ETAPA 5-- Libro: " El foso del olvido" (Cuando la tragedia esconde una inmensa decepción)

in spanish •  7 years ago  (edited)

ETAPA 5

CAPÍTULO 3
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mal, aquel día que se cayó en la vereda, él se presentó diciendo que se ocupaba de hacer marketing, y no era de allí, sino que viajaba de vez en cuando.
El joven saludó al gerente y al dar la vuelta para retirarse hacia la puerta, se encontró con la mirada confundida y repleta de preguntas de Clara. Empalideció, no pensaba que el mundo fuera tan pequeño, ¡era una ciudad con muchos habitantes!.
Ella caminó lentamente y con seguridad hacía él, mientras Guillermo pensaba, que aquel día en que la conoció en la calle, no se veía tan decidida. Quedó algo desestabilizado, porque cuando se miente el cuerpo manda señales que no se pueden manejar, sobre todo si la mentira no tiene sentido y es tan tonta.
-¿Cómo estás?- preguntó la muchacha, colocando en un ademán toda su larga cabellera rubia sobre su hombro derecho.
-Bien- respondió brevemente, al tiempo que tragaba saliva, por la sequedad que se le produjo en la boca al sentirse sumamente incómodo.
-Si…, supongo,… se te ve bien. ¿Qué necesidad había de mentir?. Lo que llevas puesto no tiene nada que ver con marketing.

  • Bueno verás mi historia es larga y complicada y…
    -Yo tengo tiempo, acá van a tardar todavía en atenderme- contestó con ironía,´´ como diciendo puedo esperar tu excusa´´.
    -Estoy casado y me he acostumbrado a mentir- dijo hablando rápido, como sacándose las palabras de encima.
    La verdad así de cruda no lo estaba ayudando mucho, pero la sorpresa de verla le devastó la imaginación, decir cualquier cosa para tapar el error sería meterse en una maraña imprudente.
    -No veo la necesidad todavía…- se cruzó de brazos, se apoyó en una pierna dejando la otra semi--flexionada-.
    -Mi esposa es complicada, ya me ha pasado que algunas jovencitas como tú me han ido a buscar al hospital donde trabajo y estoy un poco cansado que Raquel me haga escenas de celos en los pasillos, creo que por defensa mentí automáticamente, ¡no lo razoné!.
    -¡Aaahh…! ¡Te crees irresistible!, pensaste que saldría corriendo detrás de ti!.
    -¡No es eso..!, es…- dudaba-.
  • Decidiste que yo era igual que todas, entérate que no eres mi estilo y si te casaste con una loca solo puedo compadecerte, sobre todo porque a tus treinta y algo ya deberías haber aprendido a manejar tu vida.- aprovechó la lentitud de respuesta para dejarle las cosas en claro-.
    -Tienes razón, te pido disculpas.
    -No te preocupes … yo no sería nunca un problema.
    Dio la vuelta en un pie, acomodó mejor su bolso que se había deslizado a su antebrazo, se acercó al mostrador con andar seguro. Avisó que vendría al otro día y se alejó, sin dar lugar de parte de Guillermo a ninguna palabra más. La vio alejarse con pasos largos, sus tacones sonaban en la amplitud del lujoso ambiente, su minifalda recta, negra, marcaba sus músculos sutilmente, su blusa blanca suelta, dejaba ver el movimiento de sus formas libres de ataduras, él se derretía por tantos tiernos fulgores femeninos diseminados ante sus ojos.
    En su rodilla solo había una pequeña bandita color piel sobre la herida y un poco más arriba sus cuádriceps bien definidos le quitaban objetividad a su visión de médico.
    Estaba profundamente arrepentido, había sido un estúpido en mentir sin razón, su mujer desequilibrada con celos enfermizos le estaba atrofiando la vida, lo limitaba, aunque no estuviera presente.
    Amaba su carrera de pediatra y se sentía orgulloso, pero cada vez que Raquel interfería la vergüenza no lo dejaba vivir. Pero a estas alturas y sin darse cuenta era él mismo quién lo permitía, pues aun estando ausente la mezclaba en sus acciones.
    Había omitido decir que estaba separado de hecho, y vivía en la casa de sus tíos, no se lo dijo en ese momento pues al haber mentido probablemente esto no fuera tomado como la verdad.
    Guillermo quedó conmovido por la madurez, el carácter arrojado de la jovencita que no aparentaba más de dieciocho o veinte años, él a sus treinta y dos no se sentía aún tan seguro.
    El hecho de ver lo hermosa que era Clara, con su cabello rubio rizado, esos ojos tan azules y vivaces no estaba en duda en su mente, su personalidad tan bien plantada lo había dejado atrapado.
    -Tal vez había comenzado la etapa de poder conocer gente nueva - pensaba- y desprenderse del acoso psicológico de Raquel, por lo cual había comenzado un divorcio controvertido.
    El pediatra tapaba con excusas la vergüenza que le producía tener en su rostro marcas de contusiones, en varias ocasiones su mujer lo había golpeado durante aparentes crisis de nervios. Siempre tenía argumentos para armar escenas de celos y por ende peleas que la llevaban a pegarle. Cuando ella tenía esos brotes, Guillermo sostenía con fuerza sus muñecas hasta inmovilizarla pero por lo general ya le había acertado algún golpe, así tenía que inventar historias para justificar moretones, pues la humillación social era algo que en su razonamiento estructurado no podía asimilar. Por ésta razón ya estaba viviendo con sus tíos mientras organizaba su nueva vivienda.
    Raquel lo seguía persiguiendo, no quería divorciarse. Ella era traumatóloga, de contextura delgada, unos cuantos centímetros más alta que Guillermo. Por las condiciones laborales no le era difícil encontrarlo. Cuando podía le pedía perdón, diciendo que ella cambiaría, que lo intentaran una vez más, o que quizás si tenían un hijo estarían más unidos.
    Ella se había ocupado de matar el amor con el desgaste de la agresividad. Cuando Guillermo se quedaba a solas en su habitación, lejos del bullicio del hospital, del dolor de la salud endeble de los niños que veía a diario, sentía un desgarro tímido, que aunque no lo quisiera se introducían con atrevimiento en su memoria las imágenes de las veces que Raquel lo había agredido físicamente.
    La última vez fue la que desencadenó su decisión de irse del hogar conyugal. Recuerda que estaba cansado, fue un día agotador, había colaborado en el trasplante de riñón de Ramiro, un niño de cinco años.
    Llegó, se sacó los zapatos, se sirvió una gaseosa de la heladera y se ¨desbarrancó¨ en el cómodo sillón del living dispuesto a relajarse. Ya había apoyado la cabeza sobre un almohadón y levantado los pies sobre un puf negro, cuando desde el pasillo que conducía a la habitación apareció Raquel. Ella estaba radiante, hermosa, enfundada en un sugestivo vestido rojo que lucía las formas de su cuerpo, maquillada marcando su boca al tono con lo que llevaba puesto, recostó su hombro en el marco de la puerta y dijo:
    -¿No piensas prepararte?- dijo arrogante.
    -¿Para qué?- preguntó desconcertado
    -Tenemos el coctel en el hotel ¨Roca¨- respondió Raquel con tono soberbio.
    Guillermo lo había olvidado porque no le daba importancia a esos eventos sociales, que para él bordeaban claramente la frivolidad.
    -¡Oohh!!.... lo había olvidado y estoy ¡tan cansado!, no dormí en toda la noche
    -¡¿No vas a ir?!- Raquel se sentía ofendida por el olvido.
  • No sé… mejor ve tú- Guillermo seguía relajado el sillón.
    -¡De ninguna manera, vas conmigo!..¡yo tengo esposo!- la mujer levantó la voz con tono imperativo.
    -¡No doy más, estoy agotado, colaboré en salvarle la vida a Ramiro!, ¿sabes el tiempo que llevó encontrar un donante?.
    -¡No puedes faltar…es importante!
    -¡Importante para tu condición frívola y dominante!.-respondió Guille dándole un sorbo a la gaseosa fresca, como si el acto le ayudara a tragar el mal momento.
    El pediatra se levantó, caminó otra vez hacia la heladera, ella seguía hablando, con el tono de voz en ascenso, autoritaria y agresiva, diciendo palabras soeces.
    Su expresión corporal comenzó a desencajarse, sus manos mostraban un dedo índice acusándolo como si hubiera cometido un error insoslayable. Él no contestaba, sólo sacudía la cabeza de un lado al otro, como para hacer caer de sí el hartazgo que lo sobrepasaba.
    La falta de respuesta la enfureció más, Guillermo notaba en el trascurso de los gritos que cada vez le era más fácil a ella escalar en la histeria.
    Raquel sólo quería lastimarlo, mientras argumentaba lo que no tenía base, él se deslizó hacia la mesada, tomó un limón de la frutera y cuando estaba buscando en la alacena un exprimidor, su esposa le dio un golpe con una piedra semipreciosa llamada ¨amatista¨ , color violeta con puntas agudas, que acertó entre el cuello y el hombro izquierdo del joven pediatra.
    Llegó ahí porque en un reflejo logró esquivar la cabeza, pero el golpe le provocó una herida profunda. La apartó de su camino y se encerró en el baño a curarse. Sacó del botiquín los elementos para desinfectar la herida, se vendó, luego se sentó en el borde de la bañera para descansar. Se quitó la remera ensangrentada y la tiró en la pileta, apoyó los antebrazos en los muslos con la cabeza agachada, el mentón cerca del pecho.
    Se detuvo un rato, se puso de pié ayudándose con la mano sobre el vanitory, quedó parado frente al espejo y no le gustó lo que vio. Un hombre destruido se asomaba detrás de su mirada verde aceituna, los ojos llorosos y la decisión de supervivencia,¡ ya no la amaba!, su amor había muerto, pero él ¡no!. Cerró los párpados y cuando los abrió había decidido irse de la casa.
    Fue al vestidor, se puso una remera limpia, tomó un bolso, buscó unas cuantas prendas, sus artículos de perfumería mientras Raquel todavía gritaba sin fundamento, cerró el bolso y tomó el camino a la puerta de calle mientras ella lo golpeaba con sus puños en la espalda, completamente fuera de sí.
    -¡No te irás, éste es tu lugar!- la mujer parecía poseída.
    -Nos estamos destrozando Raquel, aún estamos a tiempo- trataba de tranquilizarla mientras se sacaba las rápidas manos de su mujer de encima.
    -¡Si te vas no voy a dejarte en paz, seré tu sombra!.- continuaba golpeándolo con saña-.
    Guillermo ya no la sentía, su paz era más importante que su cuerpo.
    Estas situaciones llevaban un tiempo, él las calló siempre, ni su familia supo por las que pasaba.
    Apenas hoy día las mujeres comienzan a denunciar a los hombres golpeadores, después de vencer las trabas y deshacerse de las redes del ¨qué dirán¨, del miedo, de la vergüenza, de la dominación, por lo tanto el hombre golpeado se siente tanto o más minimizado y prefiere callar, dejando en el silencio de las cuatro paredes de la casa, el dolor y la humillación.
    La violencia de género paraliza, disuelve la autoestima, anula la voluntad, pero cuando se toma la decisión y se afirma, solo queda ser libre.
    Es como estar en el fondo de una piscina y cuando te sientes ahogado solo queda tomar impulso y salir a la superficie, no hay más nada que perder si está en juego la vida.

HASTA LUEGO!!

Mónica Ramona Pérez

Este libro se encuentra protegido por el Registro de la propiedad intelectual de la República Argentina

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