿Se nos olvidó que fue necesaria la presencia del bagre de la mulera para “poner en cintura a las decenas de generales, caudillos por la gracia de ellos y de un dinerito, sumado a los deseos de poder y prestigio?
Podría seguir, y seguiré, pero en otros artículos, haciéndome innumerables preguntas que quizás nos ayuden un poco a recordar nuestra historia política, social y económica que no está muy lejos; la cual debemos retomar como un punto de encuentro para saber de dónde venimos, ubicarnos en la realidad actual y asumir de inmediato un compromiso personal de trabajar en la familia, en mi cuadra, en mi barrio, en mi parroquia y así crear un efecto multiplicador, de trabajar en ese nuevo venezolano, ¿o recuperar?, que aunque tiene en su costal toda esas taras que le han inoculado a través de la historia, pero en particular en los últimos 21 años, recuperar nuestro país, nuestra nación, y establecer una verdadera república.
Los jóvenes tienen la palabra, los viejos, aunque cansados, tenemos a su disposición nuestra experiencia que, si es buena, pueden utilizarla y, si es mala, pueden evitarla. Todos tenemos un poco de esa grandísima faena en nuestras manos. No sigamos buscando mesías para que nos solucionen nuestros problemas, estos son nuestros y nosotros debemos solucionarlos. El día que cada uno de nosotros ponga manos a la tarea que nos corresponde con lo mejor de buena voluntad y empiece esa labor desde nosotros mismos, ese día saldrán a relucir los lideres, a todo nivel, que el país necesita y se sumaran a los que actualmente tiene una labor titánica en sus manos tratando de hacer, ellos solos, lo que corresponde a todos. Que empiece por mí, es una frase que recuerdo regularmente. Ya está bueno de seguir pidiendo a los demás que hagan. Seamos lideres con el ejemplo y copiemos de una gran cantidad de hombres y mujeres que siempre han estado a la vanguardia en el servicio a sus semejantes pero que los hicimos a un lado y no los valoramos como se merecían, no por ellos, sino por lo valiosos que eran por su obra y por su ejemplo.
El mundo pone a nuestra disposición valores espirituales, o morales, pero estos necesitan de mujeres y hombres que los pongan en acción, que dejen de ser simples palabras bonitas o, incluso, interesantes, y que los llevemos a nuestras vidas como una guía de conducta, como una forma de vivir.
Williams James, considerado por muchos como el padre de la psicología moderna, plantea que para que una persona cambie y restablezca sus valores naturales, morales o religiosos, debía primero tener una experiencia de “fracaso absoluto”, momento en el cual, inclusive y en una gran cantidad de casos, el deseo de suicidio se hace patente como una forma de salir del laberinto en que se encuentra producto de un sentimiento de que “la vida ya no tiene sentido”.
¿No hemos tocado fondo los venezolanos? ¿Qué más hace falta para que cambiemos o restablezcamos nuestros principios morales?
Todavía queda mucho por decir, y hacer.
José Rafael Berroteran
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