A mi abuela en el día de los abuelos.

in spanish •  6 years ago  (edited)

En esta ermita me enseñó mi abuela una oración.

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Y adosado al otro lado de esta iglesia se encuentra el antiguo cementerio donde descansan sus restos.

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Mis abuelos maternos se casaron por el rito maragato, con carrera del bollo incluida y por supuesto con la indumentaria propia de la boda maragata.

Hoy, día de los abuelos los he recordado. Rezando una oración por su eterno descanso he rebuscado en mis papeles este poema que escribí por aquellos días.
En el año 1943 se murió mi abuela. Yo tenía 15 años

I

¡Qué alegre estaba siempre
La pequeña casita solariega,
Cuidada por la mano cariñosa
De la cristiana abuela!
Una rosa fragante parecía
Mirada desde la alta y verde sierra,
Una rosa nacida entre los árboles
Cubiertos de floresta.
Un idilio de amores ofrecían
Los pequeños jugando con la abuela,
Y escuchando los cuentos de sus labios
Bañados de católicas creencias.
Las flores sus aromas esparcían
Por la atmósfera diáfana y serena;
Las aves desgranaban en las ramas
Sus canciones más bellas;
Rimaban los gañanes sus sentires
Allá sobre la gleba,
Y en la fuente de ninfas cristalinas
Cantaban las mozuelas.
Y yo también cantaba
Por aquellas campiñas leonesas,
Que evocan mil recuerdos
De torneos y gestas.
¡Qué alegre era la vida
Al lado de la abuela!
En su pecho, venero de consuelos,
Guardábamos las penas,
Y un alma candorosa y siempre pura
Se reflejaba en ella.
Mas llegó al fin un día,
Día de primavera,
En que un beso el dí,
Y abandoné mi tierra
Atraído por vivos resplandores
Hacia estas campiñas burgalesas.
Todo se quedó entonces
Sumido en la tristeza,
Mas supo hacerlo alegre y llevadero
La resignada abuela:
Y siguieron cantando los jilgueros,
Y los fuertes gañanes en las huertas,
Y el ambiente sereno y siempre puro
Empapado en tonadas de mi tierra.
Y sólo un día turbó la grande calma
El siniestro cantar de la corneja,
Que con triste presagio
Traía la desgracia en su cadencia.

                 II

“Pero bien se conoce
Que ya no vive ella”:
Nos lo dicen las tiernas florecillas
Ajadas en las huertas;
Las aves silenciosas en las ramas
También nos lo demuestran;
Nos lo dicen los pobres que se marchan
Llorando, de la puerta,
Pues murió ya su amparo,
La que era el alivio de sus penas.

                  *  *  *  *  *  *

En un lecho de negro revestido
Descansa ya la abuela:
Duerme ya el sueño eterno de los justos,
Dejadla, sí, que duerma;
Tal vez una bandada de angelitos
Con amor reverentes la rodean.
Dos amarillos cirios
Del lecho en derredor chisporrotean,
Y en la pared estampan a intervalos
Del rostro la silueta.
Postrados de rodillas
Papás y tío rezan;
Los niños con sollozos inocentes
Mezclan palabras tiernas,
Y en su rostro de rosa se dibuja
La señal resignada de tristeza.
Los gañanes se marchan silenciosos,
En la fuente no cantan las mozuelas,
Y toda la campiña se reviste
Con manto de tristeza.
La casita parece una paloma
Perdida entre la alfombra de la hierba,
Una paloma que no lanza arrullos,
Pues perdió su querida descendencia.
Quejándose va el agua del regato
Que sus paredes besa;
Y lloran por la calle los vecinos,
Y entre lágrimas rezan.
Y yo aquí también lloro,
Lloro y rezo por ella,
Cuando recuerdo aquellos bellos días,
Días de primavera,
En que cogiendo flores,
Cual corderillo corría en las praderas,
Para que en un altar
Las pusiera la abuela.
Mas voy a la capilla,
Y cuento allí mi pena
A Jesús prisionero en el sagrario,
Y Él siempre me consuela.
Con llanto de tristeza resignada
Salgo y digo:”Qué santa era mi abuela,
Más Dios quiso llevársela,
Pues que bendito sea".

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El uso de la rima me parece excelente. Las fotos son dignas del poema. bien por ti aspi. visitame en mi blog.