Estaba sola. Siempre lo estaba. Pero cada vez ese sentimiento aumentaba y su soledad física también.
No admiraba a las personas con su felicidad bulliciosa, porque en algún momento lo había sido y sabia que tras esa máscara, la soledad es aun más fría.
Y en ese momento algo cambió, no supo si fue la respuesta a su plegaria o la eterna esperanza que la movilizaba día tras día en espera de un milagro, pero algo dentro de ella se removió.