Mientras el sol quiere esconderse, las sombras salen y toman las esquinas de las amplias avenidas y desoladas calles de la ciudad de San Cristóbal, refugio de los aguerridos gochos que desafiaron a estos izquierdistas presidentes de malas mañas.
Pero el Magnífico astro se da el lujo de esconderse hasta dentro de un buen rato, observando con detalles, mientras cae, a la ciudad que clama noche.
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