Un día después de Navidad, un 26 de diciembre de 1996, los amigos Patrick «Paddy» Warren y David Spencer jugaron todo el día cerca de sus casas en Reino Unido. David llegó a su hogar un poco antes de la medianoche para avisarle a su madre que dormiría en la residencia del hermano de Patrick, lugar que quedaba a poca distancia. Sin embargo, los niños, de 13 y 11 años, continuaron en la calle y decidieron ir a la gasolinera más próxima a comprar galletas. Paddy iba montando la bicicleta roja que le dieron como obsequio navideño y David estaba a pie. Eran las 12:45 a. m. cuando el encargado de la tienda los vio por última vez... Y nunca nadie se los volvería a topar.
Los menores, que eran descritos como rebeldes, callejeros, agresivos e indisciplinados, pasaron a formar parte del ojo público y policial; intentaban hallarlos con cierta certeza de fuga, pues pensaban que sus desapariciones correspondían a sus rasgos personales o incluso eran solamente una «pequeña» broma.
Con el paso del tiempo, ofrecieron 500 libras de recompensa y divulgaron sus fotografías en cajas de leche, siendo los primeros chicos en aparecer en publicaciones de este estilo.
El caso de «los niños de las cajas de leche» era abordado como si se tratase de adultos y no de pequeños indefensos. Otros se atrevieron a culpar a los oficiales de negligencia, ya que, al ser jovencitos pobres, no parecían importar demasiado.
Existió un sospechoso llamado Brian Field, con antecedentes de pedofilia, a quien no pudo adjudicarse la desaparición de Paddy y David. Algo siniestro sucedió, sin dudas. El porqué es un misterio, un laberinto sin salida que, si se hubiera tratado oportunamente, tal vez podría haber sido resuelto.
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