Me escapo un rato de las obligaciones para volver a un paraíso que visité hace un par de semanas: La Tortuga, la segunda isla más grande de Venezuela, un pedacito de arena blanca y agua cálida y cristalina capaz de abrazarle el alma a cualquiera.
A mi me abrazó fuerte. Tan fuerte que aún no quiere soltarme y yo feliz, porque solo recordarla me llena de paz y me lleva a tachar un par de sueños de mi lista: conocerla, dejarme abrazar, nadar desnuda en sus aguas y flotar desde que el sol amanece hasta que se oculta, durmiendo en su arena, sin separarme ni un segundo de sus brazos.
La conocí gracias a @soyaironman, quien amablemente me llevó -de regalo de cumpleaños a este maravilloso lugar. Una vida de "gracias" no es suficiente, así que también lo compenso con muchos abrazos (muchísimos).
Les dejo un trocito de sus colores que tiñen de alegría lo que sea. Un abrazo.