Aquella tarde el cielo se oscureció repentinamente, las nubes grises indicaban que, de un momento a otro, se desplomaría un chaparrón de agua sobre el suelo. La fría brisa congelaba hasta los huesos. A través de la ventana, Marion y el pequeño Marlon veían cómo, con pasos apresurados, la gente caminaba para encontrar un refugio que los protegiera de la lluvia que se aproximaba.
El pequeño gigante, como le llamaba su madre, se abrazó así mismo y, en un intento de propiciarse calor, frotó sus manos contra sus brazos. Marion se acercó a su hijo y lo envolvió en un abrazo. El pequeño agradeció el gesto, se acurrucó en su pecho y, con voz temblorosa, le confesó que sentía miedo y le dijo que no le gustaban los relámpagos ni los truenos. Con voz dulce, la mujer lo tranquilizó diciéndole que todo estaría bien, y que mientras estuvieran juntos no había porqué temer.
Marion y Marlon veían las gotas rodar por el vidrio de cristal de la ventana. Pocos minutos después, entre cantos de cuna y el sonido de la lluvia, el pequeño Marlon se durmió entre los brazos de su madre y en el calor de su hogar.
Narrador omnisciente.
González Desirée.
Photo by: González Desirée.
Lechería, Anzoátegui. Venezuela.
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