Atrapada en la Nada

in redaccion •  4 years ago 


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Mis pensamientos, son por mucho, extraños. Siempre he querido entrar en mi psiquis para ver qué tengo dentro exactamente. A veces, vuelo por los cielos, perdida entre las nubes de mi imaginación, sin miedo a caer. Otras veces, estoy tan abajo, que el piso es más alto que yo, sin embargo, siempre parezco ser feliz. Es lo que siempre digo, “estoy bien, soy feliz.”

Ese, es el estado emocional que realmente vale el esfuerzo tener. Siento paz en mi interior, inmensa y profunda paz, con ningún ruido dentro, con nada que me moleste, siendo solo yo, preguntándome: “¿dónde estoy?, ¿qué es éste lugar?.” Durante años, científicos de la N.A.S.A., han intentado darle lugar a la nada, cada intento ha sido fallido, la nada no existe, porque si existiese, sería algo.

Por lo que, los seres humanos estamos obligados a jamás conocer la nada, pero, en ese lugar, hay nada, solo yo, nadie más que yo. Ahí, una palabra o un susurro, se escucha con estruendo. Ese lugar, está lleno de silencio y paz, puede que sea muy solitario, pero ahí, soy feliz. No sé dónde estoy, o cómo llegué a él. Pero me parece familiar.

Todo en él, es increíble, usa un solo color, el blanco. Se ve y se escucha nadie, sin inicio o final. Estaba yo, admirando la nada, cuando de pronto, vino a mís oídos, un agudo chirrido, dejándome sin audición por un momento, ¿qué sucede?, ¿qué escucho?, me pregunto, ¿son los latidos de un corazón?, ¿de mi corazón?, “¡pon pon!, ¡pon pon!, ¡pon pon!”, aceleraba su fuerza y velocidad, con cada latir.

Entonces solo así, en la nada, una puerta apareció en lo alto. ¿Qué es eso?, miré arriba. La puerta se abrió lentamente, expulsando una tenue luz blanca, incontables sonidos salieron de ella, haciendo que me tapase los oídos con desagrado. Rodeaban mi cuerpo, como el aire de un tornado, es visible lo que arrastra, pero no él. Concéntrate, pensé. Los sonidos indicaban instrucciones.

Presta atención, era la instrucción. Los sonidos regresaron de donde salieron. Después de la imponente destrucción auditiva, con sonidos que, no sabría decir bien, si eran música o ruido, volvió a abrirse la puerta de antes. Saliendo de ella, como disparadas a toda velocidad, un sin número de imágenes intangibles, que, supongo yo, querían comunicarse conmigo.

Querían mostrarme algo, jamás lograría entender todo a la vez. Su euforia era exagerada, me enojé y grité, se detuvieron, pausaron a su fastidioso e irritante contacto visual, empezaron a hacer filas y columnas. Cada una, mostraba lo que pensaba al respecto sobre algo. Reaccioné y respiré profundo, no eran más, que mis recuerdos.

Incluso los ya olvidados, eran un recuerdo específico, plasmaban mi raciocinio, en cada etapa de mi vida, cada versión de mis pensamientos y percepciones, distintas y mejores a las anteriores, cada minúsculo detalle de mi mente. Pero ya no soy la misma, he cambiado, física y mentalmente. Pensaba, ¿qué ha pasado conmigo?, los recuerdos negativos eran opacos, casi escondidos.

Como queriendo bloquearlos, o intentando borrarlos, pero eso, es imposible, un recuerdo, sea bueno o no, siempre estará incrustado en la mente, duélale a quien le duela. Me atormentaban, preguntaban por qué quería borrarlos, llenos de rabia, de pánico, también son parte de mi vida, me fortalecieron, educaron y evitaron muchas veces, que cometiese los mismos errores, me generaron sabiduría.

Preguntaban cuál era la razón de no querer recordarlos. No supe qué responder, por otro lado, los buenos recuerdos agradecían, por siempre tenerlos presente, nunca olvidaba algún buen momento. Tuve que ser paciente, para darle a cada recuerdo, la atención debida, en ese proceso, esa experiencia, veía una versión distinta de mí, esas versiones, también soy yo.

Descubrí que no había estado viendo recuerdos que estaban en mi cabeza, en realidad, había estado viéndome a mí misma. Me costó descifrarlo, pero cuando logré hacerlo, las imágenes desaparecieron, desvaneciéndose levemente en el aire, cerré mis ojos por unos segundos, al abrirlos, había absolutamente nada. Ni arriba, ni abajo, ni a los lados, todo era blanco por doquier.

Estaba sola, con un gran vacío de nuevo, empezaba a dudar de mi estabilidad mental, desconocía si lo que había visto, era real, o, ¿qué sucedía entonces?, ¿estaba perdiendo la razón?, con todo lo visto, experimentaba un desorden interno, dudaba sobre qué hacer, a dónde ir, por primera vez, deseé estar acompañada, deseé tener a alguien conmigo, por primera vez, no quería estar sola.

Pero eso era imposible. Ese lugar, que antes me parecía tan mío y especial, dejó de así parecérmelo. Solo quería, huir, huir de él, correr y correr, alejarme de ese sitio, donde solo reinaba la soledad, donde había nada, entraba en pánico, ¿correr a dónde?, ¿huir de qué?. Estaba lo suficiente distraída, como para no notar, que seis personas se acercaban por el norte, ¿de dónde salieron?.

Me eran familiares, no estaba segura, parecían ser chicas. Caminaban a paso lento, bastante relajado, charlaban entre ellas, mientras caminaban. Cada una, usaba únicamente, un color, en su piel, cabello abundante, ojos grandes, uñas cortas y vestimenta sencilla. La distancia se estrechaba, aumentaba mi curiosidad, olvidaba mi miedo, mi pánico, me enfoqué en descubrir quiénes eran.

Al llegar, estando cerca de mí, ninguna dijo algo, estaban ahí, delante de mí, mirándome fijamente, con expresiones propias un rostro humano, esa conducta me asustaba, hola, dije, esperando alguna respuesta. Pero nadie contestó, de terror, que horror, me miraban y decían nada. La más pequeña, era color verde, una niña muy linda, tomó mi mano.

De su boca, al intentar hablarme, salían sonidos distorsionados, bastante feos. No entendía qué decía, ¿por eso no me hablan?, pensé. Guardando silencio, el contacto con sus manos me transmitió información inentendible, pude entender una frase, ¿recuerdas cuando yo, era tú?. ¿Cómo podía ella, ser yo?. Soltó mi mano, el flujo de información se detuvo, de nuevo, escuchaba el profundo silencio de la nada.

La siguiente, color amarillo, una niña simpática, de mayor estatura a la anterior, sostenía un creyón de algún color, me lo ofreció, extendiéndomelo entre las palmas de sus manos, me produjo un bajón energético, recordándome mi pasión por el arte y la pintura, ya no frecuentaba la pintura, por cuestiones de tiempo, estaba olvidando mi pasión.

Pintar, pintar y solo pintar, es lo que hacía durante horas y horas. Recuerdo que, de niña, peleaba con otros niños, para que no usaran mis creyones, eran sagrados para mí. También me gusta leer, mi mejor compañía siempre fue algún libro y mis herramientas de dibujo, mejor que la compañía de las personas. Mi sentido artístico y literario, eran mis mejores amigos. Quise devolverle el lápiz, pero no lo quiso.

Hizo un gesto como diciendo, que era mío y me lo estaba regresando, yo conocía bien mis herramientas de dibujo, como la palma de mis manos y nunca había visto tal creyón, sin embrago, no quise despreciarla, así que lo tomé. Luego, la tercera chica, ésta de apariencia un poco mayor a la anterior, era color azul, a pesar de su frío color, lucía muy alegre, extrovertida.

Recuerda quien eres, dijo. Con una enorme sonrisa. La siguiente chica, un poco mayor, con apariencia delicada, era color rojo, me miraba sin decir algo, poco después, se me acercó y tocó mi frente con su dedo índice derecho, llevando mi mente a otro lugar, ¿dónde estamos?, le pregunté. Señalaba con su mirada, al mismo lugar que apuntaba con su dedo índice derecho.

Me encontraba entonces, en aquel espacio tiempo, con mi mamá. Como flotando en el pasado, mamá me aconsejaba, decía que cuando creciera, todo sería diferente, no por eso debía dejar de ser, quien soy. No terminé de escuchar la conversación, re-aparecí en la nada. Ya estaba comprendiendo qué querían decirme, pensé.

Color naranja, era la fémina que venía a continuación, del igual estatura a la chica anterior, sin duda, a pesar de verse linda y sencilla, lucía frívola, pero feliz, que combinación más extraña, tenía una hermosa sonrisa, me dió una pulsera, tejida con flores rojas naturales, recordé cuando era pequeña, tejía pulseras así con otras niñas, a quienes llamaba, amigas.

Fui feliz, me causó algo de risa recordar esos momentos vividos con ellas, ahora mayor, había perdido contacto con ellas, hacía ya mucho tiempo, como si las hubiera conocido nunca, la tristeza regresó a mí. ¿Por qué me quieres recordar el pasado?, pensaba, ¿la respuesta que busco está en el pasado?, guardé silencio, estaba entristecida.

La chica color púrpura, era bellísima, con largos cabellos rizados, que caían por sus hombros, recorriendo toda su espalda hasta el final de su cintura, se veía, como si su corazón estuviese muerto, estaba triste, sus grandes ojos eran opacos, como si escondiera muchos secretos, ¿me recuerdas?, dijo. Negué con la cabeza, pareció decepcionada y retrocedió unos pasos.

La última, con apariencia peculiar, usaba un color degradado, de cabeza a cintura, color blanco, de cintura a pies, color rosa, portaba la melancolía como si fuese un accesorio, soy así ahora, dijo. Todas, empezaron a desvanecerse a la vez, desaparecían, como si se juntasen en un mismo cuerpo, formando nueva persona. Brotando debajo de sus pies, un extraño líquido aceitoso que las cubría de a poco.

¿Me asustaba o me maravillaba?, ¿qué hacía?, no sabía cómo reaccionar. El nuevo personaje, producto de la fusión, era yo, mi viva imagen, portaba la naturaleza de un único color, el negro, deprimente y apática, ¿qué es lo que te sorprende?, yo también soy tú, me dijo. Empezó a explicarme que sus colores, representaban, mi yo, en cada etapa de crecimiento.

Se representaban con colores que contradecían sus emociones, dije. Así eres tú, incoherente entre lo que sientes y expresas, tu personalidad está alterada, respondió. ¿Por qué me dicen esto?, ¿dices que soy como te veo?, le pregunté. Sí, como me ves, eres, Respondió. Estaba sucia, bañada de pies a cabeza en aceite negro, no tienes equilibrio, te olvidas de ti misma, dijo.

Te descuidas, callas lo que te molesta, lo ocultas, lo reprimes, ese mal se va encerrando en ti, ya no hay espacio para que sigas acumulando tanta basura. Se notaba enojada. Sin saber que decir, empecé a dudar de mí, ¿tenía razón?. ¿Qué era eso nuevamente?, otra vez, el sonido de los latidos de un corazón, mi corazón: “¡pon pon!, ¡pon pon!, ¡pon pon!”, ¿qué pasaría?.

Últimamente, ese sonido solo significaba cosas malas, latidos van, latidos vienen, la chica de color negro empezó a derretirse, como cera. Al instante, empezaron a caer gotas de agua, llovía a cántaros, gotas que me aplastaban, cada vez que impactaba alguna contra mi cuerpo. ¿Qué rayos pasaba?, me pregunté, mirando arriba, empapada.

Cada vez que alguna gota impactaba la superficie bajo mis pies, por no llamarla suelo, explotaban estruendosos lamentos, gritos de desesperación y dolor, horribles de verdad, mis oídos lloraban, el corazón me daba puntadas, rápidamente, la nada empezó a llenarse de estas gotas, que resultaron no ser otra cosa, que todas las lágrimas que me reusé a llorar en el pasado.

Pronto, el lugar que a simple vista, parecía infinito, empezaba a llenarse con éstas lágrimas, habiendo espacio sin aire, empecé a ahogarme. Otra vez, el sonido de los latidos de mi corazón, azotaba mis oídos: “¡pon pon!, ¡pon pon!, ¡pon pon!”, ¿ahora qué?, pensaba, mientras iba quedando sin fuerzas, sin ánimos de vivir, de seguir luchando.

Mi corazón se escuchaba lento, más débil cada vez, mis pulmones se iban llenando de lágrimas, estaba muriendo, mis ojos se cerraban lentamente, ¿realmente iba a morir?, ¿así acabaría todo?, ahogada entre mis lamentos, ¿quién lo diría?, que ironía, ¿no?. Entonces, algo pasó, ¡abrí mis ojos con el último respiro de aire que me quedaba!. Y ahí estaba yo, en pijamas sobre mi cama.

Solo había sido un sueño, un sueño bastante real, pudo costarme la vida, por la experiencia de forzar mi corazón a emociones tan fuertes. Rápidamente, sentándome en mi cama de un salto, vi que tenía una nota en mi mano derecha, decía: “mira bajo tu cama", ¿qué?, ¿quién escribió eso?, ¿quién la colocó en mi mano?, ¿qué sentir?, ¿qué decir?, ¿qué hacer?.

Me levanté, lavé mi cara con agua fría, y, sin poder soportar ni solo instante más la intriga, las dudas, miré bajo mi cama, había un baúl, lo saqué, en él había muchos escritos y dibujos firmados por mí, ¿por mí?, recordaba haberlos hecho jamás, los dibujos plasmaban escenas del sueño que acababa de tener. Los manuscritos lo narraban en su totalidad, todo con distintas fechas.

Lo mismo, estaba escrito una y una y otra vez, como si lo hubiera escrito muchas veces. También había un libro empastado, con aún hojas en blanco, escrito a mano por mí, la historia de mi sueño se seguía repitiendo, con diferentes percepciones mías, después de tanto revisar, verificando la producción repetitiva del contenido, encontré una nota que decía: "revisa bajo tu almohada."

Levanté mi almohada, las manos me temblaban, ¿me había vuelto loca?, bajo la almohada, había otra nota, ¿más notas?, pensé. En la nota decía: “¿entendiste?”, estaba firmada con mi nombre y la fecha de ayer. Lo recordé todo, como pequeños choques de luz que impactaban mi memoria. Sueño exactamente lo mismo cada noche, al dormir, siempre es la misma experiencia.

Me gusta documentar mi vida, por lo que, registro todo lo que puedo, cada día, buscando respuestas, algún cambio, alguna novedad, ya que al dormir, lo olvido todo, y vuelvo a empezar, el sueño es tan real, que siento estar atrapada en él, sé que terminará matándome un día de éstos, y no quiero morir, por eso, busco cómo dejar de soñarlo. Temo dormir, al hacerlo, sé lo que pasará.

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