La princesa del bosque dormido

in spanish •  6 years ago  (edited)

Estimos amigos, dejo al cuidado de sus lecturas mi participación en el concurso de escritura semanal de @FuerzaHispana.

Dejo acá el Link de la convocatoria, por si se animan en una próxima oportunidad.
Espero que disfruten mi cuento.
Suerte para todos los participantes.



Víktor Vasnetsov (1848-1926): La princesa durmiente (1900-1926), Fuente.


 

Madre Bosque, Madre Bosque,

Cien años florecerá tu orilla.

Cobija a tu hija con hojas, que hace frío.

Sella sus ojos de lágrimas con la savia de tus ramas.

Madre Bosque, Madre Bosque,

¡Despierta, ya viene el Rey!

Como su padre al heredar el trono y como todos los reyes antes que él, el príncipe cumplía el rito de penetrar el Bosque Madre. Descalzo, la cara pintada con símbolos de protección, apartaba con manos desnudas zarzas y enredaderas.

Estrictamente, sus antepasados eran senescales del trono, heredad, según la leyenda, de la princesa dormida en el corazón del Bosque por una maldición de cien años, y cuyo linaje se había extinguido. Sin embargo, su familia, fiel a la tradición, cumplía el rito de enviar herederos al castillo encantado. Nadie, jamás, se había levantado de los aposentos reales. Ni doncella, ni nada que respirara. Ni siquiera sus antepasados pudieron nunca entrar al castillo sellado por la maleza.

Tenía las plantas lastimadas y sangraban, pero avanzaba. Lo sabía, porque escuchaba el latido vegetal del Bosque, donde antes había silencio profundo. En cierta forma, el Bosque Madre estaba muerto. No su vegetación, que crecía y se encrespaba confundida con la niebla perenne que lo coronaba, sino su alma: este bosque no sustentaba vida. Las liebres que abundaban en sus alrededores lo evitaban, aun cuando eran acosadas por los depredadores. Era común encontrar sus cadáveres momificados en las lindes, como si el bosque mismo las hubiese matado. Como si ningún carroñero hubiera querido alimentarse de sus despojos. Tampoco había pájaros, y esto espantaba al príncipe más que nada.

Sin embargo, mientras avanzaba, comenzó a ver algunos escarabajos verdes. "Inmunes al mortal influjo", pensó, "tal como la sangre de mi linaje, que latía una con el Bosque". En este punto, el príncipe recordó la historia del príncipe falso, fruto de una infidelidad, cuyos huesos debían sufrir su condena sepultados por los matojos. El ánimo del príncipe flaqueó. Inmediatamente se avergonzó (un poco).

Superada la prueba de sangre, su tarea era sencilla. Recoger una prenda cualquiera: azulejo, banderín, utensilio, que demostrara su visita al castillo y podía regresar a heredar su reino y dirigir batallas. Con dignidad, claro. Odiaría ser recordado como su bisabuelo, el Rey Alejandro XIII “del Puchero”, apodado así a su regreso, pues blandía triunfal un pucherito desportillado, como si de un trofeo de guerra se tratase. Mantuvo el trono con penas y murió alcohólico.

Lo sorprendió el pórtico cubierto de hiedra: la gran puerta de roble tachonada en bronces estaba entornada. Un custodio, dormido o muerto, reposaba sobre un escalón de mármol. Los escarabajos le habían comido un párpado. Un escalofrío lo recorrió. Para envalentonarse, tomó su primera decisión de Rey: demolería esa abominación. Robó la daga del guardia (una buena daga ruda con puño de hueso que sería una prenda magnífica), y entró.


Parecía una muñeca. La melena dorada había crecido, extendiéndose y enredándose con los zarcillos de las enredaderas. El rostro inmaculado, blanquísimo, resplandecía en la penumbra levemente hedionda y húmeda.

Entonces lo supo:

Si despertaba, tendría que desposarse con eso.

Si despertaba, reclamaría el trono que por siglos su linaje había construido con sangre y fuego, mientras ella, literalmente, dormía.

Clavó la daga, sin lástima ni odio, debajo del pecho izquierdo.


Madre Bosque, Madre Bosque, ¡y aun así despertó!

“Amor mío, mi Rey, ¡te he esperado tanto!”, lloró de alegría.

“Madre Bosque, Madre Bosque”, llamó a tu corazón la Bella Durmiente del Bosque Dormido.

Destrenzó su cabello de oro. Llamó a sus sirvientes, al cardenal, para celebrar la gran boda.

 

Y cerró las puertas del castillo para siempre.


Gracias por la compañía. Bienvenidos siempre.




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Gracias por tu participación en el concursos de escritura de @Fuerza-Hispana.

Saludos.

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Muchas gracias por llevar adelante esta iniciativa tan estimulante.