Las ruinas románicas de Mondariz

in romanicart •  7 years ago 

Pontevedra está considerada como la capital del Camino Portugués o Camino de la Vía de la Plata, y no sin razón, no obstante teniendo en cuenta las sucesivas remodelaciones, así como las graves dispersiones de un patrimonio artístico rico, variado y sin duda alguna monumental, en el mejor de los casos poco o nada conocido y en el peor, reducido miserablemente a cenizas. Ahora bien, de esa riqueza, forman parte, como así lo hicieron en el pasado, los grandes monasterios, independientemente de que hubiera autores, como Juan García Atienza, que llegaran a afirmar, haciéndose cábalas de los verdaderos motivos, que éstos, o la mayoría de ellos, en su defecto, se levantaban lejos de los típicos caminos que recorrían los peregrinos hasta alcanzar su destino en Compostela, o un centenar de kilómetros más allá, en el cabo Finisterre, lugar donde terminaba ese otro camino, utilizado por culturas pretéritas desde el alba de los tiempos y considerado, por lo tanto, como pagano. Precisamente, muchos de los templos -ermitas, iglesias, capillas o monasterios- que jalonan la piel de toro de la vieja Hesperia, aquélla misma Hesperia donde Hércules protagonizó el robo de los toros de Gerión, se levantaron sobre anteriores lugares de culto, quedando constancia de ello en numerosos casos, donde se constatan todavía elementos foráneos reutilizados, que van desde parte de menhires y dólmenes -como el que se localiza en el muro norte interior de la parroquial soriana de Tera-, hasta aras de sacrificio celtas y romanas, utilizadas como altar o como base de altar, pudiéndose citar, también como ejemplo, el que se aprecia en la iglesia de Santa Eulalia de Morcín, Asturias o aquél otro, que se encuentra en una iglesia orensana, que todavía conserva parte de su antigua fábrica prerrománica: Santa Eufemía de Ambía; ésta última, así mismo en Camino de Santiago y cercana a poblaciones de interés, como son Xunqueira de Ambía, Allariz y Santa Mariña de Augas Santas. En Augas Santas, por ejemplo, es notable el caso de la iglesia de la Asunción, templo del que se ignora por qué no se llegó nunca a terminar -hay quien supone en buena ley, que el prendimiento y la disolución de la Orden del Temple tuvo mucho que ver- pero cuyos cimientos se levantan sobre un anterior complejo sacro de índole celta, que responde, curiosamente -y digo curiosamente, porque es un lugar que nada tiene que ver con el fuego y sí mucho con el culto a las aguas-, al nombre de Forno da Santa.
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Mondariz y una de sus zonas más populosas y significativas, Mondariz Balneario, también puede considerarse como una localidad de paso jacobeo, si bien su templo parroquial ha perdido todo vestigio de ese arte peregrino, como muchos han consentido en denominar al románico, aunque bien es cierto que en sus inmediaciones, todavía sobreviven interesantes vestigios, como lo demuestra el templo de San Pedro, en Angoares -hoy día, iglesia cementerial-, población que hemos de situar a escasa distancia de Ponteareas y de esa Autovía de la Plata que conecta ambas Rías, las Altas y las Bajas. De hecho, otra de las poblaciones cercanas que utiliza un antiguo palacio gótico como albergue de peregrino, sería Redondela, famosa, entre otras cosas, por su puerto de Cesantes, frente al que se sitúa la isla de San Simón, que en tiempos medievales albergó un hospital, posteriormente un fuerte y también una prisión. En Redondela, y enfrente del mencionado albergue de peregrinos, todavía se puede encontrar otra curiosidad, no menos digna de mención: un antiguo crucero de piedra, en cuya base hay un peto de ánimas, donde aparte de las velas, las monedas piadosamente desprendidas para liberar almas del purgatorio o las piedras que lleva consigo todo peregrino como tributo a los antiguos lares de los caminos, se pueden ver patatas mal formadas como una rogatoria de bendición para las cosechas venideras. Esto conlleva pensar que, en algunos aspectos, Galicia, afortunadamente, continúa siendo Galicia: quid pro cuo.
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Mondariz Balneario es un lugar que aprovecha convenientemente las peculiares propiedades de sus aguas. Destaca, en este sentido, la denominada fuente o manantial de Gándara, sobre la que se levanta un templete de aspecto neoclásico y planta circular. Algunos metros por encima de éste, y teniendo como referencia la Capilla de la Virgen del Carmen, así como un soberano edificio, neoclásico también y reacondicionado como spá, un hermoso y a la vez frondoso parque invita al paseo y la contemplación. En su interior, no resulta difícil tener la sensación de que el tiempo, por una de esas incomprensibles paradojas de la física, ha detenido su camino y quien conozca algunas de las antiguas historias de la Galicia ancestral, tal vez recuerde, al oír el dulce trino de algún misterioso pajarillo, la historia de San Ero de Armenteira. O si lo prefiere, por haber recorrido su totalidad o parte del Camino Primitivo que llega a Galicia a través de Roncesvalles, y ha pernoctado en el monasterio navarro de Leire, la de San Virila, pues ambas historias son prácticamente idénticas y tratan, seiscientos o setecientos años antes de Einstein, de la Relatividad. Relativo sería, pues, encontrarse con ese desperdigado pero magnífico montón de restos románicos y no tener la sensación, como la tuvieron los propios Ero y Virila -¿erotismo y virilidad?- de haber vuelto al monasterio doscientos años después y encontrárselo totalmente arruinado. Porque, en efecto, aunque ningún cartel señala la existencia de estos artísticos y melancólicos retazos de Historia -parte de los ventanales de un ábside y parte de una grandiosa portada principal- ni informe sobre su procedencia, algunas fuentes indican que pertenecieron a la iglesia de un monasterio venido a menos, que se levantó en la vecina población de Castelans, pequeña parroquia perteneciente al municipio de Covello, donde todavía se conserva, en completa ruina, desde luego, parte de ese desventurado cenobio. Y probablemente, al mismo lugar perteneciera, así mismo, el magnífico peto de ánimas que representa a San Martiño liberando almas del purgatorio -esta escena, no deja de recordar parte de esa historia críptica descrita en el libro de Juan Valentín Andreae, Las bodas químicas de Kristian Rosenkreutz- que sirve como ornamento y base a una fuente que se encuentra algunos metros más allá de ese stargate o puerta a las estrellas en el que se ha convertido el arco de la portada del antiguo monasterio de Castelans.
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En definitiva, hojas cruelmente arrancadas de un auténtico compendio sociológico y psicológico del que se nutrían los espíritus del hombre medieval. Arquetipos, después de todo, no tan diferentes de los que afectan al hombre actual. Como diría el genial poeta francés, François Villon: ¿a dónde fueron las nieves de antaño?.

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