El Ente
Era miércoles 14 de mayo de 1998, me encontraba prestando servicio como misionero de una iglesia en un lugar llamado la Fría. Había sido un día caluroso, y junto con mi compañero regresábamos a casa luego de nuestra jornada de enseñanza. Vivíamos en la calle principal, en un edificio de 2 pisos que hacía las veces de residencia y centro clínico a la vez. Nuestro único vecino era el dueño del edificio, un hombre mayor de unos 70 años que solo se dejaba ver en pocas ocasiones. Eran aproximadamente las 9:00 de la noche y mientras caminábamos, las luces de la calle se apagaron repentinamente. En esos días ocurrían numerosos apagones en el pueblo, así que continuamos sin darle importancia. El trayecto a nuestra casa solo era iluminado por la luz de la luna y uno que otro auto que transitara por la desolada avenida. Cuando llegamos a la casa, abrimos la puerta principal y subimos por las escaleras, al llegar al segundo piso entramos en el pasillo que llevaba a nuestro departamento, mientras avanzábamos, la oscuridad se hacía más densa y cada vez era más difícil abrir la puerta.
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Foto de Eric Pedersen Torales en Unsplash
Al llegar al segundo piso entramos en el pasillo que llevaba a nuestro departamento, mientras avanzábamos, la oscuridad se hacía más densa y cada vez era más difícil abrir la puerta.
Con algo de dificultad llegamos a nuestro departamento, sacamos nuestro celular y alumbramos la cerradura. Con torpeza mi compañero logro introducir la llave, darle vuelta y abrir. Dentro de la casa, la oscuridad era mucho más densa, a mí y a mi compañero nos pareció raro. Fuimos a la cocina y prendimos una hornilla con la intensión de que el fuego alumbrara la casa. Sin embargo, la oscuridad era impenetrable y no dejaba percibir la luz. Asombrados y un poco contrariados nos dirigimos al cuarto, pero algo hizo que me detuviera. Bajo el marco de la puerta se podía percibir una forma en la oscuridad. Enfoqué mi vista y entonces lo vi bien, era la figura de un hombre alto, parado bajo el marco.
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Foto de Ramy Kabalan en Unsplash
Pero algo hizo que me detuviera. Bajo el marco de la puerta se podía percibir una forma en la oscuridad. Enfoque mi vista y entonces lo vi bien, era la figura de un hombre alto, parado bajo el marco.
Cuando lo vi me quede pasmado. Indique a mi compañero que se arrodillara, y juntos ofrecimos una oración, mientras orábamos escuche unas pisadas fuertes que se acercaban a nosotros rápidamente. De repente sentí un peso en mis hombros que empezaba a ser aplastante. Oré con más fuerza mientras un dolor intenso recorría mi cuerpo. Cuando estaba a punto de ceder, rogué nuevamente que el espíritu se marchara. De pronto se oyó un estruendo en la casa y el peso en mi hombro empezó a aligerarse, la casa se ilumino por el fuego de la cocina que empezó a brillar con fuerza, y dejamos de sentir dolor en nuestro cuerpo. Volvimos a orar pero esta vez en agradecimiento, siempre habíamos enseñado que Dios tiene poder, pero hasta ese momento no nos habíamos percatado que el mal también tiene poder, y este mal buscaba destruirnos.
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Fuente
Volvimos a orar pero esta vez en agradecimiento, siempre habíamos enseñado que Dios tiene poder, pero hasta ese momento no nos habíamos percatado que el mal también tiene poder, y este mal buscaba destruirnos.
Basado en hechos reales ocurridos al autor. Algunos datos fueron modificados para darle sentido a la narrativa.