Los idolatras y demás formas de cultores, son un bloque monolítico del vacío;
si me idolatro, induro ese monolito, además de estar viendo un espejo vacío.
Porque no importa cuanto se intente: el vacío proyectado no es una imagen sino una representación —onomatopéyica o inverosímil o patológica— desordenada.
No refiere a que estoy «rellenando» una ausencia sino a que lo deseo de forma taxativa.