En segundos infinitos el reloj fija la horca,
pestañean las sílabas cuidadosamente elegidas.
Porque amar trasciende libertades y aprensiones,
cómo llegar hacia lo que quiero y lo que quieres,
en nuestro íntimo acuerdo de ojos brillantes,
así hablamos nuestro idioma, en brotes de luz en la oscuridad más oscura.
Erupcionan flores de los brazos heridos de otoño,
como rabias empedernidas, como sexo salvaje,
es este suero de sangre hervida,
que estalla indomable ante tus letras sin vida.
Amarte en la soltura de un beso nuestro,
en casa y dormida en velas extinguidas,
los años pasaron para encontrarnos,
cuántas noches, cuántas noches.
Suben y bajan las escaleras, no existe acuerdo ni pacto,
en las botas del guerrero quedaron recuerdos de suelos,
de pasos y pasos,
fracasos, fracasos.
Mis años no hablan del alma sino del cuerpo,
amarte es inyectarnos el alma uno al otro,
como amalgama de vocales y consonantes
en una frase perfecta.
O imperfecta, depende de ti,
si supieras cuánta agua salta en mis sequías,
o cuántas letras levantan mis cartas.
No somos triunfos ni trofeos.
Ellos sonríen a aplausos anónimos,
como ritmo perpetuo en lenguas sin voz,
amarte en tus piernas en tus hombros en tu sien,
inseparablemente a tus manos, refugio de palomas blancas.
De pies hermanos y cenizas de piel alzadas en vuelo,
boquiabierta la soledad descansa en las alturas,
porque amarte con mis años y esqueleto de hombre,
desmaya el día bajo el telón y cerramos el acto.
Como jarabe de blues la noche tumbada,
delicado término para acompañarte.