ECO
Hoy me dejé ganar al ajedrez
por un niño. Reían los escaques
multiplicando gozos de inocencia
en progresión geométrica por cada
pieza, que, en distracción intencionada,
entregaba a la gracia saltarina.
Pensamientos jugaban por mi frente
mientras caracoleaban derrotados
mis caballos. Teresa de Jesús
sabía tanto de posar palomas
sobre el tablero de su ajetreada vida,
que al pequeño tarzán lo veía seguro
de tener apresado mi silencio-
¡Jaque mate! Tan fácil se lo puse,
que en el grito infantil saltó el jilguero.
¡Hice feliz a un niño! Hoy he ascendido
a la cima de mi Monte Carmelo,
en donde mi inocencia encontró el eco
de mi “origen primera esclarecida”.