Yo que me quería ganar la vida
escribiendo literatura
no sé, si a esto, lo puedo llamar
capitalismo, o, socialismo,
o miserable Socialismo del Siglo XXI:
hice un trueque con el pulpero de la esquina
por dos huevos de gallina
un poema, que no era para él,
era para la catira que vive en el "copete del barrio".
Jamás supe si todo mi atrevimiento
tuvo un buen destino. Luego, escribí
otro poema para cualquier pulpero
de otra esquina. Tiene dos años de edad, escrito,
guardado en la oscuridad de una gaveta
donde, cerca de mí, aprendió a soportar la soledad.
No sé si existe otro pulpero que lo necesite
y lo quiera comprar. Aparte de todo esto,
antes de morir, quisiera
escribir un poema a mis hijos,
y de seguro, no es para la venta, sería una donación,
a mis hijos que se fueron repartidos por el mundo
junto con algunos de mis amigos poetas.
Todos sabemos que no nos vamos a mirar el rostro
el día de la muerte, porque ya estamos adiestrados
porque ya nos acostumbraron en este país
al miedo, a la muerte y al silencio,
porque ya los verdugos nos arrebataron
la esperanza de mirarnos por última vez, aunque sea,
para un ultimo adiós de una sepultura.
Tal vez no voy a comer con este poema.
El hambre me asecha, y asecha al vecindario.
Espero que para los que se fueron, la distancia sea suficiente
y no los alcance la miseria.
A mis hijos que se marcharon, llorando.
Y a los poetas, que también se marcharon de la ciudad
y se fueron ebrios para mitigar el dolor
y tomaron cocuy de penca, sanjonero, y un ron
llamado la Pinta, la Niña y la Santa María
apodado "Ventarrón". Todos se fueron ebrios,
llenos de ilusiones, y esperanzas,
y sorprendidos por la extraña lealtad periférica
de la sobriedad que no se atrevió,
por falta de coraje, a terminar de apuñalarlos
por sus espaldas.
Todos se marcharon. Y desde aquí,
desde este poema gratuito, que no me sirve para comer
ni para hacerme rico en Steemit
con las recompensas obtenidas
me despido de ustedes, amorosas Dignidades,
con grandísimos adioses.
