No puedo negar que hay noches en las que quiero vivir, para morir en medio de ella.

in poesia •  3 years ago 

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Ella lleva en su alma el peligro,
sus curvas son peligrosas,
y de repente así de la nada matan;
sus pechos los hizo Dios,
sus caderas son perversas,
su boca el inicio de su fuego,
sus piernas un anuncio de donde nace el paraíso.
Ella es todo el deseo
que ya no se puede contener,
toda la magia que crea fantasías.
Ella es el conjunto de besos que se escapan de mi boca, el suave susurro que deje en su oído, una mezcla perfecta de deseo y amor.
Ella es alimento para mis ojos, suena superficial, lo se, pero como no admirarla si sus labios me tientan y su lengua me llama, sobre sus manos lleva timidez y la chispa adecuada al placer, en sus pezones la porción justa de inocencia y su sexo la magia que crea entrada hacia otros mundos, como no admirarla si su cuerpo baila y combina al ritmo de su alma.

Mansamente, insoportablemente, me dueles.
Toma mi cabeza. Córtame el cuello.
Nada queda de mí después de este amor.

Entre los escombros de mi alma, búscame,
escúchame.
En algún sitio, mi voz sobreviviente, llama,
pide tu asombro, tu iluminado silencio.

Atravesando muros, atmósferas, edades,
tu rostro -tu rostro que parece que fuera cierto-
viene desde la muerte, desde antes
del primer día que despertara al mundo.

¡Qué claridad de rostro, qué ternura
de luz ensimismada,
qué dibujo de miel sobre hojas de agua!

Amo tus ojos, amo, amo tus ojos.
Soy como el hijo de tus ojos,
como una gota de tus ojos soy.
Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme,
del suelo, de la sombra que pisas,
del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños.
Levántame. Porque he caído de tus manos
y quiero vivir, vivir, vivir.

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