Nada racional cabía en la mente de Octavio. Su ente espiritual había abandonado el plano físico de manera casi definitiva. La obscuridad y el vacío se habían apoderado de su carne y de sus huesos. Y su alma, su alma estaba perdida en la culpa mientras su estado emocional terminaba hundiéndolo en un remordimiento miserable. Todo lo atormentaba; desde las voces del pasado que no lo dejaban en paz hasta el dolor en su pecho causado por lo que no podía perdonarse a sí mismo. De algún modo tuvo su momento de «retrospección introspectiva», de lo que creyó sería siempre su felicidad.
Desde que comenzó a gestarse en el vientre de su madre hasta que abrió los ojos al mundo, recibió como un obsequio el más grande de los valores de la vida: «el amor». Sí, su madre lo amó aun antes de tenerlo entre sus brazos, de pensarlo o desearlo; lo amó a ciegas sin saber cómo sería, si sería un niño normal o, más bien, un poco diferente. Pero eso no importaba, porque sus oraciones, ésas cuya forma tan personalísima que solía acercarla al Creador del universo, del cielo, de la tierra y de la vida, acabaron dando sus incipientes y maravillosos frutos, pues, Dios bendijo la pequeña criatura que crecía y se movía incesante en su barriga hasta el alumbramiento.
Cuando Octavio llegó a la vida de su madre fue como si apareciera un pequeño destello de luz en mitad de la noche más oscura. Ella era una mujer solitaria que había sufrido equis cantidad de pesares, pasando por pérdidas y abandonos como por dolor y desesperanza. Muchos momentos rompieron su corazón, tantos que ya se había hecho difícil recoger los pedazos regados en el suelo para volverlos a rearmar.
Quedó sin familia desde los diecisiete y cuando pudo se asió a la vida sin pensarlo dos veces. Justo a los treinta se enamoró de un hombre que la amó tanto que cuando lo perdió su mundo se vino abajo de nuevo sin saber qué hacer. Al poco tiempo de enviudar se enteró que había quedado en cinta inequívocamente. Desde ese punto, dio todo por el todo. Ahora tenía una razón por qué luchar, por qué continuar de pie y caminar con la frente en alto. No sería fácil, por supuesto que no, y no lo fue, porque cuidar a un hijo requiere de mayor sacrificio que de voluntad. De su esposo sólo heredó una casa y cuentas por pagar. Así que trabajó en todo lo inimaginablemente posible. Cocinó, lavó, planchó, limpió pisos, cuidó hijos de otros e hizo que cada trabajo, por muy duro que fuese, terminara siendo digno y valiendo la pena. Y cada centavo que ganó lo guardó para darle lo mejor a su hijo, para que tuviera el futuro que ella nunca pudo tener.
La alegría se respiraba en todas direcciones en casa de la madre y el hijo. Octavio aprendía tan rápido como crecía. Con su madre aprendió a leer y escribir, a tener buenos modales y a valorar la vida; también aprendió a ser humilde, a crecer espiritualmente y a sobrellar las cargas más difíciles. Cada aprendizaje fue una experiencia única en su vida que estimulaba sus ancias por devorarse el mundo. Y el orgullo de su madre se incrementó el día que se tituló en medicina. Se educó bien y se formó mucho mejor, y, ¡claro!, ese era el objetivo.
Haberse graduado con una mención honorífica le abrió muchas puertas a Octavio. Después de hacer medicina rural en un pueblo a las afuera de la ciudad, inició su residencia en un hospital público y un tiempo más tarde abrió un consultorio en una clínica, lo que lo hizo crecer economicamente, comprar una casa en una opulenta zona y ostentar un carro último modelo; pero ello también lo hizo olvidarse de algunos amigos, llenarse de arrogancia y vanidad y alejarse de las cosas que le dan mayor importancia a la vida.
Su madre alguna vez cuestionó su comportamiento que, a su juicio, era inaceptable porque de ella no aprendió a deshumanizar sus principios y valores, más bien todo lo contrario. «¿En qué punto te perdí de vista, hijo?», le preguntó. Pero Octavio terminaba siendo indiferente, cosa que no lo dejaba bien parado y, peor aún, lo hacía perder su propia perspectiva.
Un día, tras su madre decirle algunas cuantas cosas que necesitaba desentrañar, discutieron. Tal vez fue el peor día para los dos. De hecho lo fue. Se dijeron cosas muy duras e impensables, palabras jamás usadas entre ellos. Ante aquello Octavio tomó la tangente: se marchó con la excusa de que iría a trabajar; y sí, estaría aquella noche de guardia en el hospital pero no tan temprano. Octavio se fue con un amargo sabor de boca que le descalabraba la garganta; su madre quedó con un agudo dolor en el pecho.
Era media noche. El médico de guardia en la sala de emergencias, el doctor Octavio Landaeta, tomaba un pequeño descanso de quince minutos en una oficina para aliviar el dolor de cabeza que le había dejado la discusión con su madre. Cinco minutos después de haber iniciado su descanso, una enfermera fue a buscarlo por una emergencia de infarto, pero no lo encontró. Cuando al fin apareció, la enfermera le dio el parte médico:
—Fui a buscarlo, doctor. Hace veinte minutos ingresó un caso de infarto. Falleció.
—¿Falleció? —Octavio miró a la enfermera a los ojos.
—Sí. Mujer sexagenaria. Pudo llamar al nueve once. La trajeron los bomberos.
—¿Familia?
—Aún nadie —tras esta aseveración, la enfermera le entregó la historia médica. Cuando Octavio recibió la carpeta la abrió camino a la morgue y justo en la puerta leyó el nombre: Aurora de Landaeta.
Octavio Landaeta jamás pudo perdonarse la muerte de su madre. Un año había pasado desde aquella tragedia y cada día el dolor era como el primero o más fuerte. La culpa lo estaba devorando por dentro como un cáncer. El mismo día que la sepultó dejó la medicina y se entregó al alcohol.
Ahora era vulnerable a cualquier cosa, incluso a la peor decisión. Y es que en cuanto a esto estaba, de manera literal, a un paso del abismo, rozando el borde de la azotea del hospital donde muriera su madre irónicamente la noche de su guardia médica; y lo peor es que no pudo hacer nada para salvarla, menos para enmendar las palabras duras y subidas de tono de aquel día. Y con el corazón trabado en la garganta, justo cuando iba a dar el último paso, un pájaro apareció frente a él, lo golpeó en la cara, haciéndolo retroceder. Aquello definitivamente le hizo sentir miedo y creyó que era una señal. Lloró, gritó y pidió perdón a Dios por lo que estaba a punto de hacer.
MORALEJA: Nunca es tarde para reflexionar; porque cuando la vida golpea lo hace con fuerza.
Nunca es tarde para muchas cosas a lo largo de nuestras vidas... el perdón es algo que a simple vista es muy fácil decir... pero tan dificil de hacer... el amor y el perdon lo pueden todo... aun estando a un paso del abismo. Muy hermoso relato amigo.
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Muy acertado tu comentario mi estimada, @daribel. Y sí, muchas veces hacemos cosas, cometemos errores de los que nos arrepentimos después de vivir una tragedia. Eso debe de alguna manera enseñarnos a cambiar de actitud y apartarnos de la arrogancia.
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Hola Daribel, un placer reencontrarme contigo aunque sea a traves de esta plataforma. La ultima vez que te vi, aun cantabas por alli en Cumana. Saludos de un viejo amigo. :)
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wow, que relato tan hermoso. Está muy bien narrado y la historia me encantó.
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Muy grata tu visita, @mariart1. ¡Qué bien tu percepción sobre la narrativa! Un abrazo.
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Que fuerte, por eso es tan importante aclarar cualquier situacion antes de abandonar la casa o irse a dormir, porque no sabemos si es la última vez que veremos a ese ser querido.
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Sí, @aritafajardo, es una historia que golpea justo en la consciencia. Todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos encontrado en una situación igual o similar. Ojalá se pudiera revertir el tiempo. Pero somos humanos: propensos siempre a cometer errores y a aprender de la manera más dura. Un abrazo.
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Un relato que se ciñe bastante a la realidad. Muy triste, pero verídico. Qué se le va a hacer.
Buena historia 👍
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@kimbygrr. Ciertamente es más que decir (te cito) "un relato que se ciñe bastante a la realidad" algo que pasó realmente. Sólo le di las pinceladas que debía sin exponer nombres ni lugares. Gracias por leerlo. Un abrazo.
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Increíble. Excelente trabajo @barestabares siempre logras captar mi atención con este tipo de relatos, te felicito por tu gran trabajo.
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Gracias, @sanchezal95. Sabea que siempre es grato tenerte por acá leyéndome y dejando tu complacido comentario. Gracias de nuevo por tus palabras. Un abrazo.
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Congratulations! This post has been upvoted from the communal account, @minnowsupport, by barestabares from the Minnow Support Project. It's a witness project run by aggroed, ausbitbank, teamsteem, theprophet0, someguy123, neoxian, followbtcnews, and netuoso. The goal is to help Steemit grow by supporting Minnows. Please find us at the Peace, Abundance, and Liberty Network (PALnet) Discord Channel. It's a completely public and open space to all members of the Steemit community who voluntarily choose to be there.
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Excelente relato, fabuloso de los pies a cabeza. Porque es capaz de introducirse en la piel de uno mismo y reflexionar bastante.
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Amigo, @ricardo993. Una historia que nos induce a reflexionar, por supuesto, como también a recuperar la sensatez y no huir por la "tangente" cuando las cosas se ponen difíciles. Saludos.
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Realmente hermoso! Me encantó. Gracias por compartirlo.
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Gracias a ti, @ladyceleste, por leerlo. Encantado que te gustara. Besos.
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¡Felicidades! Este post obtuvo upvote y fue compartido por @la-colmena, un proyecto de Curación Manual para la comunidad hispana de steemit. Si quieres saber mas sobre nuestro proyecto acompáñanos en #la-colmena, nuestro canal de discord dentro de Curation Collective
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