ETAPA 10- Libro-- Capítulo 6 " El foso del olvido" ( Cuando la tragedia esconde una inmensa decepción).

in spanish •  7 years ago  (edited)

ETAPA 10

                                      CAPITULO 6

Ese domingo y después de almorzar Clara se fue al parque de la casa, necesitaba estar sola. La familia la vio un poco rara pero no hizo preguntas, en esa casa se respetaban los espacios y los tiempos de los demás. Dio algunos pasos desorientados y se sentó en el banco que estaba en la entrada, en la parte externa del límite de la casa. El día estaba gris y un aire frío se colaba por el cuello de su abrigo, una opresión desconocida se quedó quieta en el centro de su pecho. Algunas lágrimas se invitaron solas a la reunión
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con su alma y un pañuelito bordado por la abuela Marta acudió en su ayuda.
La siguieron los cinco perros, pero Rocky, el cruzado con ovejero belga se quedó muy pegado a sus piernas, pensaba en la idea de ya no ver más a su padre y la angustia acongojada desató su nudo vertido en sus mejillas. El perro grande y lanudo hizo un sonido lastimero poniendo su hocico sobre la rodilla de su ama, sus dulces ojos color miel se acurrucaron en su interior y le dieron abrigo, nunca se supo que gen le proporcionó esos ojos pero su llegada cuando era cachorro en los brazos de su padre, era uno de los primeros recuerdos buenos que atesora después de aquel día horrible en el que fue rescatada del pozo.
-¿Será que sabes que estoy sufriendo?.
Rocky la miraba insistente moviendo su hocico sobre la rodilla, lo acarició pasando su mano sobre la cabeza huesuda.
-Sabes, claro que sabes.- se respondió en voz alta.
El perro lamió su mano y supo que no estaba sola, él podía ver algo que los humanos no podemos, a nosotros la omnipotencia por hacernos fuertes termina limitándonos en la llegada al alma de los que nos rodean.
-Ya no eres un jovencito ¿eh?, pronto cumplirás diez años y yo voy a acompañarte como lo estás haciendo ahora.
Los días fueron corriendo. Néstor inició algunos tratamientos, trabajaba y cuando se veía complicado lo reemplazaba algún compañero, pues la mayoría estaba al tanto de su enfermedad. Vivía en un departamento en el centro de la ciudad. A estas alturas Melissa, Julián y Aldo se habían enterado, estaban tristes, era muy querido por todos incluso por Julián, la relación siempre había sido muy civilizada y cordial pues además era un excelente padre.
Cuando tenía recaídas Melissa se turnaba con Clara para llevarle comida sustanciosa y atenderlo, esto duraba poco, él tenía mucho amor propio.
Su estado se fue agravando y lo internaron en terapia intensiva, allí tenía todo lo que estaba al alcance de la ciencia. Llegó un punto en el que ya la medicina había cumplido su ciclo. Estaba sumamente delgado y la cama se lo había fagocitado. Clara necesitaba estar más tiempo a su lado pero en un lugar que tenía sus reglas, no podía estar en todo momento.
Melissa y Julián conversaron y le contaron a Clara que habían decidido traer a Néstor a la casa con ellos ya que ella era la única familia.
Ella los abrazó a ambos a la vez y le agradecía, especialmente a Julián el haber tenido esa acción tan generosa.
-Pequeña, yo te quiero como si fueras mi hija, entre tu hermano y tú para mí no hay diferencia y lo sabes, de alguna manera también soy tu padre.
-Si lo sé, yo también te quiero y gracias, no sé si alguna vez te dije que eres mi héroe.
Julián la abrazó fuerte, las palabras quedaban con sabor a poco ante tantas sensaciones de sincero afecto.
Gerónimo llegaba de la escuela, con sus siete años vivía siempre con ganas de jugar y el clima de angustia que había en la casa le pasó desapercibido.
Tomó a Aldo de la mano y se lo llevó todo lo rápido que el abuelo podía moverse para jugar con los perros. Formaban una manada perfecta y el niño era parte de ella abiertamente.
Pasaron unos días y los médicos autorizaron que Néstor se fuera con su familia, Julián armó la cama de Gerónimo en el cuarto de Aldo y dejaron el lugar para poner una cama ortopédica para el padre de Clara.
Nadie había estado tan cerca del sufrimiento humano como en esos días, ni siquiera cuando enfermó Marta, pues ella tuvo un ACV y todo pasó sin tiempo a reaccionar.
Néstor toleraba los dolores que la enfermedad le provocaba ya que su profesión le daba el saber sobre el exceso de analgésicos, pues haría que al final ya no hicieran efecto.
Se turnaban para atenderlo, a veces hasta Aldo, que se sentaba en la mecedora y le hablaba de las novedades del diario del día. Llegó el momento en que el sufrimiento se acrecentó, el cabellos se había caído y los músculos habían desaparecido de su esqueleto, la respiración se hizo corta y dificultosa, mientras su piel se tornaba amarillenta. De a ratos perdía la conciencia y se quejaba arqueándose desgarradoramente. Clara lo asistía con diligencia y fortaleza.
Contenida por Guillermo que pasaba por la casa cada vez que podía, decidieron llegar a la morfina. Estaba sincronizada con un sistema que se la administraba cada cierto tiempo programado, esto se incrementó, su cuerpo ya no resistió.
Uno de esos días Néstor, delgado y pálido tenía ambos brazos al costado del cuerpo sobre las sábanas., su cuerpo se había empequeñecido en medio de la cama, Clara lo tenía tomado de la mano inerte mientras con la otra acariciaba su frente, sintió sus dedos presionados levemente por los lánguidos dedos de su padre, ella lo observó con la entereza del que ama profundamente y renuncia a sí mismo por amor, entonces le susurró cerca de su oído.
-Vete papá, voy a estar bien, ¡voy a estar bien!, ya no te detengas.
Ella había comprendido que el amor inmenso que su padre le profería en los débiles sonidos, era lo único que distanciaba el dolor físico, del alivio de dejarse llevar por la muerte. Él ya no podía hablar, una lágrima recorrió lenta el camino por su sien, volvió a apretar la mano de su amadísima hija. Luego la relajó por última vez.
Un silencio de hielo apuñaló el corazón castigado de Clara, sus ojos quedaron cerrados y el dolor físico quedó aprisionado dentro del envase del cuerpo. Ella se encontró agradeciendo que todo hubiera terminado. Nunca se quiere perder a los que amamos pero se desligó de su egoísmo filial, para dejarse cubrir por la paz que en ese momento tenía su padre.
Un día tuvo que conocerlo de nuevo como si recién hubiese nacido aunque ya tenía ocho años, ahora la tarde otoñal acompañaba un dolor desconocido.
Afuera el zumbido de los pinos, el ladrido de los perros, la vida seguía su curso, nada se detuvo, mientras aún apretaba la mano tibia de Néstor y recostaba la cabeza en su pecho por última vez. Esperó, no llamó a nadie, quiso quedarse sola mientras el llanto golpeaba su pecho. Ese instante era solo suyo.
-¡Papá, papá…!-necesitó nombrarlo con urgencia por última vez.
No lloraba por él que ya no sufría, lloraba porque había perdido a una de las dos personas que más la amarían en la vida, estaba segura que ni sus propios hijos, si alguna vez los tenía, podrían amarla sin condiciones como aman un papá y una mamá.
Los días fueron pasando y el duelo hizo su trabajo, se dejó llevar por los estados que este proceso necesita, momentos de largos silencio, donde recordaba imágenes de Néstor, acostumbrarse a la ausencia, al adiós.
La herida fue sanando. Su hermanito trataba de llamar su atención por pedido de Melissa, el pequeño vivaz e inteligente aprendió a experimentar la solidaridad sin saber cómo se llama, solo lo hacía con la sencillez y el desparpajo que brinda la espontaneidad de la niñez, con esa libertad que vamos perdiendo a medida que crecemos y la sociedad se entromete en nuestra manera de ser y nos pone reglas sociales haciéndonos aferrar a una sensatez hipócrita, que si no le ponemos límites nos convierte en seres estructurados y generalmente poco felices.
Salió a caminar hacia el bosque pero esta vez la acompañó Rocky, caminaba a su lado, conocía el camino y se movía alegremente, le hizo dibujar una dulce sonrisa viendo como la cuidaba, jadeaba, parecía agitarse.
-¿Estás cansado, amiguito?- le hablaba tiernamente.
La mano de la joven daba pequeños golpecitos sobre el lomo peludo, las canas rodeaban el hocico y el resto del pelaje se iba blanqueando poco a poco, en ese momento lo notaba. Tenía la intención de llegar hasta la cabaña de Néstor donde sabía que estaba pintando, hacía años que no iba, en realidad lo había hecho una sola vez hacía unos cinco años por pocos minutos, porque su padrastro la acercó hasta la casa otra vez, diciendo que cerraría el lugar porque tenía que ir a ver una obra en construcción.
Rocky caminaba más lento, se quedó parada y el perro parecía agradecérselo, entonces se volvieron mucho antes de encontrar el camino al lugar de retiro de Julián pues quizás su peludo compañero no lo resistiría.
Su novio iba a buscarla a la academia todas las veces que podía, sino ella iba a esperarlo al consultorio privado tres o cuatro veces por semana, pues al hospital no quería ir para evitar encuentros con Raquel, los papeles del divorcio habían llegado, la ex esposa de Guillermo tenía los nervios en plena ebullición, pero todo sería cuestión de tiempo hasta que se resignara.
Melissa y Julián no se mostraban muy de acuerdo con la relación, decían que era muy grande para ella y su mujer siempre sería un problema. Por supuesto habían escuchado hablar de la familia Fasman, era conocida la situación que sufrían. Según ellos Natalia Fasman se habría ido del país con alguien y no creían en el secuestro, en realidad era lo que se comentaba en voz baja entre las familias más antiguas de la ciudad.
Los tíos de Guille invitaron a Clarita a la casa, querían conocerla pues su sobrino no dejaba de hablar de ella. La Cabaña era cálida y acogedora, fue recibida con alegría y se comportaron como excelentes anfitriones.
Mientras esperaban la comida, su novio le mostró la vivienda a pedido de la tía en demostración de acercamiento. Por todos lados había fotos de la familia, cuando llegaron al cuarto que le había pertenecido a Natalia, según dijo Guillermo, todo estaba como el día que ella lo dejó, pues ellos siempre la esperaban. Cuando Clara observó las fotos, algo recordaba pues por mucho tiempo salió en los diarios, y el abuelo Aldo tenía casi como único entretenimiento leerlos.
En el amplio living había un retrato en sepia de la tía Fasman
-Ha sido bellísima- dijo la joven admirando la imagen.
-Mi tío se enamoró rápido y tuvo que andar mucho para conquistarla.
-¡Que vestido más sensual! y la medalla que lleva puesta es muy extraña.
La medalla tenía gravadas unas letras TPD en relieve que era el nombre de la tía, Teresa Paulina Dominicús, de oro con un valor familiar más que monetario.
-Yo me relacioné mucho con mi prima de niños hasta adolescentes, cuando teníamos unos catorce años mis padres y los de ella se fueron a probar suerte a Alemania con nosotros, todo fue bien porque tenían trabajo pero yo quise volver, fuimos como hermanos, después la veía solo cuando ella venía de paseo y se quedaba aquí, a veces quería encontrar en este lugar su propia idiosincrasia.
-¿Pagaron rescate por ella?.
-Sí y era una suma muy abultada, hubo una carta pidiéndolo y marcando el lugar donde debía dejarse, dejamos el dinero, hicimos todo como ellos querían paso a paso sin avisar a la policía, quedamos a la espera de otro aviso para ir a buscar a mi prima, luego se cortó toda la comunicación y quedamos siempre investigando.
-El sitio para dejar el dinero, ¿adónde fue?.

HASTA PRONTO!!!

                                    Mónica Ramona Pérez

Este libro se encuentra protegido por el Registro de la propiedad intelectual de la República Argentina.

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verdaderamente interesante

Que bueno que te resulte interesante, es muy alentador que te inspire eso. Gracias