El bardo, según el “Libro Tibetano de los Muertos”, texto que propone guiar al difunto en el estado intermedio entre la muerte y la entrada a otro estado de existencia, describe las mismas experiencias de incertidumbre de la vida cotidiana, o sea los seis reinos de nuestros estados psicológicos.
Está el conflicto entre el cuerpo y la conciencia y está la experiencia continua del morir y el nacer.
Las visiones que se producen en el estado de bardo, así como los brillantes colores y sonidos que se suceden, ocurren como expresión del silencio y del vacío.
Si la espiritualidad está desarrollada, se comienza a percibir una idea de apertura y beatitud que lleva a sentir la unidad con el universo. Es como volver al seno materno, la sensación de plena seguridad.
Pueden percibirse en este estado alguna forma de visión divina o alguna presencia que se aproxima.
La primera visión de las divinidades apacibles es de una completa paz que lo abarca todo y que es indefinible.
Esta experiencia también se puede experimentar durante la vida, cuando una persona permanece en estado de unión con el cosmos y descubre que puede perder la propia identidad de su yo y disolverse en una situación totalmente armoniosa, que es la experiencia de la luminosidad.
Pero también se da en el Bardo la presencia de las divinidades coléricas que son otra expresión del estado de paz.
Esto también ocurre en la vida cotidiana con las emociones, donde lo apacible y armonioso no es una verdad definitiva, sino que es interrumpida por las pasiones o las agresiones, despertando la cualidad colérica del estado de paz.
El Budismo surge del Hinduismo o tradición védica de la misma manera como nace el cristianismo de la religión judía.
Ambos son el paso de una religión étnica, a una religión universal. Aunque ambas tienen desviaciones de las doctrinas madres, también conservan ciertos principios fundamentales y las líneas básicas de la concepción del mundo.
El Budismo conserva la idea de una realidad absoluta e inefable de la cual no puede decirse nada, realidad primordial que se manifiesta como una realidad ilusoria desplegada de la unidad, en tres niveles de grados descendentes: los dioses mayores, los dioses menores, lo psíquico humano y lo corpóreo.
Esto ocurre en ciclos de sucesivas muertes y nacimientos que se rige por una ley causal que vincula cada acto con sus consecuencias a través de los ciclos.
La técnica sagrada, basada en el control consciente, la meditación y la concentración, conduce a la liberación, eliminando la ignorancia y reintegrando la ilusión cósmica a su verdadera realidad absoluta.
La conciencia individual es la posibilidad de la manifestación de lo Absoluto, idéntica a él.
El que es perfecto ha aprendido a alcanzar el vacío interior y a permanecer en él y el Nirvana es la plenitud absoluta, la extinción, la Nada.
Lo absoluto y lo relativo son uno y lo mismo y la constitución de la realidad aparente del mundo de los fenómenos no es sustancia sino una envoltura de pensamiento, porque todo es mental.
El fenómeno se agota en lo instantáneo y la continuidad es simplemente una percepción irreal.
Cada individuo es la forma transitoria de una corriente vital continua, no hay un yo que renazca, es la corriente vital la que toma la forma de individualidades sucesivas.
Fuente: “El Libro Tibetano de los Muertos”; La gran liberación por audición en el bardo.
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