Principal defecto del materialismo premarxista en la esfera de la teoría del conocimiento, consistente en que la conciencia se considera como proceso pasivo de percepción, de contemplación, proceso en que los fenómenos del mundo exterior influyen sobre los órganos de los sentidos del hombre, que no hace más que aprehenderlos. En este caso se contraponen unilateralmente el mundo objetivo y la actividad humana. La actividad sólo se considera como objeto, no de manera subjetiva, es decir, no en dependencia de la actividad del sujeto, no en forma transformada por la práctica social. Por añadidura, los filósofos premarxistas entendían por práctica misma sólo la actividad individual encaminada a satisfacer las necesidades personales. Les era inaccesible la comprensión de la práctica como actividad que crea tanto al propio hombre como el mundo en que vive. Pero en efecto, el hombre en el proceso cognoscitivo trata no tanto con la naturaleza por sí sola como con un mundo “humanizado”, es decir, incorporado de una u otra manera al proceso de producción, y es precisamente la transformación práctica del mundo la que descubre al hombre sus regularidades. Por eso el conocimiento no es una contemplación pasiva, sino una enérgica actividad, enlazada indisolublemente con la transformación práctica del mundo. La contemplación se caracteriza también por la comprensión del sujeto del conocimiento como individuo abstracto (“robinsonada gnoseológica”), concebido sólo como ser natural, cuyas capacidades cognoscitivas se forman biológicamente todas. La contemplación en la teoría del conocimiento lleva inevitablemente a la metafísica y hace imposible la refutación plena del idealismo. El marxismo superó la contemplación, realizando de este modo una revolución en la gnoseología. "
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http://www.filosofia.org/enc/ros/contem.htm
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