Don y Margaret * estaban encantados con la visita de su hija y su familia. Para la última comida juntos, Margaret —cocinera profesional ya jubilada— quiso preparar macarrones con queso, el plato favorito de sus dos nietos.
Margaret trajo la comida y la puso en el centro de la mesa, donde estaban todos sentados. Levantó la tapa y para su disgusto vio que solo había salsa de queso caliente. ¡Se había olvidado de echar el ingrediente principal: los macarrones! *
Sin importar nuestra edad o experiencia, todos cometemos errores. Hablamos sin pensar y hacemos cosas en momentos inoportunos, las pasamos por alto o se nos olvidan. ¿A qué se debe? ¿Cómo manejar los errores? ¿Se pueden evitar? Verlos desde la perspectiva correcta nos ayudará a responder estas preguntas.
CÓMO LOS VEMOS NOSOTROS Y CÓMO LOS VE DIOS
Cuando hacemos las cosas bien, aceptamos encantados los elogios y reconocimientos que creemos merecer. Pero cuando nos equivocamos, aunque sea sin querer o los demás no lo noten, ¿asumimos nuestra responsabilidad? Hacerlo requiere humildad.
Si somos orgullosos, es posible que minimicemos nuestros errores, los neguemos o culpemos a alguien más. Ese comportamiento por lo general acaba mal, pues el problema podría quedar sin resolver y otras personas podrían ser acusadas injustamente. Incluso si de momento nos libramos de las consecuencias, debemos recordar que, a la larga, “cada uno de nosotros rendirá cuenta de sí mismo a Dios” (Romanos 14:12).
Dios ve los errores de una manera muy realista. El libro de los Salmos dice de él que es “misericordioso y benévolo”. También dice: “No por todo tiempo seguirá señalando faltas, ni hasta tiempo indefinido se quedará resentido”. Él sabe que los seres humanos somos imperfectos y conoce nuestros puntos débiles; sí, “se acuerda de que somos polvo” (Salmo 103:8, 9, 14).
Es más, como todo padre misericordioso, Dios quiere que nosotros, sus hijos, veamos los errores como él los ve (Salmo 130:3). Mediante su Palabra, nos da amorosamente abundantes consejos y guía para ayudarnos a sobrellevar nuestros errores y los de los demás.
CÓMO SOBRELLEVAR LOS ERRORES
Con frecuencia, si se comete un error, hay quienes gastan mucho tiempo y energías culpando a otros o justificándose por lo que dijeron o hicieron. En vez de eso, cuando usted diga algo que ofenda a alguien, lo mejor es pedir disculpas, solucionar el problema y conservar la amistad, ¿no cree? O si hace algo que lo perjudica a usted o a otra persona, en lugar de enojarse consigo mismo o acusar a alguien más, intente arreglar las cosas. Insistir en que no es culpa suya prolongará innecesariamente la tensión y el problema se agravará. Lo mejor es aprender de la experiencia, corregir lo que sea necesario y pasar página.
Cuando es otro el que se equivoca, es muy fácil reaccionar de una forma que demuestre descontento. Pero es mucho mejor hacer caso de este consejo de Jesús: “Todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos” (Mateo 7:12). Cuando cometemos un error, por sencillo que parezca, agradecemos mucho que los demás sean compasivos o lo pasen completamente por alto. Así que ¿por qué no se esfuerza por tratar a los demás con la misma bondad? (Efesios 4:32).
PRINCIPIOS QUE NOS AYUDAN A COMETER MENOS ERRORES
Según un diccionario, las equivocaciones se producen por errores de juicio, por información incorrecta o por falta de atención. Hay que reconocer que esto es algo que, en un momento u otro, a todos nos sucede. Sin embargo, cometeremos menos errores si tenemos en cuenta algunos principios básicos que se hallan en las Escrituras.
Uno de esos principios se halla en Proverbios 18:13: “Cuando alguien responde a un asunto antes de oírlo, eso es tontedad de su parte y una humillación”. En efecto, dedicar más tiempo a escuchar los detalles y a pensar cómo responder evitará que digamos algo imprudente o reaccionemos de manera impulsiva. La información que obtengamos al prestar atención será fundamental para impedir un error de juicio.
Otro principio bíblico recomienda: “Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres” (Romanos 12:18). Esfuércese por promover la paz y la unidad. Al trabajar con otros, sea considerado y respetuoso. También procure felicitarlos y darles ánimo. En un ambiente así, es más fácil perdonar o pasar por alto las palabras o acciones irreflexivas. Y hasta las faltas graves se pueden resolver de forma amistosa.
Aproveche sus errores para extraer lecciones positivas. No busque excusas por lo que dijo o hizo; más bien, véalo como una oportunidad de pulir alguna cualidad. Tal vez necesite mejorar en paciencia, bondad o autodominio, en ser más apacible o en fomentar la paz y el amor (Gálatas 5:22, 23). Como mínimo, aprenderá lo que no debe hacer la próxima vez. No se martirice por sus errores, pero tampoco sea un irresponsable. Si hay tensión, el sentido del humor contribuirá a aliviarla.
LOS BENEFICIOS DE TENER UNA ACTITUD EQUILIBRADA
Si tenemos una actitud equilibrada sobre los errores, reaccionaremos bien cuando sucedan. Estaremos en paz con los demás y con nosotros mismos. Al procurar aprender de nuestros errores, seremos más sabios y agradables. Además, ni nos desanimaremos ni pensaremos que somos el problema. Entender que otros también están luchando con sus errores nos acercará a ellos. Y el beneficio más importante es que aprenderemos a imitar el amor de Dios y su disposición a perdonar sin reservas (Colosenses 3:13).
¿En qué acabó el error de Margaret, mencionado al principio? ¿Arruinó la ocasión? En absoluto. Todos se lo tomaron con sentido del humor, especialmente ella, y disfrutaron de la comida, aunque sin los macarrones. Años después, sus nietos seguían contando la anécdota a sus propios hijos, y recordaban los gratos recuerdos que tenían de sus abuelos... A fin de cuentas, se trató de un simple error.
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