Sus palabras resonaron en los agentes, consiguieron que varias cabezas se volvieran en nuestra dirección. Me liberé los brazos de un tirón y miré a la calle donde habían dejado a la chica.
—De acuerdo, jefe — contestó la mayoría con sequedad.
Durante la hora siguiente, aquel grupo se fue alejando de aquella zona, mientras de a poco llegaron periodistas y pasaba gente y curiosos por la calle. El cuerpo fue trasladado y había llegado a la morgue donde ya el forense le estaba haciendo las pruebas de rigor. Le entregué a la prensa un informe redactado por Esteban y yo, con todos los datos exceptuando aquello de la tortura, que lo disimulamos con la frase neutral de “evidentes signos de violencia física” lo cual permitía evitar decir aquello sin mentir por omisión.
Fuentes ordenó buscar entre los matorrales posibles evidencias, como algún objeto asociable al crimen, manchas de sangre, ropa e incluso armas blancas que hubieran ayudado a tal crimen. Por otra parte me dijo que volviéramos al anexo, ya que tenía la intuición que dicho dato se conectaba con este caso. Y a decir verdad, el estado de aquel sitio permitía pensar que pudiéramos encontrar rastros útiles.
Finalmente, organizó una grilla a fin de recolectar datos en la zona. Para eso, usó a los policías uniformados para eso encomendó a la Policía de Caracas que estaba allí con un contingente al mando de un sargento. Un grupo se encargó de peinar la zona, el otro de se encargó de interrogar a los vecinos a la gente de los negocios y otros llamaron a los agentes que estaban de servicio en la noche.
Fuentes sacó una hoja e hizo un croquis de la zona donde le asignó su territorio a cada hombre y nos dijo las preguntas que deberíamos hacerle a cada persona en cada casa, apartamento o comercio: ¿Ha oído gritar a una mujer en algún momento en las últimas cuarenta y ocho horas? ¿Ha visto que alguna persona tirara o quemara ropas de mujer? ¿Se ha fijado en algún coche sospechoso o en gente que rondara por esta zona sin rumbo fijo? ¿Ha pasado usted por la avenida y la plaza durante las últimas veinticuatro horas y de ser así, se fijó si había alguien en los terrenos?
Anduvimos, llamamos a los timbres e hicimos preguntas. Obtuvimos respuestas negativas, y anotamos las direcciones donde no había nadie en casa para que la segunda oleada de policías tuviera los números con qué trabajar. Hablamos con amas de casa, con niños maleducados; con jubilados y con gente que estaba de vacaciones o desempleada, e incluso con un poli que tenía el día libre. Todo lo que conseguimos fue nulo y estábamos de nuevo en ese anexo, donde llegamos según la corriente del crimen y por accidentes terminamos envueltos en otro caso. O quizá era como pensaba Fuentes: que todo esto no fuera más que un mismo caso, una pesadilla de horror criminal.
Entonces, se comunicaron con nosotros desde el comando, diciendo que querían nuestra posición para entregarnos una copia del expediente. Le dijimos que estábamos en el anexo, donde estaba la comisión policial que ya había asegurado el área y algunos agentes estaban preguntando sobre Narinas y el caso de Yoberma.
La espera permitió colectar detalles, que aunque pocos y circunstanciales, podrían darnos luces. La cosa era que Junior Narinas trabajaba en el taller mecánico donde decía que era dueño, aunque en realidad era socio minoritario. Aquel era negocio de familia y le dejaron a él ese taller para que lo administrara, ya que había demostrado habilidad para trabajar ese oficio tan honroso y difícil, a parte que también demostró responsabilidad y tacto para dirigir un negocio.
La cosa iba muy bien. De hecho, aparte de reparar carros, expandió aquella operación hacia el lucrativo campo del tunning. Y pasó lo que ocurre con mucha gente: donde son buenos en un área, resultan malos en otra: la vida privada de Junior se convirtió en un desastre, en una permanente borrachera, drogadicción, promiscuidad y perversiones de todo tipo. Aquel anexo lo usaba para esos fines. Al principio, lo usó como una especie de depósito para guardar objetos especiales del trabajo que no podía guardar en el taller, pero pronto, ante el fastidio de siempre andar buscando y pagando hoteles, decidió comenzar a usar aquella guarida. De los encuentros sexuales pasó a ser su centro social. Los vecinos pasaban quejas, pero él siempre pagaba su alquiler y su condominio, estaba al día, al contrario de muchos vecinos.
Así, pudo continuar con su vida secreta, hasta que comenzó a mezclarse con el crimen y ganar mucho dinero de más en el negocio de picar carros, que consiste en tomar los robados, desmantelarlos y venderlos por partes. Algunos talleres dedicados a esta práctica roban los vehículos ellos mismos; pero en otros casos se los compran a los delincuentes.
Sin embargo, para que la carrera de un delincuente sea exitosa, debe cumplir con dos requisitos: no dejar evidencias y no levantar sospechas. Narinas se equivocó en ambas. En primer lugar, andaba comprando muchos de estos vehículos robados lo cual hacía que su nombre en el medio hamponil resonara. Por otra parte, su taller siempre estaba lleno de carros. Algunos eran reparados, pero otros, de pronto, desaparecían. Dueños que nunca venían a buscarlos y a quienes nadie, salvo Junior, había visto. Por otra parte, siempre andaba cargado de plata y aunque le iba bien en el taller, aquello evidenciaba que estaba sacando plata por otra parte.
Sin embargo, dos allanamientos resultaron infructuosos, no se encontró nada, ni carros ni repuestos y Junior estaba “desaparecido” y en esa situación estamos. Ahora, este caso, no ha llevado a otro caso. Un sospechoso sin evidencia para culparlo, y evidencia para culpar sin sospechoso para cargarle.
Sin embargo, llegó el expediente y la revisión delató los detalles que justamente estaban buscando:
— ajá, presa hace cuatro años por robo… pagó en Los Teques…. Buena conducta…. Vamos a revisar los detalles… — entonces, los agentes advierten un detalle:
— era la banda Los Tiburones. Robaban vehículos entre Catia La Mar y el oeste de Caracas. — leyó Fuentes. Salazar señaló con el dedo y leyó:
— más de quince vehículos robados. La banda había sido detenida en varias ocasiones; pero lograban salir… me imagino que bajándose de la mula seriamente. — dijo Salazar.
— fíjate que cuando la desmantelaron finalmente, detuvieron a tres, cuatro resultaron muertos y uno escapó. — entonces los agentes se dieron cuenta del detalle.
— dos han salido y ambos están muertos. Claro, lo actualizaron con el detalle de hoy. El anexo que le colocaron dice Yoberma había salido de la cárcel y apareció muerta hoy. Coye, archivo se lució actualizando esto. — comentó Fuentes.
— bueno, vamos a ver quién no fue atrapado. — dijo Damián.
Entonces llegaron más detectives de CICPC que iniciaron la pesquisa del apartamento. Uno de ellos salió y les dijo que debían tomarle huellas de sus zapatos para propósitos investigativos. Cuando lo hicieron, el detective encargado de eso, les dijo que por ese apartamento habían pasado tal cantidad de gente como la que pasa por el Metro de Sabana Grande a las cinco de la tarde.
Claro, esa conclusión era un callejón sin salida. Sólo demostraba que aquel anexo era un antro; pero eso no es un crimen y menos los que buscan resolver. Claro, la investigación criminal es un rompecabezas y cada evidencia y hecho es una pieza. Faltaban las otras.
El experto en rastros determinó que habían rastros de: sangre, vómito, heces, semen, fluidos vaginales, saliva, sustancias químicas diversas: desde aceite para motor hasta fijador de para peinados.
— los preservativos usados permitirán relacionar el ADN con quienes estuvieron, al menos, teniendo relaciones. Con los parámetros que establecieron, veremos si aparecen las personas que ustedes están verificando. — dijo el detective, muy motivado con la investigación. Y es que una escena así constituye un reto, pues los datos están allí, sólo hay que ordenarlos. Y el orden exige paciencia; pero la paciencia exige tiempo y ese es el factor que no tienen. Aun así, si pueden relacionar a Yoberma con aquel anexo, avanzarían mucho en el caso. Ella y…
— por cierto, vamos a ver quién es el fulano que anda volado. — dice fuentes.
Revisan los datos y pronto descubren que se trata de Edgar Cifuentes, de treinta años. Oriundo de Turmero, estado Aragua. Su carrera criminal comenzó allí, a los 19 años, ejerciendo de jíbaro. Aunque lo tenían vigilado, es registrado en el sistema cuando recibe un disparo en el abdomen, un par de años después. Por eso, se cambió de gremio y se dedicó al robo de vehículos y se mudó a Guarenas, donde vivían unos familiares. Al principio, se portó bien. Consiguió trabajo y hasta novia… pero delincuente es delincuente. Las malas juntas, la propia debilidad de carácter, lo acercaron de nuevo al crimen. En ese tiempo estaba vivo José Vives, alias, Chito. Ellos se reunían en una cancha de basketball y jugaban en la noche. Un día, ambos hablaban mientras se tomaban unas cervezas y allí Chito le contó que él robaba carros y que estaba buscando un socio. Así, unieron esfuerzos. A los tres meses, comenzaron a obtener dinero en cantidad gracias a sus robos y allí Edgar decidió irse de su casa y se mudó a Catia. Siguió operando en Guarenas, pero ya no trabajaba allí. De hecho, a los meses, dejó su trabajo legal y la vida digna que llevaba.
Las actividades de la banda crecieron y fue necesario conseguir más gente. Además, apelaron a un modus operandi particular, con par de chicas, que seducía a incautos, lograban llevarlos a sus carros y los tipos iban detrás de ellos. Justo cuando la víctima pensaba que había logrado cuadrar, ellos caían y lo robaban. Para guardar apariencias, las chicas se quedaban con ellos, o en otros casos, se iba. Luego, las propias chicas comenzaron a lanzar los robos. Las denuncias y los perfiles habían sido apuntados; pero no había manera de obtener sus identidades.
Un día, el CICPC, en cooperación con la antigua GN decidió lanzar un operativo a fin de capturar la banda. La idea era tender una trampa, mediante un agente encubierto y el apoyo cercano para proceder cuando se efectuara el robo, para así capturarlos infraganti.
Un lugar común de robo era Las Mercedes. Allí sucedió la detención de Karelis Zerpa, justo cuando iba a robar a nuestro agente. Se le encontró un revolver .38 y dos celulares. El rastreo permitió la captura de dos personas más: Frankiln Delgado y Luis Moreno.
Sin embargo, gracias a los “buenos” oficios de los abogados estos criminales quedaron libres. Luego nos enteramos que pagaron una fortuna para salir libres. Después de eso, continuaron su acción, pero se les dio seguimiento, ellos cometieron el error de no cambiar los celulares y tampoco de área de acción así que el CICPC pudo extender una nueva grilla que dio con la captura de toda la banda.
Esta vez, la cosa fue más complicada. Yoberma fue detenida junto con Frankin. El resto, incluyendo a Edgar, se encontraban cerca del lugar y una comisión policial fue por ellos. Como resultado hubo un enfrentamiento donde cayeron tres sujetos, la otra dama fue detenida y Edgar escapó. Desde ese momento, anda prófugo. Fuentes emite una orden de captura contra este sujeto y solicita su expediente. Ahora, un nuevo caso se aperturaza en esta bifurcación criminal.
Saludos.
Muy agradable lectura.
Si me permite compartir con usted un recuerdo, estoy por cumplir 60 años y los recuerdos se me escapan. En 1974 visité por primera vez Caracas acompañando a mi madre; ella me llevó a visitar a una familia con la que mantenía una añeja amistad. En un momento de la conversación la señora de la casa y mi madre se ausentaron y quedé en la sala con el padre de la familia; el señor era un detective jubilado de la Policía técnica, ostentaba un largo y ancho bigote, y también una colección de pipas, además mostraba un particular orgullo por su biblioteca. No recuerdo que en aquella conversación él haya hecho referencia a ningún caso que hubiese resuelto, sin embargo, si refirió algunas de sus lecturas y su intención de escribir memorias, que tal vez se parecerían a lo narrado por usted. Al despedirnos, el caballero tuvo la amabilidad de regalarme una novela rusa: Crimen y castigo. Lamentablemente nunca más volví a conversar con aquella pareja de señores tan amables...
Tengo la impresión que en Venezuela la novela y el relato corto de tema policial aún tiene mucho por dar.
Creo que esta es mi oportunidad para agradecer a usted y también, si eso fuese posible de alguna forma, a aquel señor del quien le he referido por permitirme una grata lectura.
Muchas gracias.
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Colega, disculpa, ¿Es este el primer capítulo de tu historia, o realmente es el segundo? Si es así, ¿Dónde está el primero? Me atrajo mucho que seas escritor de Steemit, como yo, pero no consigo el primero, y quiero leerlo antes para seguirla con lógica...
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