ETAPA 8-- Libro--Capitulo 5 "El foso del olvido" ( Cuando la tragedia esconde una inmensa decepción)

in spanish •  7 years ago  (edited)

ETAPA 8

                            CAPITULO 5


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Ella frenó el momento poniendo sobre el pecho firme, la palma de su mano temblorosa.
-Vamos a dar pasos cortos y seguros, caminemos lento, ¡mi amor!.
Sonrieron cómplices y dejaron que la noche cerrada los encontrara sorprendida. El lago apacible y manso era testigo de un principio inquietante.
Clara recorrió el camino a su casa, las luces de la zona no abundaban y sabía que Melissa estaría enojada. Subió la cuesta natural que la conducía a su hogar, el portón abierto a esa hora le indicaba que su madre ya había andado esperándola afuera. Rocky el perro ovejero belga la recibió amoroso, era mestizo con manto negro, la cruza le daba un cuerpo grande y sus ojos color miel le daban apariencia de bravura. Era su preferido se lo había regalado su padre cuando era cachorro.
Al entrar su madre ponía la mesa, el ambiente olía a comida, a hogar. Clara saluda alegre para disipar el velo malhumorado del rostro de Melissa, no lo consiguió. Fue al living y besó la frente de su abuelo, que en un gesto de complicidad levantando las cejas mostrándole que venía una reprimenda.
Los platos estaban siendo colocados así que fue al cajón de los cubiertos, colaborando con la cena y queriendo romper el hielo, al pasar cerca le besa la mejilla a su mamá.
-¡¡Es muy tarde!!- dijo la dueña de casa en mal tono, con la voz acongojada.-
-Lo se mami… se me hizo tarde, no me di cuenta,
Cómodamente sentado en su sillón favorito Aldo leía el diario y por momentos a miraba las mujeres por encima de sus anteojos. Mientras simulaba dar vuelta las páginas, el azul intenso de su mirada lanzaba destellos vivaces cuando hacía contacto visual con Clara.
-No me interesa lo que estuviste haciendo, ya estás grande para manejar tu vida, pero siempre te he pedido que vuelvas antes del anochecer, porque es peligroso.

  • Mamá acá es muy tranquilo, un rato más no cambia nada- respondía Clara tratando de minimizar su error-.
  • Ya no le das importancia a la parte de tu infancia que olvidaste, se podría decir que ¨olvidaste en un pozo¨, nunca supimos como llegaste allí ni que andabas haciendo por la zona, pero yo solo sé la angustia y el dolor desgarrador que sentí al no saber dónde estabas durante un día y medio, ¿¡puedes entenderlo!?. La angustia de Melissa se reflejaba en el largo discurso.
    Clara la abrazó hondamente, sus ojos se inundaron de lágrimas, por su mente se movió la imagen de la boca del foso tan alta y los sonidos pavorosos de la noche en aquella soledad. Comprendía que su madre revivía esa pena cada vez que estaba ausente al entrar la noche. Se separaron un poco, Melissa lagrimeaba nerviosa y la acurrucó otra vez.
    Julián entró a la casa cuando la escena del abrazo estaba en su apogeo. Miró a su suegro y le preguntó en voz baja que estaba pasando, a lo que el abuelo solo le dijo:
    -Clarita llegó tarde, Mely está muy enojada, la ha estado regañando.- susurró en voz baja medio escondido detrás del periódico.
    Como para disipar el clima hostil saludó y habló de cualquier tema, pero Melissa insistió en contarle.
    -Ella no recuerda que en aquella época pasaron cosas graves en el pueblo
    -Para qué va a acordarse, es mejor así, a ella no le hace falta, ¿verdad?- contestó Julián quitándose el abrigo liviano.
    -Yo estoy bien así, es cierto.- concordaba Clara con su padrastro.
    El tema quedó por otro día más, guardado en el silencio de los que no querían saber y en los labios de los que no se conformaban.
    Julián trajo la noticia que Mecheri, su socio en la empresa constructora, se iría a una ciudad cercana ya que el emprendimiento estaba en expansión y en su lugar quedaría un amigo suyo que había llegado hacía poco de vivir en el extranjero.
    Melissa se sintió aliviada pues; Gerónimo estaba en una edad de mucha demanda y a ella le costaba esfuerzo extra hacer su trabajo.

Clara estuvo cerca de su padre últimamente pues había tenido malestares, parecía que se había agarrado un resfrío muy fuerte y había caído en cama.
Ya estaba trabajando nuevamente en el hospital. Al ser médico clínico en un nosocomio público las personas se juntaban por decenas cuando no atendía. Sus pacientes confiaban en él, muchas veces si eran derivados a especialistas ellos terminaban trayéndole los estudios para confirmar el diagnóstico.
Clara sabía que ese día Néstor se haría algunos estudios, pues no estaba bien del todo, todavía no lograba mejorar. Concurrió por la media mañana calculando el horario libre de su padre.
Llegó a la sala de espera principal, las butacas se disponían por hileras orientados al jardín, el olor a enfermedad espesaba el aire y el humor alterado por la falta de salud rondaba los gestos adustos de las personas. Caminó por un pasillo interno después de empujar suave las dos hojas de la puerta vaivén, era una zona donde los pacientes no tenían acceso, ella lo sabía.
Había recorrido ese lugar algunas veces aunque su padre no quería que fuese.
Néstor estaba con el ecógrafo, según le había dicho una enfermera conocida. Clara esperaba en la puerta para no importunar. Al poco rato salió su padre con el guardapolvo de médico, cerró la puerta sin ver a Clara, caminó unos metros cerca de la pared, se detuvo y se recostó en ella, estaba muy pálido con los ojos lagrimosos. Levantó la cara hacía el techo, apretó los párpados y una lágrima le corrió despacio por el borde externo de los ojos. Clara apuro el paso para llegar hasta él.
-¿Papá?- en tono de pregunta por no entender
Su padre la miró sorprendido al sentirse descubierto en un acto íntimo.

  • Amor mío, ¿qué estás haciendo aquí?.
    -Sabía que te harían algunas ecografías hoy… quería saber.
  • Todo bien- dijo el padre componiendo la garganta con una carraspera breve
    -¿Por qué estás así entonces?.
    Néstor mejoró su postura corporal, el guardapolvo desabotonado mostraba una camisa bordó con los botones abiertos hasta la mitad, podía verse su pecho respirando rápido y un sudor casi imperceptible tomaba brillo, con las luces tenues del pasillo ancho.
    Clara se paró frente a él, lo miró detenidamente tomando en cuenta los detalles diferentes que le veía, lo esperó, como dándole tiempo a que la mirase, que confiara en ella como siempre lo había hecho. Se miraron y Néstor resolvió aprovechar el tiempo siendo sincero, de nada servía ocultar ya que en pocos días tendría que decirle la verdad, su beba ya era adulta, una mujer dispuesta a contenerlo.
    -Estoy enfermo…
    -¿Qué tienes papá?, ¿es grave!?.
    -Estoy enfermo y es bastante tarde.
    -¡¿Cómo pudo haber pasado, eres médico?!.
    -Esta enfermedad es de las que no avisan y no respetan profesiones… hija.
    Se unieron en un abrazo largo y silencioso, la ausencia de sonidos verbales cubrieron sus espíritus. Néstor sabía que los tratamientos solo eran paliativos pero por estar con ella un tiempo más los usaría.
    La tomó de los hombros separándola de su cuerpo lentamente, ella tenía la cara empapada en lágrimas, la miró firme a los ojos para mostrarse entero.
    -Voy a seguir trabajando todo el tiempo que pueda- acotó el médico comenzando a poner en orden sus prioridades,
    -Pero debes cuidarte…
    -Y lo haré… pero mi trabajo me dará energía por más tiempo, tendrás que ser fuerte, ¿comprendes?.
    Ella lo volvió a abrazar poniendo la cara en su pecho, asintió con la cabeza escuchando los latidos de su corazón, la saludó despidiéndose, recordándole que debía ser fuerte.
    Se fue dando pasos largos hacia el otro extremo del pasillo, la luz de los ventanales lo iluminaron al pasar. Clara se quedó con un costado de su cuerpo apoyado en la pared, lo vio perderse tras una mampara opaca. Compuso sus lágrimas con un pañuelito desechable, desanduvo sus pasos y cuando estaba empujando la puerta vaivén vio que entraba Guillermo.
    -¡Hola, mi amor!- expresó el pediatra sorprendido con evidente alegría.
    -¡Hooola!- saludándolo con un discreto beso en la mejilla, tratando de recomponerse, de ser fuerte como su padre se lo había pedido.
    Se la veía muy mal, con la carita de ángel muy desencajada.
    -¿Qué pasa?.- preguntó el joven tomando entre sus manos las mejillas aterciopeladas.
    Clara rompió en llanto y se abrazó a su novio buscando amparo, estaba perdiendo a una de las personas que más amaba en el mundo. No podía hacer nada, la impotencia y la angustia cerraban su garganta. Sentía un desasosiego oscuro que solo se parecía al que tenía en el pozo cuando solo tenía ocho años.
    Ella sólo le dijo entre la congoja, que su padre estaba muy enfermo. Guillermo acariciaba su cabello rubio sabiendo que en estas circunstancias pocas cosas consuelan. De pronto de la sala de rayos apareció Raquel, conversando con el técnico radiólogo que le entregaba un sobre grande. Los vio inoportunamente abrazados.
    Abrió muy grandes los ojos, poniéndosele muy roja la cara. El profesional que estaba a su lado ya sabía lo que venía, lo había visto otras veces, todos conocían de su carácter bravo y descontrolado. Guillermo se encontraba de espaldas, con su cuerpo tapaba la visión que su novia podía tener. Raquel caminó con rapidez, miraba indignada las manos de la jovencita con las palmas apoyadas en los músculos de los omóplatos de su ex marido, llegó a él sorprendiéndolo, comenzó a darle golpes de puño en la cabeza y la espalda, gritando palabrotas que ofenderían los oídos de un ¨barra brava¨, en pleno partido errando un gol. Él se dio vuelta por instinto soltando a su compañera, creyendo ponerla a salvo de esa manera, pero lo dejó otra vez en desventaja porque siguió con golpes a manos abiertas en su rostro, en la confusión Clara recibió dos o tres que la dejaron tiesa, perpleja por el asombro.
    Guillermo sostuvo a Raquel por las muñecas, le recordó que estaban separados y muy pronto divorciados, después de la sorpresa. El enojo contenido le dio la energía para sacársela de encima, recordándole una vez más.
    -¡¡Se terminó, nuestra pareja no existe más!!- el joven hablaba bajo casi en el oído de Raquel para que el escándalo y la humillación se minimizaran un poco, su ex mujer usando un tono bajo también respondió muy lentamente.
    -¡¡Jamás vas a liberarte de mí!!.
    Se sentía muy mal y lo peor era pensar que lo que dijo seguramente era la verdad. Esa mujer estaba perdida por querer demostrar poder y posesión sobre él.
    Clara empujó la puerta y atravesando casi corriendo la sala de espera, llegó a la vereda abrió con la llave su automóvil a la distancia, subió, respiró profundo, comenzó a desplazarse muy lento, entendía que lo que le había contado Guillermo era la verdad. Les costaría que esa mujer los dejara en paz.
    Conducía y el llanto nublaba sus ojos una y otra vez, la congoja asaltaba su garganta. La ciudad estaba en movimiento y empezó a apartarse del centro buscando la zona del lago. Estacionó un rato mientras se escuchaba el sonido del golpe de las olas contra las piedras. Hacía frío, se puso la campera, bajó y se arrimó para mirar un rato el sucumbir del agua transparente contra las piedras, apoyó los antebrazos en el borde de la costanera de mampostería antigua y se fue tranquilizando de a poco.
    El primer impacto sobre la salud de Néstor se iba acomodando en su cabeza, trató de tener esperanzas, pero su padre era médico y no parecía tenerlas, de todos modos aún no lo diría en su casa, sabía que no era necesaria la compasión todavía, su padre no querría que le tuviesen lástima, era muy digno.
    Esperó que su rostro se compusiera, recurrió a un poco de ¨maquillage¨ mirándose en el espejo retrovisor del auto.
    Abajo, cerca del agua se veía una pareja joven con una niña de unos cuatro o cinco años, se escuchaban sus risas y la voz juguetona de la pequeña.
    El padre tomaba piedritas del piso y las lanzaba al agua formando círculos concéntricos, los mismo quiso hacer la hija pero no pudo, él le mostraba como debía poner el cuerpito y a elegir las mejores piedras intentándolo sin rendirse. Cada tanto se arrimaba a ellos un perro ¨ golden´ con un palo en la boca, la mamá lo tiraba al agua para que lo trajera, siguieron caminando entre las piedras que formaban la playa. La pareja tomó uno de cada mano las manecitas de la nena con abrigo rojo. El animal se quedó atrás, al ver alejarse a la familia, ladraba intensamente, mirando fijo el palo, con el hocico cerca del agua lo que producía un eco raro a los oídos humanos, pero al ver que le hacían caso omiso, se fue detrás de ellos.
    Era una escena normal pero en ese preciso instante, Clara tomaba conciencia que no recordaba nada del tramo vivido con su padre a esa edad. No lo había tomado en cuenta, pero hoy le hacía falta, ¨el pozo le debía algo más¨.
    La vida tiene esos recovecos, lo que en un momento parece algo intranscendente, trivial, en otro drásticamente resulta ser algo imprescindible. Es que nuestra mente está formada de lapsos pequeños, palabras, gestos, risas, abrazos, juegos, segundos y minutos que se suman en nuestro subconsciente y forman nuestro ser, nuestra personalidad.
    Somos una suma de afectos y situaciones debe ser por eso que a veces reaccionamos de tal o cual forma ante los actos que se van desencadenando. Por primera vez Clarita estaba teniendo en perspectiva que quería tener esos primeros recuerdos, para atesorar un poco más de tiempo en su vida los momentos vividos con su padre.

HASTA LUEGO!!

                                         Mónica Ramona Pérez

Este libro se encuentra protegido por el Registro de la Propiedad Intelectual de la República Argentina.

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