Una amiga me dice que recién se dio cuenta de lo mal que hace las cosas.
¿A qué viene esto? A que lloró durante meses por un chico con el que sólo se acostó dos veces. Un chico con el que, por circunstancias de la vida, tiene que seguir hablando, y como tenían muy buena relación antes de que se liaran, trataron hace poco de recomponerla con bastante éxito.
Resulta que desde que se dejaron de ver, él está saliendo con una chica, de la que ahora habla con mi amiga. Le contó que la conoció antes que a ella, y que se reencontraron después de dos años, que están muy bien juntos y que está pensando en ponerse de novio. Sí: mientras a ella le decía que no quería nada serio, estaba saliendo con la que ahora será su novia. No lo juzgo, ellos nunca dijeron que lo suyo sería exclusivo o serio, incluso lo hablaron y lo decidieron juntos, sin embargo, ahora ella siente que no es lo suficientemente buena como para estar con nadie en serio.
Ahí es donde entro yo, su amiga confidente, y me escupe esa frase: “hago todo mal”.
¿Qué es lo que piensa que hizo mal? Perder su tiempo llorando por él, y no haber salido a buscar otros hombres. Según sus palabras, llorar por él fue un grave error porque “no era una relación” (con esto quiere decir que no eran novios), “fue solo dormir juntos 2 veces, meses de una amistad hermosa y una confianza divina”.
En ese momento me dieron ganas de pegarle una cachetada y abrazarla a la vez. ¡Cómo nos moldea la sociedad, la cultura, el leguaje! Nos ensañan qué y cómo comer, a vestirnos, a entablar conversaciones, con variantes dependiendo de nuestro interlocutor, a desconfiar de algunos y confiar ciegamente en otros, a sentir… ¡Mierda, si hasta nos enseñan cómo debemos coger! Es que estamos tan limitados, tan estructurados, tan apegados al significado de las palabras, que olvidamos que lo verdaderamente importante, lo que se supone que vienen a decir esas palabras: lo que experimentamos en lo más íntimo de nuestra mente y alma.
¿Nunca sintieron que las palabras no alcanzan para expresar lo que se siente? La palabra “felicidad” engloba un sinfín de significados, y para todos representa una experiencia diferente, con algún punto de conexión, pero muy personal. Amor, tristeza, nostalgia, siempre quedan chicas y deforman nuestros sentimientos, los adaptan para que el otro mínimamente lo comprenda, pero nunca será suficiente para ser verdaderamente comprendidos. Entonces, sabiendo esto, ¿cómo podemos ser capaces de creer que una palabra (“novios”, “relación” y aún más seguida del calificativo “formal”) es capaz de definir lo que sentimos, o peor, estructurar lo que deberíamos sentir?
Ay amiga, yo intenté explicarte, pero ojalá lo entiendas y nunca más necesites que te expliquen que cada quién siente como siente, como sabe, como puede y como le sale. A veces más, por quién no lo merece, a veces menos por quién sí, pero nunca podremos forzar nuestras pasiones, porque no somos dueños de ellas. Lo de ustedes quizás no tuvo el título de noviazgo, pero sin dudas fue mucho más sentida que muchas de mis relaciones; quizás no duró tanto, pero sin dudas fue intensa, hubo confianza, que muchas veces falta en parejas de años, hubo amistad, que sin dudas es el ingrediente secreto de una buena relación… que insignificante se siente ahora el título, ¿no?
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