¡Saludos cordiales!
Este poema forma parte de un Desafío de 365 días de poesía inspirado en la foto. Esta es mi entrada 103, espero les guste.

Cordial greetings!
This poem is part of a Challenge of 365 day of poetry inspired by the photo. This is my entry 103, I hope you like it.

Picos de fuego

La visión de un incendio de luz en los picos
de montañas nevadas,
llenan de color mi descolorida esperanza,
escurrida por la bahía de sal de una lágrima.
La urgencia de extenderme entre las nubes
habla de la incertidumbre
y la ira cansada transformada en resistencia.
Eso de afrontar el tormentoso viento enemigo
me ha ganado la llave de una puerta sin cerrojo,
quedando varada dentro de mí misma.
¿Cómo abrir una puerta que no existe
con una llave que no encaja en ninguna cerradura?
¿Cómo preguntar con cuál mejilla se sonríe
o con cuál ojo se llora?

Desde alta tierra de fuego, caída al asfalto de la impaciencia,
abro los ojos a la luz y a un cielo claro.
Mis ojos ciegos eran una suave oscuridad
del claro toque feliz del futuro por venir.
De todos los confines confluyen palabras de aliento
a esta secuestrada geografía infinita,
para sentir esperanza,
mirarla pequeñita crecer como montaña,
poderosa y libre saliendo por los párpados.
Despierto soles subterráneos,
ventilo el aire con el aroma del pan encadenado,
con un cielo cansado, enrojecido de veneno.

Mi búsqueda va por manos
que construyen la protesta con conciencia,
el impulso telúrico que crece en los zapatos gastados,
en la mujer que amamanta su angustia con rocío,
en los niños malnutridos, en las muertes prematuras
y una mala palabra cruzada en la garganta.
Sube y baja la esperanza con la espera,
la temperatura marca picos de fuego,
dialoguemos la salida,
para ver nacer la aurora por todos los caminos,
y no sentirnos prisioneros del odio
que nos muerde la risa
y nos clava en el vacío de la angustia exhausta
sin remedios, sin médicos, sin dioses.

Peaks of fire

The vision of a fire of light in the peaks
of snowy mountains,
fill my discolored hope with color
drained down the bay of salt from a tear.
The urge to go into exile
in the escape of a deer,
testifies that I have uncertainty
and hunger to swallow those gray clouds
along with tired anger transformed into resistance.
That, of facing the stormy enemy wind,
has won me the key to a dead-end door,
being locked inside myself.
How can I open a door that doesn't exist?
with a key that doesn't fit into any lock?
How to ask which cheek is smiling
or which eye do you cry with?

High earth of fire, fallen to the asphalt of impatience,
I open my eyes to light and a clear sky.
Blind, my eyes, they were soft darkness
of the clear happy touch of the future.
Words of encouragement converge from all confines
to this kidnapped infinite geography,
to feel hope,
watch her little girl grow like a mountain,
powerful and free coming out of the eyelids.
I wake up subterranean suns,
mineral flowers,
who rest at the bottom of their strange martyrdom;
I arouse the air with the vegetable torture of the chained bread,
with a tired sky, reddened with poison.

My quest is the quest of anonymous hands
who build protest with conscience,
the telluric impulse that grows in worn shoes,
in the woman who suckles her anguish with dew,
in malnourished children, in premature deaths
and a bad word across his throat.
Hope goes up and down with the wait,
temperature marks fire peaks,
let's talk our way out,
to see the dawn being born by all roads,
and not feel ourselves prisoners of hatred
that bites us with laughter
and nails us into the emptiness of exhausted anguish
no remedies, no doctors, no gods.