DEVOCIÓN AL RECUERDO
El canto de los niños,
aleteado en jilgueros,
con la emoción caliente
del nido. En el hogar,
esponjoso el mollete,
encendía en los ojos
el amor. Nunca hubiera
tan densa la apretura
anudado los lirios
de aquellas primaveras,
por las que las ventanas
eran más transparentes
sobre el atril del Sierro,
abriendo partituras
para el fin de semana.
Caía en los rosales
el color de las teces,
que por eso reían
lo mismo que nosotros
sintiendo la caricia
del sol de la peseta
brillante en la propina.
¿Dónde guardáis, amigos,
el rum-rum de la abeja
llevado en la peonza,
por las curvas del círculo?
Al lado de la fuente,
quiero seguir oyendo
cómo viene la vida
igual que el pentagrama
ondulando murmurios,
que el manantial ofrece
a la sed de esta eterna
devoción al recuerdo.