A una determinada edad, todo depende de la madurez de la persona, el ser humano tiende a hacerse preguntas cada vez más trascendentales a cerca de nuestra existencia vital. Ya sabéis, el porqué de la vida, por qué vivimos, a dónde vamos...en definitiva; cuál es el sentido de la vida.
Desde tiempos inmemoriales, la fe, independientemente de la religión que procesemos, prediquemos o practiquemos, ha sido un pilar básico para apoyarse en los momentos más "delicados" y "confusos", y, en muchísimas ocasiones, una hoja de ruta que seguir fielmente mediante las directrices, reglas, de las mismas.
Pero... qué sucede con los agnósticos , con los que no son creyentes. La lógica unida a una sed de conocimientos y cultura, aunque no siempre, suele determinar un pensamiento férreo en la no existencia de una Deidad, un ser supremo o un Dios, omnipresente y omnipotente.
Después de mantener más de un soliloquio e incontables noches en vela, he llegado a la decisión: HE DECIDIDO CREER.
ME NIEGO A PENSAR QUE LA VIDA TERMINA CON NUESTRA EXISTENCIA TERRENAL. Sí, la vida tal y como la conocemos,está claro que finaliza, pero, creo fervientemente que volveré a ver a mis seres queridos. De una forma u otra seremos todos testigos directos... de modo que prefiero vivir con un pensamiento positivo. Eso sí, sin que la religión influya de un modo negativo en mi vida, o en la de un tercero,no se trata de ser "adoctrinado", o vivir bajo el yugo de una religión que no me permita vivir MI VIDA.
En definitiva, vivir respetando todas las creencias de cualquier índole, y siempre respetando ante todo, la vida. Porque la vida es bella, por el simple hecho de ser VIDA.