El vacío de la muerte bolivariana

in spanish •  7 years ago 

Eternamente des hechos

Desde la insoportable levedad del ser de izquierda bolivariano la reducción de la vida humana a la noción de pueblo altera significativamente su relación con la muerte. El pueblo no tiene rostro alguno, y sin tal, es víctima y victimario de todo tipo de violencia. Si bien como masa maleable ha sido históricamente sujeto a la depredación, el Estado bolivariano se ha encargado eficazmente de revelar su faceta más desechable. Factores ideológicos primitivos permean y definen la existencia del venezolano en el siglo XXI. Todos somos Chávez no es mas que un paso firme en la confiscación del rostro propio de los venezolanos, la deplorable expresión impide la libre narración del sí mismo, elemento indispensable en la construcción de la identidad. De tal manera, sin identidad, des hecho, su aniquilación ha tomado niveles industriales, regresamos al viejo oeste pero con armamento automático. El Estado bolivariano trabaja incansablemente en la desaparición física de sus habitantes usando estratagemas discursivos e instituciones públicas sin ningún tipo de contraloría ciudadana y sin asumir ningún tipo de responsabilidad. Una buena muestra de ello se encuentra en la Operación de liberación humanitaria del pueblo, instancia creada el 13 de Julio de 2015 por el presidente Nicolás Maduro la cual actúa como tribunales in situ. El Estado reafirma su monopolio -el cual a veces concede- de la violencia desplegando funcionarios militares y policiales -enmascarados cuales verdugos- en zonas azotadas por el crimen violento. De la mano del trabajo investigativo de una diversidad de ONGs, la OLP se caracteriza por su opacidad informativa así como su fundamentación arcaica en la ley del talión: la muerte se paga con muerte. Dicho de otra forma, el pueblo lacra se la merece y el Estado diligente y paternal cumple con la dosificación. La presunción de inocencia, el derecho a un juicio justo, no se contempla en la era bolivariana, la solución “liberadora” ha de ser inmediata y final.

Para el Estado bolivariano existe un venezolano eterno. Uno que ha logrado eludir la muerte viviendo en la memoria de su pueblo. A través de la propaganda el expresidente Chávez se levanta como el único venezolano indispensable y con rostro. Desde el más allá observa su única obra, la despersonalización de la nación, su minimización a la mera supervivencia. Si algo puede definir brevemente al ideólogo e intelectual bolivariano es su impotencia creativa para asir la realidad, sin ningún pudor toma del baúl metafísico de la izquierda sus artimañas. La siembra se presenta como la metáfora actual que elude a la muerte. Casualmente en la proferencia subyace una cualidad militar, la noción de la misión o el deber. El Comandante no ha muerto, ha quedado sembrado en su pueblo. Bajo una estricta lógica de autopreservación el Estado bolivariano -sin cabeza- usa el erario público y las instituciones comunicacionales con el fin de alimentar el mito Chávez. Como mito las contradicciones evidentes en su planteamiento no constituyen ningún problema para sus apologistas, benefician directamente la grandeza del personaje: para ellos Chávez está más allá de la mundanidad y el error. El Comandante es el padre de la madre Patria, más grande inclusive que el propio Bolívar. Desde esta perspectiva la venezolanidad no sólo acontece a través de la nación, es una deuda imposible de pagar, exige la sumisión así como en última instancia, la propia vida. Chávez estuvo dispuesto a morir por la patria, murió por su pueblo, por lo cual el pueblo debe estar dispuesto a morir por su acreedor presente, la corrupta institución bolivariana. Los des hechos le debemos al único venezolano con rostro nuestra existencia en la mendicidad.

A la par de la impotente izquierda suramericana el bolivarianismo ha conseguido fundamentarse históricamente en las teorías de la conspiración. Se comprende aquí la teoría de la conspiración de la sociedad en sintonía al pensamiento de Sir Karl Popper. Para el austríaco lo que caracteriza al modo conspirativo es el constante señalamiento de personajes siniestros que mueven a su antojo los hilos de la historia humana. La teoría consiste en una explicación totalitaria la cual en el caso venezolano coincidencialmente describe la actuación de la oposición política. El empeoramiento de los servicios públicos tales como el agua, la electricidad, el gas o la salud son la consecuencia de la actitud apátrida de la oposición y en algunos casos, de ciertas iguanas que, como la marihuana, poseen superpoderes. Al gobierno bolivariano no lo dejan trabajar, no lo dejan llevarnos a la Venezuela potencia que año tras año anuncian. La mengua de los servicios públicos es otra manera en que el bolivarianismo asesina eficazmente y silenciosamente, eludiendo su responsabilidad en la constante conspiración en su contra.

La publicación de información estadística sobre la muerte es peligrosa en la evaluación de cualquier gobierno civil. Bajo el bolivarianismo la Venezuela democrática del siglo XX se hundió estrepitosamente en un militarismo tan corrupto que actualmente puede ser comprendido mejor como crimen organizado institucional. La militarización bolivariana envenenó lentamente al país físicamente e ideológicamente. Es importante tener presente como la misma no fue una tarea exclusiva del mundo militar a modo de colonización sobre la ciudadanía, la izquierda ilustrada impotente jugó un papel central en la propagación ideológica redefiniendo la lucha de clases por guerra abierta. Para el bolivariano la civilidad es sinónimo de debilidad, el conflicto armado es la única causa noble, es la razón por la cual vale la pena entregar la vida. Las celebraciones institucionales de la Venezuela del siglo XXI ocurren con motivo a la perenne exaltación a la guerra. La Venezuela bolivariana ya no le interesa su porvenir, busca vivir exclusivamente en el pasado, en la era de los héroes, cuando la muerte no indignaba y los derechos humanos eran un trozo de papel que interesaba a pocos. Después de todo no se le puede pedir mucho a un militar, ninguno está formado para la paz, se educan exclusivamente para la guerra. El color verde oliva tristemente permea el escenario social cotidiano del venezolano. Algunos militares ahora cuidan colas en supermercados, otros se encargan -anticonstitucionalmente- de la seguridad ciudadana sin ningún tipo de educación para lidiar con la ciudadanía mas que como enemigos.

Desde otra perspectiva es posible comprender al Estado bolivariano como un Make up artist. Para ellos no existen los fallecimientos violentos, el venezolano, como un niño, pierde la vida. Los órganos de seguridad no asesinan, se protegen. Las muertes por enfrentamiento no son tomadas en cuenta dentro de las estadísticas oficiales, quien se enfrenta al Estado bolivariano es despojado asimismo de su dignidad, cesa de existir como ser humano. Mientras el Estado Bolivariano silencia los medios de comunicación que le son incómodos, financia y crea plataformas comunicacionales las cuales, en sintonía a la teoría de la conspiración de la sociedad, no buscan descubrir nada, todo lo contrario, se encargan de encubrir las prácticas genocidas del gobierno. Para Venezolana de Televisión, el canal de todos los venezolanos, es un asunto pertinente el genocidio llevado a cabo por Colón durante el encuentro de los mundos, no las masacres actuales por el control de territorio en el Arco Minero al sur del país. Las plataformas comunicacionales populares, es decir, en sintonía con el alto mando político del Partido Socialista Unido de Venezuela, existen exclusivamente para amplificar el concepto y estado de guerra que es víctima la revolución. De tal manera el venezolano vive desde que se despierta hasta que se duerme en un estado de alerta, vive en la Guerra Económica, la Guerra informativa, La Guerra memética, etc.

La imagen es uno de los mecanismos predilectos del bolivarianismo para afirmar su presencia omnipotente. El Estado Bolivariano dedica muchísimo esfuerzo y dinero en mantener activa la representación simbólica del expresidente Chávez, su mirada como iconografía no es mas que otra manera de postergar su desaparición en la memoria colectiva. En forma de graffiti, como membrete en comunicaciones oficiales, franelas o impresos el comandante se instala vigilante en el imaginario colectivo del venezolano. Donde quiera que se esté en la nación, estamos siendo observados por el rostro militar que pide no ser ignorado. La vida en Venezuela se ha vaciado, cobra sentido en la semilla que por mucho que se le riega solo cosecha muerte.

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