San Juan Bosco fue famoso por su sueños y profecías, amó a la Virgen en todas sus advocaciones.
Vistió con gran devoción el escapulario del Carmen.
Y aún hoy se conserva incorrupto el que llevaba al morir.
QUIÉN FUE SAN JUAN BOSCO
San Juan Bosco nació de una familia humilde el 16 de Agosto de 1815 en un pueblito de Italia llamado I Becchi, en Castelnuovo d’Asti (ahora Castelnuovo Don Bosco).
Su santa madre, Margarita” fue educándolo a la fe protegiéndolo de la prepotencia de su hermano mayor Antonio, que no quería que él estudiara.
Antonio tuvo que hacerse cargo de la familia luego de quedar él, Juan y José (los tres hermanos) huérfanos, al morir su padre Francisco, a los 33 años de edad.
La convicción de ser sacerdote comienza a nacer a los nueve años de edad cuando tiene un sueño que será una premonición del futuro.
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La Virgen Auxiliadora fue acompañándolo en la adolescencia hasta entrar al seminario de Chieri, hasta el sacerdocio (año 1840).
Junto a Don Bosco nacieron grandes vocaciones y santos; esto deja en evidencia la obra que hoy perdura y el bien que hizo a la Iglesia Católica.
Personas como Domingo Savio (santo con solo 15 años) y Miguel Rúa (beato hoy en día) fueron la expresión máxima de la incansable tarea de Juan Bosco.
Fue dotado de grandes dones naturales y sobrenaturales, como los grandes santos.
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Tuvo el don de profecía, el don de milagros.
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Se adelantó 100 años al Concilio Vaticano II y eso por su espíritu evangélico.
Sueño de los nueve años
Cuando yo tenía unos nueve años, tuve un sueño que me quedó profundamente grabado en la mente para toda la vida.
En el sueño me pareció estar junto a mi casa, en un paraje bastante espacioso, donde había reunida una muchedumbre de chiquillos en pleno juego.
Unos reían, otros jugaban, muchos blasfemaban.
Al oír aquellas blasfemias, me metí en medio de ellos para hacerlos callar a puñetazos e insultos.
aquel momento apareció un hombre muy respetable, de varonil aspecto, noblemente vestido.
Un blanco manto le cubría de arriba a abajo, pero su rostro era luminoso, tanto que no se podía fijar en él la mirada.
Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos, añadiendo estas palabras:
No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad, deberás ganarte a estos amigos.
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Ponte, pues, ahora mismo a enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud.
Aturdido y espantado, dije que yo era un pobre muchacho ignorante, incapaz de hablar de religión a aquellos jovencitos.
En aquel momento, los muchachos cesaron en sus riñas, alborotos y blasfemias y rodearon al que hablaba.
Sin saber casi lo que me decía, añadí:
¿Quién sois para mandarme estos imposibles?
Precisamente porque esto te parece imposible, deberás convertirlo en posible por la obediencia y la adquisición de la ciencia.
¿En dónde? ¿Cómo podré adquirir la ciencia?
Yo te daré la Maestra, bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio y, sin la cual, toda sabiduría se convierte en necedad.
Pero, ¿quién sois vos que me habláis de este modo?
Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te acostumbró a saludar tres veces al día.
Mi madre me dice que no me junte con los que no conozco sin su permiso; decidme, por tanto vuestro nombre.
Mi nombre pregúntaselo a mi Madre.
En aquel momento vi junto a él una Señora de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si cada uno de sus puntos fuera una estrella refulgente.
La cual, viéndome cada vez más desconcertado en mis preguntas y respuestas, me indicó que me acercase a ella, y tomándome bondadosamente de la mano, me dijo:
Mira.
Al mirar me di cuenta de que aquellos muchachos habían escapado, y vi en su lugar una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y varios otros animales.
He aquí tu campo, he aquí en donde debes trabajar.
Hazte humilde, fuerte y robusto, y lo que veas que ocurre en estos momentos con estos animales, lo deberás tú hacer con mis hijos.
Volví entonces la mirada y, en vez de los animales feroces, aparecieron otros tantos mansos corderillos que, haciendo fiestas al Hombre y a la Señora, seguían saltando y bailando a su alrededor.
En aquel momento, siempre en sueños, me eché a llorar.
Pedí que se me hablase de modo que pudiera comprender, pues no alcanzaba a entender que quería representar todo aquello.
Entonces Ella me puso la mano sobre la cabeza y me dijo:
A su debido tiempo, todo lo comprenderás.
Dicho esto, un ruido me despertó y desapareció la visión.
Quedé muy aturdido. Me parecía que tenía deshechas las manos por los puñetazos que había dado y que me dolía la cara por las bofetadas recibidas.
Y después, aquel personaje y aquella señora de tal modo llenaron mi mente, por lo dicho y oído, que ya no pude reanudar el sueño aquella noche.
Por la mañana conté en seguida aquel sueño; primero a mis hermanos, que se echaron a reír, y luego a mi madre y a la abuela.
Cada uno lo interpretaba a su manera. Mi hermano José decía:
Tú serás pastor de cabras, ovejas y otros animales.
Mi madre:
¡Quién sabe si un día serás sacerdote!
Antonio, con dureza:
Tal vez, capitán de bandoleros.
Pero la abuela, analfabeta del todo, con ribetes de teólogo, dio la sentencia definitiva:
No hay que hacer caso de los sueños.
Yo era de la opinión de mi abuela, pero nunca pude echar en olvido aquel sueño. Lo que expondré a continuación dará explicación de ello.
Yo no hablé más de esto, y mis parientes no le dieron la menor importancia.
Pero cuando en el año 1858 fuí a Roma para tratar con el Papa sobre la Congregación salesiana, él me hizo exponerle con todo detalle todas las cosas que tuvieran alguna apariencia de sobrenatural.
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Entonces conté, por primera vez, el sueño que tuve de los nueve a los diez años.
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El Papa mandó que lo escribiera literal y detalladamente y lo dejara para alentar a los hijos de la Congregación.
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Ésta era precisamente la finalidad de aquel viaje a Roma.
Don Bosco poseía el don de la profecía por voluntad divina y usó este carisma siempre en una forma prudente. Sabía, por ejemplo, con anticipación las fechas de muerte de sus jóvenes, leyó en sus corazones, reveló el futuro a los poderosos.
Don Bosco prevé el futuro de su congregación.
Un personaje de la visión dijo a Don Bosco: "Ven, te haré ver el triunfo de la Congregación de San Francisco de Sales. Sube esto sobre una piedra y verás". Era una gran roca en un suelo indeterminado y yo subí arriba. Oh, que vista apareció ante mis ojos. Hombres y mujeres de todo color, ropaje y nación se encontraban reunidos. Yo conocía a los de las primeras filas y ví que muchos eran Salesianos que guiaban, como de la mano, a equipos de chicos y chicas. Luego venían otros y más que no pude conocer, y menos distinguir, pero era un número indescriptible. Entonces aquel que me había conducido y aconsejado, añadió: "Mira y considera, tú no entenderás lo que te digo, pero estáte atento: todo lo que has visto es toda una cosecha preparada a los Salesianos. ¿Ves lo inmensa que es la cosecha?. Este campo inmenso en el que te encuentras, es el campo en el que los Salesianos deben trabajar. Pero, ¿sabes en qué condiciones se podrá llevar a cabo lo que ves?. Yo te lo diré. Mira: Necesito que tú hagas imprimir estas palabras que serán vuestro blasón: el trabajo y la templanza hará florecer la Congregación Salesiana. Estas palabras las explicarás, repetirás, insistirás e imprimirás el manual que las explique y haga entender bien que "el trabajo y la templanza son la herencia que dejas a la Congregación, y al mismo tiempo, serán también la gloria".
Don Bosco predice quien será en nuevo Papa.
A la muerte de Pío lX predice al Cardenal Pecci como nuevo Papa. Así, catorce días después de la predicción, el Cardenal Pecci, Arzobispo de Peruggia, es elegido Papa y asumirá el nombre de Leôn Xlll.
Don Bosco prevé a los Reyes de Nápoles, la pérdida del Reino.
En 1887 la Reina María Teresa, segunda esposa de Fernando II, ya rey de Nápoles, pide a Don Bosco predecir su porvenir para el glorioso regreso a Palacio, pero sólo recibió esta respuesta: "Majestad, lamento deberlo decir, pero Vd. no irá jamás a Nápoles". El mismo Rey Francisco le pidió al Santo la confirmación de la predicción, y éste respondió: "Si quiere que le hable con franqueza, le dirá a Vuestra Majestad, que jamás subirá al trono". El Rey quiso saber porqué: el Santo le recordó cómo fue tratada la Iglesia, durante muchos años, por los Reyes de Nápoles.
Don Benetti pregunta a Don Bosco cómo hacía para ver cosas y personas desde lejos. El Santo respondió: "Parece que un hilo telegráfico sale de mi cabeza. Para establecer la comunicación basta que lleve mi pensamiento al punto que quiero y de inmediato veo lo que allí se encuentra. Por ejemplo, estoy aquí en mi dormitorio. Si yo quiero, veo a un joven bajo los pórticos del Oratorio".
Don Bosco vé el futuro.
Me encontré en presencia de cosas sobrenaturales. En breves instantes vi muchas cosas. Estaba la palabra, adaptada al lenguaje de los hombres.
Las leyes de Francia no reconocen al Creador, pero el Creador se dará a conocer y los visitará tres veces con la vara de su furor:
La primera vez. Êl abatirá su soberbia en las derrotas, con el saqueo y con los estragos de los recogidos, de los animales y de los hombres.
La segunda vez. La gran prostituta de Babilonia, la que los buenos llamaron "Prostíbulo de Europa", será decapitada en medio de los disturbios. París. París.Antes de armarte en el nombre del Señor, tú te rodeas de casas de inmoralidad. Pero ellas serán destruidas por tí misma. Tu ídolo, el Panteón,será incinerado. Tus enemigos te harán sufrir pobreza, hambre, espanto y será la abominación de las naciones. Pero ay de tí si no reconoces la mano de quien te golpea. Yo quiero castigar la inmoralidad, el abandono y el desprecio a mi ley.
La tercera vez. Caerás en manos extranjeras: tu enemigo vendrá de lejos, tus palacios en llamas, tus habitaciones se convertirán en un montón de ruinas, bañada por la sangre de tus poderosos que dejarán de serlo. Pero un gran guerrero del Norte tiene, en su mano derecha,un estandarte en el que está escrito: "Irresistible mano del Señor".
En aquel instante el venerable Anciano del Lazio le salió al encuentro, ondeando una antorcha ardientísima. Entonces, el estandarte se dilató y de negro se convirtió en blanco como la nieve. En el medio del estandarte, en letras de oro, estaba escrito el nombre de AQUEL que todo lo puede. El guerrero y los suyos se inclinaron, profundamente, ante el Anciano y se dieron las manos.
Pero tú, Italia, tierra de bendiciones, ¿quién te ha sumergido en la desolación?. No digas: mis enemigos, sino los amigos. ¿No oyes que tus hijos piden el pan de la Fe y no encuentran quien se los reparta?. ¿Qué haré?. Yo vencerá a los pastores, dispersaré a la grey, para que los se sienten en la Cátedra de Moisés busquen buenos pastos y el rebaño escuche dócil y se alimente.
Pero sobre la grey y los pastores pesará mi mano: la carestía, la pestilencia y la guerra harán que las madres lloren la sangre de los hijos y de los maridos muertos en tierra enemiga.
Y de tí, Roma, ¿qué será?. Roma ingrata, afeminada y soberbia. Has llegado al punto en que buscando a otro, admiras Soberano del lujo, olvidando que tu gloria y la suya están en el Gólgota ... Ya él es viejo, decadente, inerme, expoliado: sin embargo, con su única palabra, él hará temblar al mundo. Roma ... yo vendré cuatro veces a tí:
La primera vez. Herirá tus tierras y sus habitantes.
La segunda vez. Traeré la masacre y el exterminio hasta tus muros.
La tercera vez. Abatiré a las defensas y a los defensores,y por mandato del Padre instauraré el reino del terror, del espanto y de la desolación. Pero mis sabios huyen, mi ley es pisoteada ...
La cuarta vez. Ay de tí si mi ley es aún un nombre vano. Habrá prevaricaciones entre los doctos y los ignorantes: y la sangre y la de tus hijos lavarán las manchas que tú haces a la ley de tu Dios. La guerra, la peste y el hambre son tus azotes con los que serán golpeadas la soberbia y la malicia de los hombres. ¿Dónde estarán, entonces,Oh ricos, vuestras magnificencias, villas y palacios?... Se convertirán en los escombros de las plazas y de las calles.
Y vosotros, sacerdotes, ¿Porqué no corréis a llorar, entre la sacristía y el altar, invocando las suspensión de los azotes?. ¿Por qué no cogéis el escudo de la Fe y no váis sobre los tejados, a las calles, a las plazas, a todo lugar, aunque sea inaccesible, a llevar semilla de mi palabra?. ¿Ignoráis, quizá, que ella es terrible espada de doble filo, que abate a mis enemigos y que apaga la ira de Dios y de los hombres?.
Inexorablemente, estas cosas deberán venir, la una tras la otra. Pero la Reina del Cielo está presente. La potencia del Señor está en sus manos. Ella dispersa a sus enemigos como niebla. Ella reviste al venerable anciano con todas sus antiguas vestiduras. Llegará aun un violento huracán.La iniquidad está consumada: el pecado tendrá fin y, antes de que transcurran dos plenilunios del mes de las flores, la pintará con el arco iris de la paz, que aparecerá en la tierra. El gran Ministro verá a la esposa de su Rey vestida de fiesta. Sobre todo el mundo, aparecerá un sol tan luminoso como no lo hubo nunca desde las llamas del Cenáculo hasta hoy, ni se verá más hasta el último de los días.
EL FAMOSO SUEÑO DE SAN JUAN BOSCO SOBRE LAS DOS COLUMNAS
— AÑO DE 1862 ----
El 26 de mayo de 1862 Don Bosco había prometido a sus jóvenes que les narraría algo muy agradable en los últimos días del mes.
El 30 de mayo, pues, por la noche les contó una parábola o semejanza según él quiso denominarla.
He aquí sus palabras:
Os quiero contar un sueño.
Es cierto que el que sueña no razona; con todo, yo que Os contaría a Vosotros hasta mis pecados si no temiera que salieran huyendo asustados, o que se cayera la casa, les lo voy a contar para su bien espiritual.
Este sueño lo tuve hace algunos días.
Figúrense que están conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escrollo aislado, desde el cual no ven más tierra que la que tienen debajo de los pies.
En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar.
Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros (televisión, radio, cine, teatro, prensa), y se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o al menos hacerle el mayor daño posible.
A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga.
El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos.
En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra.
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Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum.
Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium.
El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir.
Todos los pilotos suben a la nave capitaneada y se congregan alrededor del Papa.
Celebran consejo; pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.
Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la borrasca se torna nuevamente espantosa.
El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas.
Las naves enemigas dispónense todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla.
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Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo.
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Otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones.
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El combate se toma cada vez más encarnizado.
Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles.
En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino.
A veces sucede que por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura.
Pero apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen.
Disparan entretanto los cañones de los asaltantes, y al hacerlo revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones.
Muchas naves se abren y se hunden en el mar.
Entonces, los enemigos, encendidos de furor comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate.
Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente.
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Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan.
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El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere.
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Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible.
Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante.
Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente; de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor.
Los enemigos comienzan a desanimarse.
El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas.
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Y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia.
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Y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada.
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Entonces se produce una gran confusión.
Todas las naves que hasta aquel omento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente.
Unas al hundirse procuran hundir a las demás.
Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas.
Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos.
Hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, llegando a las cuales se aseguran a los garfios pendientes de las mismas.
Y allí permanecen tranquilas y seguras, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa.
En el mar reina una calma absoluta.
Al llegar a este punto del relato, San Juan Bosco preguntó a Beato Miguel Rúa: —¿Qué piensas de esta narración?
Beato Miguel Rúa contestó:
Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es Cabeza.
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Las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo.
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Los que defienden a la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede.
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Los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla.
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Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía.
El Beato Miguel Rúa no hizo referencia al Papa caído y muerto y San Juan Bosco nada dijo tampoco sobre este particular. Solamente añadió:
Has dicho bien. Solamente habría que corregir una expresión.
Las naves de los enemigos son las persecuciones.
Se preparan días difíciles para la Iglesia.
Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder.
Los enemigos de la Iglesia están representados por las naves que intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen.
¡Sólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto!
Devoción a María Santísima.
Frecuencia de Sacramentos: Comunión frecuente, empleando todos los recursos para practicarlos nosotros y para hacerlos practicar a los demás siempre y en todo momento.
¡Buenas noches!
(Memorias Biográficas de San Juan Bosco)
San Juan Bosco advirtió al Papa Pío IX (siglo XIX) de que llegará un día en que una luz brillante resplandecerá en el cielo, en pleno fragor de una batalla.
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En ese instante, el Papa y sus servidores abandonarán el Vaticano pasando por una plaza cubierta de muertos y heridos.
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Todo el paìs sufrirá una gran perdida de población y la tierra se agitará como arrasada por un huracán y caerá un fuerte pedrisco.
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Durante doscientos amaneceres, el Papa y su séquito vagarán por tierras extranjeras.
UN PAPA MUERTO Y SU SUCESOR
En el Sueño de las Dos Columnas hay un Papa muerto y otro, su sucesor, que después asegura a la Iglesia a las dos columnas en medio de la algarabía y la paz, lo que equivale a un Segundo Pentecostés.
¿Quién son estos dos Papas? ¿Están en el futuro o en el pasado?
Si la cronología es correcta, se estaría prediciendo que la época de paz, de alegría y fortaleza, el Segundo Pentecostés, será inaugurado durante un papado inmediatamente después de un papa asesinado.
Pero cuando se habla de asesinato ¿estamos hablando en sentido de muerte real, de atentado contra la vida de un Papa o de muerte civil?
Si hablamos de asesinato real, el último Papa al que podrían haber asesinado podría ser Juan Pablo I; no decimos que lo haya sido, sino que podría haberlo sido.
Teóricos de la conspiración creen que fue envenenado por agentes “durmientes” dentro del Vaticano que estaban vinculados al escándalo de la P2 o la Unión Soviética (o a ambos).
Si hablamos de atentado para asesinato pensaremos en su predecesor Juan Pablo II, que fue herido por la bala de Ali Agca en la Plaza de san Pedro en 1981.
Y si hablamos de asesinato civil (simbólico), podemos pensar en las presiones que sufrió Benedicto XVI para dejar su pontificado.
Ahora bien, la dificultad de que esta profecía de Don Bosco se haya cumplido en el pasado es que no se ha visto, hasta ahora, lo que se pueda catalogar como un Segundo Pentecostés y toda la Iglesia alineada tras de un Papa.
Lo más cercano a un período de paz y florecimiento de la fe podría haber estado en el pontificado de Juan Pablo II, quien remontó las consecuencias negativas del Concilio Vaticano II.
Además Juan Pablo II fue un Papa mariano, que aseguró la Iglesia a esta devoción, lo que no ha sucedido con ningún papa desde el Concilio.
Sin embargo estos indicios son débiles. No ha habido fuertes indicios de un Segundo Pentecostés.
De modo que lo más probable es que lo que relata Don Bosco, si no es una mera alegoría, entonces sea un hecho que transcurrirá en el futuro.
Veamos primero como hay más coincidencias sobre el papa muerto.
EL PAPA MUERTO ¿SERÁ EL QUE SE RELATA EN EL 3º SECRETO DE FÁTIMA?
Si la profecía implica un Papa muerto, entonces deberíamos pensar en la profecía de Fátima, en el tercer secreto.
Este mensaje de Fátima dado medio siglo después del Sueño de Don Bosco es coincidente.
En el 3º Secreto de Fátima Sor Lucía relata la muerte de un Papa.
Y vimos en una luz inmensa que es Dios: algo parecido a cómo las personas aparecen en un espejo cuando pasan frente a él, a un obispo vestido de blanco, y tuvimos la impresión que era el Santo Padre.
Y otros Obispos, Sacerdotes, hombres y mujeres religiosos subiendo una montaña empinada, en la cima de la cual había una gran Cruz de troncos toscos como de un corcho con la corteza.
Antes de llegar allí, el Santo Padre pasó por una gran ciudad en ruinas con paso medio tembloroso, afligido de dolor y tristeza, oró por las almas de los cadáveres que encontraba en su camino.
Al llegar a la cumbre de la montaña, arrodillado al pie de la gran Cruz, fue asesinado por un grupo de soldados que dispararon balas y flechas.
Y de la misma manera, murieron uno tras otro los demás obispos sacerdotes, hombres y mujeres religiosas, y varios laicos de diferentes rangos y posiciones.
Debajo de los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno con un aspersorio de cristal en la mano, en el que recogieron la sangre de los Mártires y con ella asperjaron las almas que se dirigían a Dios.
O sea que hay coincidencias respecto del asesinato de un Papa en medio de una crisis de la Iglesia.
¿Pero es segura la interpretación de que habrá un Segundo Pentecostés luego?
Para aclararlo podemos recurrir a otro sueño de Don Bosco.
EL PAPA DEL SEGUNDO PENTECOSTÉS
En la profecía de la Marcha de los 200 Días, Don Bosco indicaba lo que iba a significar la victoria del Papa anclado a las dos columnas.
Era una noche oscura, y los hombres ya no podían encontrar su camino de regreso a sus propios países.
De repente una luz brillante brilló en el cielo, iluminando su camino como al mediodía.
En ese momento salió del Vaticano, como en procesión, multitud de hombres y mujeres, niños pequeños, monjes, monjas y sacerdotes, y a su cabeza el Papa.
Pero una furiosa tormenta estalló, algo oscureciendo esa luz, como si la luz y la oscuridad estuvieran encerradas en la batalla.
Mientras tanto, la larga procesión llegó a una pequeña plaza llena de muertos y heridos, muchos de los cuales lloraban pidiendo ayuda.
Las filas de la procesión se adelgazaban considerablemente.
Después de una marcha de doscientos días, todos se dieron cuenta de que ya no estaban en Roma.
Desalentados, rodearon al Pontífice para protegerlo y ministrarle en sus necesidades.
En ese momento aparecieron dos ángeles, con un estandarte que presentaba al Sumo Pontífice, diciendo:
“Tomad la bandera de Aquella que pelea y derrota a los más poderosos ejércitos de la tierra: vuestros enemigos han desaparecido: con lágrimas y suspiros sus hijos abogan por Su regreso.”
Un lado del estandarte llevaba la inscripción: Regina sine labe concepta [Reina concebida sin pecado], y el otro lado decía: Auxilium Christianorum [Ayuda de los cristianos].
El Pontífice aceptó la bandera alegremente, pero se angustió al ver cuán pocos eran sus seguidores.
Pero los dos ángeles continuaron diciendo:
“Vayan, reconforten a sus hijos, escriban a sus hermanos esparcidos por todo el mundo que los hombres deben reformar sus vidas, y esto no puede lograrse si no se parte el pan del Verbo Divino entre los pueblos.
El catecismo y la predicación del desapego de las cosas terrenas.
Ha llegado el momento, concluyeron los dos ángeles, cuando los pobres evangelizarán al mundo.
Los sacerdotes serán buscados entre los que manejan la azada, la pala y el martillo, como David profetizó:
“Dios levantó al pobre de los campos para ponerlo en el trono de su pueblo”.
Al oír esto, el Pontífice siguió adelante, y las filas comenzaron a hincharse.
Al llegar a la Ciudad Santa, el Pontífice lloró al ver a sus ciudadanos desolados, ya que muchos de ellos ya no estaban.
Luego entró en San Pedro y entonó el Te Deum, al que un coro de ángeles respondió, cantando: Gloria in excelsis Deo et en terra pax hominibus bonae voluntatis.
Cuando terminó la canción, toda la oscuridad desapareció y brilló un sol abrasador.
La población había disminuido mucho en las ciudades y en el campo.
La tierra fue destrozada como por un huracán y la tormenta de granizo, y la gente se buscó unos a otros, profundamente conmovidos, y diciendo: Est Deus en Israel [Hay un Dios en Israel].
Desde el inicio del exilio hasta la entonación del Te Deum, el sol subió 200 veces. Todos los eventos descritos cubren un período de 400 días.
De modo que tenemos un Papa muerto, su sucesor y un Segundo Pentecostés que se procesa durante un período, o sea que no es inmediato.
En La Salette se profetiza también una gran crisis, un Papa perseguido, un período de paz y luego “vendrá un monstruo”, que podemos pensar que es el anticristo o un fenómeno parecido.
TAMBIÉN ES PARTE DE LA PROFECÍA DE LA SALETTE
El secreto dado a Maximin (uno de los videntes) por Nuestra Señora de La Salette dice lo siguiente:
Antes de todo, grandes desórdenes llegarán, en la Iglesia y en todas partes.
Luego, después, nuestro Santo Padre el Papa será perseguido.
Su sucesor será un pontífice que nadie espera.
Entonces, después, una gran paz vendrá, pero no durará mucho tiempo. Un monstruo vendrá a perturbarla.
Todo lo que te digo aquí llegará en el otro siglo, a más tardar en el año dos mil.
Esto podría llegar a ser el preludio de la segunda venida de Cristo como lo expresa el catecismo de la Iglesia Católica:
Antes de la segunda venida de Cristo, la Iglesia debe pasar por un juicio final que sacudirá la fe de muchos creyentes.
La persecución que acompaña a su peregrinación en la tierra desvelará el “misterio de la iniquidad” en forma de un engaño religioso ofreciendo a los hombres una aparente solución a sus problemas al precio de la apostasía de la verdad.
El supremo engaño religioso es el del Anticristo, un pseudo-mesianismo por el cual el hombre se glorifica en lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne… (CIC 675)
La Iglesia sólo entrará en la gloria del reino a través de esta pascua final, cuando ella siga a su Señor en su muerte y resurrección… (CIC 677)
No es seguro que luego de Papa muerto y su sucesor que profetiza Don Bosco estemos cerca de la parusía, sino tal vez sea sólo un gran empuje del mal momentáneo.
En medio de estas piezas proféticas tenemos este pontificado y los próximos.
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